Sí, es verdad, Señor Dios, que no quiero el sufrimiento, ni para mí, ni para los que amo, y para nadie. No lo entiendo, me supera, me interroga y dudo, muchas veces, de mi propia fortaleza. ¡Sufrir!, ya sé que tú también sufres. Mi oración, al término de este día, pretende ser un quejido fuerte y hondo. Un grito de angustia y de interrogante, una lágrima desde lo más hondo del corazón.., pero, para nada, de reproche hacia tí, sino, más bien, de una persona que confía plenamente en tí, y, por eso, lloro, grito, me pregunto acerca de tí, porque sé que puedo confiar. Sé que me comprendes, Pero, al mismo tiempo, quiero orar junto a tantas personas que, quizás, no perciban la luz, que no vean ningún camino abierto, sino todo cerrado y terminado. Por ellos, por los que no esperan, es mi plegaria de hoy, porque también yo, algún día, he vivido o viviré algo parecido. La cruz, la cruz, la cruz... Bonita en una cadena que cuelgue del cuello, pero pesada cuando entra en "tu" c