Imitación de Cristo - Tomás de Kempis, capítulo VI
(Todos los días se irán agregando uno o dos capítulos, para que la lectura pueda ser meditada despacio y con atención)
De los apetitos desordenados
1. Siempre que el hombre se deja llevar de su apetito desordenado, pierde el sosiego interior. El soberbio y el avaro nunca están tranquilos: mientras que el pobre y humilde de corazón viven en su paz (Ps XXXVI, 11) El hombre que todavía no ha negado perfectamente sus apetitos, pronto se ve tentado y vencido aún en las cosas más viles y pequeñas. El hombre débil de espíritu, carnal e inclinado a las cosas sensibles, dificilmente se verá libre de apetitos terrenos. De ahí que a menudo anda triste cuando niega su apetito,, y fácilmente se irrita si se le contradice.
2. Pero si finalmente consigue lo que apetece, luego le desasosiega el remordimiento de su conciencia, por haber satisfecho su pasión que nada le ayuda a conseguir la paz que buscaba. Así pues, resistiendo a las pasiones y no siguiéndolas, es como se consigue la verdadera paz del corazón. Por eso la paz del corazón no se encuentra en los hombres carnales, ni en los disipados sino en los fervorosos y espirituales.
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