40 días por la vida Uruguay - Día 7
Cuarenta días por la vida
14 de febrero al 24 de marzo 2018
Día 7, lunes, 19 de febrero de 2018
«Leyes de este tipo no sólo no crean ninguna obligación de conciencia, sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia. Desde los orígenes de la Iglesia, la predicación apostólica inculcó a los cristianos el deber de obedecer a las autoridades públicas legítimamente constituidas (cf. Rm 13, 1-7, 1 P 2, 13-14), pero al mismo tiempo enseñó firmemente que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5, 29).»
San Juan Pablo II, encíclica Evangelium vitae 73
Motivación del día
En los últimos años nos han inundado con leyes que violentan el derecho básico natural del ser humano, las personas ven sus derechos vulnerados y los más vulnerables quedan desprotegidos. Quienes no están de acuerdo, se ven incluso presionados contra su conciencia. Nunca han sido tan actuales las palabras del papa Pío XI:
«Con presiones ocultas y manifiestas, con intimidaciones, con perspectivas de ventajas económicas, profesionales, cívicas o de otra especie, la adhesión de los católicos a su fe —y singularmente la de algunas clases de funcionarios católicos— se halla sometida a una violencia tan ilegal como inhumana.» (Pio XI, Mit brennender sorge 35).
Reflexión
La Iglesia católica siempre ha mandado que no sean obedecidas las leyes injustas.
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que
«el ciudadano tiene obligación en conciencia de no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando estos preceptos son contrarios a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio» (CIC 2242).
Estas enseñanzas se han multiplicado, lógicamente, desde la Revolución Francesa, desde la apostasía de las naciones de antigua filiación cristiana, al iniciarse los Estados liberales y posteriormente de los Estados totalitarios, unos y otros anticristianos, sin Dios y sin orden natural.
Contra los modernos Estados liberales, recuerdo la doctrina de León XII:
«Todas las cosas en las que la ley natural o la voluntad de Dios resultan violadas no pueden ser mandadas ni ejecutadas… pues “es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Mt 22,21). Y los que así obran no pueden ser acusados de quebrantar la obediencia debida, porque si la voluntad de los gobernantes contradice la voluntad y las leyes de Dios, los gobernantes rebasan el campo de su poder y pervierten la justicia. Ni en este caso puede valer su autoridad, porque esta autoridad, sin la justicia, es nula» (1892, Nôtre consolation 17; cf. 1881, Diuturnum illud 11; 1888,Libertas 10, 21; 1892, Au milieu des sollicitudes 31-32).
Contra los modernos «Estados totalitarios», recuerdo la enseñanza de Pío XI, sobre todo las grandes encíclicas Mit brennender Sorge (1937), contra el nazismo, y la Divini Redemptoris (1937), sobre el comunismo ateo. La enseñanza pontificia contra el nazismo tiene hoy especial vigencia en el marco de aquellas democracias liberales que invaden la sociedad, produciendo, una tras otra, leyes criminales:
«Ha de considerarse siempre el «derecho natural, impreso por el mismo Creador en las tablas del corazón humano, y que la sana razón humana, no oscurecida por pecados y pasiones, es capaz de descubrir. A la luz de las normas de este derecho natural puede ser valorado todo derecho positivo, y consiguientemente la legitimidad del mandato y la obligación de cumplirlo. Las leyes humanas que están en oposición insoluble con el derecho natural adolecen de un vicio original que no puede subsanarse» con nada (Mit brennender Sorge 35).
Concretamente, las leyes acerca de la educación que estén «en contradicción con el derecho natural son íntima y esencialmente inmorales» (37). «Es deber de todo creyente separar claramente su responsabilidad de la parte contraria, y su conciencia de toda pecaminosa colaboración en tan nefasta destrucción» (48). Es preciso, pues, que los ciudadanos resistan las leyes injustas, «si es que no se quiere que sobrevenga una ingente catástrofe o una decadencia indescriptible» (22).
En este marco socio-político tan degradante, el Papa expresa su gratitud y admiración por aquellos cristianos que, por ser fieles a su conciencia, «se han hecho dignos de sufrir por la causa de Dios sacrificios y dolores» (17). «Nos, con paterna emoción, sentimos y sufrimos profundamente con los que han pagado a tan caro precio su adhesión a Cristo y a la Iglesia; pero se ha llegado ya a tal punto, que está en juego el último fin y el más alto, la salvación o la condenación» (24).
Santo Tomás de Aquino enseña que las leyes criminales, al ir contra Dios y el orden natural, son pseudo-leyes, no son propiamente leyes: «son más violencias que leyes, porque, como dice San Agustín, “la ley, si no es justa, no parece que sea ley”» (STh I-II,96):
«La ley humana es tal en cuanto está conforme con la recta razón y, por tanto, deriva de la ley eterna. En cambio, cuando una ley está en contraste con la razón, se la denomina ley inicua; sin embargo, en este caso deja de ser ley y se convierte más bien en un acto de violencia». (STh I-II,93).
Y añade:
«Toda ley puesta por los hombres tiene razón de ley en cuanto deriva de la ley natural. Por el contrario, si contradice en cualquier cosa a la ley natural, entonces no será ley sino corrupción de la ley» (STh I-II,95).
Obedecer esas pseudoleyes podrá salvar nuestro cuerpo, nuestros intereses temporales, pero perderá nuestra alma. Deben ser en conciencia desobedecidas, resistidas, sin darles cumplimiento, pues de otro modo nos haríamos cómplices de maldades criminales.
Las obligaciones legales no eximen a los cristianos de sus obligaciones morales de conciencia, cuando son obligaciones que se contraponen. A modo de ejemplo: un médico de ningún modo debe procurar un aborto, aunque la ley le obligue a hacerlo. Algo semejante habrá que decir de funcionarios obligados legalmente a celebrar «matrimonios» homosexuales, de maestros y profesores obligados legalmente a enseñar doctrinas falsas, gravemente nocivas, etc.
Y no basta con desobedecer las leyes injustas; hay que combatirlas con todas las fuerzas, procurando su derogación en todos los modos posibles: reuniones de oración, campañas de opinión, actos legítimos de desobediencia civil, manifestaciones públicas, recogida de firmas, publicación de artículos en los medios de comunicación, huelgas, congresos y actos que tengan difusión mediática, etc.
Y aún más: los cristianos no deben dar su voto a partidos políticos que producen leyes criminales o que las mantienen vigentes, pudiendo derogarlas.
P. Iraburu
Intención del día
Oremos para que todas las leyes sean conformes a la ley natural, para que se eliminen todas las leyes injustas que van contra ella, y para que el Señor nos dé la fortaleza para combatirlas y desobedecerlas allí donde las haya.
Oración para todos los días
ORACIÓN POR LA VIDA
Oh María, aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira Madre el número inmenso de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y
amor a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
Amén.
Oh María, aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira Madre el número inmenso de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y
amor a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.
Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
Amén.
San Juan Pablo II
Encíclica Evangelium Vitae sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana
Encíclica Evangelium Vitae sobre el Valor y el Carácter Inviolable de la Vida Humana
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