Seamos signos de vida, de paz y de Esperanza: Comentario 21 de Febrero del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
Jonás partió para la ciudad de Nínive conforme a la Palabra del Señor para anunciar que dentro de cuarenta días iba a ser destruida si no se volvía al Señor. Después de escuchar el anuncio Dios a través de Jonás, todos los habitantes, desde el más pequeño hasta el mayor, desde el Rey hasta el último de sus súbditos creyeron en Dios: decretaron ayuno, se vistieron con ropa de penitencia, clamaron a Dios y se convirtió cada uno de su mala conducta y de la violencia. “Al ver todo lo que los ninivitas hacían para convertirse de su mala conducta, Dios se arrepintió de las amenazas que les había hecho y no las cumplió”. Así es Dios, lento para enojarse pero pronto para perdonar, rico en misericordia.
Para que esto sucediera, Jonás tuvo que escuchar al Señor, obedeció a su Palabra y caminó durante tres días anunciando la conversión en todo el pueblo de Nínive. Las señales para que el Pueblo de Nínive creyera en el Señor y se convirtiera fueron que Jonás haya sido lanzado del barco en el que viajaba, haber permanecido tres días en el vientre de la ballena, que haya sido expulsado a la tierra y que luego se pusiera a anunciar la Palabra del Señor. Otra de las señales que Jesús en el evangelio nos va a reportar es que la Reina del Sur llegó de los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, creyó en el Señor y se convirtió.
Pero en el evangelio notamos como Jesús también comenzó a denunciar: “esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el hijo del hombre lo será para esta generación”. Jesús es la nueva señal, él vino para anunciar que debíamos volvernos a Dios, para predicar la Palabra de Dios, para reconciliarnos con el Padre, para que abandonemos los caminos de la maldad. La nueva señal es que el va a sufrir por nosotros, va a estar tres días en el sepulcro y que va a resucitar para darnos definitivamente nueva vida junto a Dios.
Lo trágico es que mucha de la generación malvada no quiere escuchar a Jesús, quieren otro tipo de señal, quieren milagros, quieren magia, quieren espectáculo, quieren gozar, ver y escuchar lo que destruye el cuerpo y al alma. Rechazan a Jesús, no lo quieren, lo tachan de loco, de brujo, de jefe de los demonios. ¿También nosotros vamos a pedir un signo, o le vamos a creer a Jesús? ¿Vamos a volvernos necios o le vamos a hacer caso a la Palabra de Jesús? El pueblo de Nínive creyó y se convirtió por la Palabra de Dios anunciada a través de Jonás, pero la generación malvada de hoy no quiere dejarse reconciliarse y amar por Jesús. El pueblo de Nínive fue sensato, obediente y fiel a la Palabra del Señor, pero la generación de hoy se ha vuelto incrédula, libertina y ególatra.
A la “generación malvada” de hoy le gusta sufrir, provocar el caos y el desorden, opta por construir muros, legalizar leyes asesinas y antirreligiosas, perseguir al mismo hombre para devorarlo, dejar en la total miseria y pobreza a los de su propio país, contradecir a la propia naturaleza, etc. ¿Hasta cuándo vamos a parar? ¿Hasta cuándo vamos a dejar de pensar solo en los propios intereses? ¿Hasta cuándo vamos a dejar de sentirnos los dueños o los dioses del universo? ¿Hasta cuándo vamos a hacerle caso a la Palabra de Dios? Es necesario que pensemos con la cabeza, que valoremos la vida, la familia, la integridad de todo ser humano. Es necesario que valoremos y que volvamos a Dios, sin él no tenemos paz, ni vida, sólo muerte y guerra. Dejémonos reconciliar por Jesús, él es más que Jonás y que Salomón, él nos ofrece la salvación definitiva, el que cree en él jamás perecerá.
Dios quiso utilizar como instrumento a Jonás para que Nínive se reconciliara con Dios. Jesús, obedeciendo la voluntad del Padre se hizo hombre para reconciliarnos con Dios y salvarnos. De la misma manera, Dios también quiere utilizarnos a nosotros para que anunciando la Palabra del Señor a otros más, crean y se vuelvan a Dios de corazón, dejen de hacer lo malo y Dios pueda perdonarlos. Vayamos a ser signos de vida, de paz, de esperanza y de amor en nuestras familias, en nuestras escuelas, en nuestros trabajos, en los ambientes en que nos movamos para que el Reino de Dios se siga construyendo aquí y ahora. Sintámonos y sepámonos enviados por Jesús a anunciar su Palabra reconciliadora a los hermanos. María, estrella de la evangelización, ruega por nosotros.
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