¿Dios es malo?: Comentario 23 de Febrero del 2018

Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra, 
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles



Todo hombre ha sido creado para vivir en comunidad y para permanecer en comunión con Dios. EL hombre no nació para estar solo, su realización personal se hace presente en su vida cuando es capaz de salir de sí mismo para encontrarse con los demás, para reconocer a Dios en los demás. Por tanto el hombre es un ser relacionable, creado para el diálogo, es capaz de dar vida cuando él mismo se abre a la acción de Dios en su vida. Nunca jamás será capaz de ofrecer amor si no se deja amar, no podrá perdonar si nunca se ha abierto a la misericordia divina, nunca podrá aprender a ser bueno si no descubre que hay una fuente inagotable de bondad y de vida.
A veces hemos escuchado frases como: “Dios es malo” o “Juan Pérez es malo”, frases en la que se refleja nuestra poca fe y nuestra pobre y egoísta forma de vivir nuestra vida cristiana. A veces también se ocupa esta frase o expresión para justificarnos de nuestros propios actos, cuando no queremos reconocer que nosotros somos los que andamos mal, los que hemos fallado, por eso decimos como para calmar nuestra conciencia que los demás son los malos o que Dios es malo. Pero lo peor es que ocupamos esta frase cuando no queremos enmendar nuestra vida, cuando queremos seguir viviendo en el error, encerrados en nosotros mismos; las ocupamos, también, cuando sabemos que andamos mal y Dios o alguien más nos pone en nuestro lugar o nos llama la atención y nos corrige.
Pero a estas expresiones se agregan otras más en seguida, algunas pueden ser estas: “Yo así soy”, “si me quiere que me acepte tal como soy”, “para qué me trajo al mundo”, “yo no pedí nacer”, “para qué se caso conmigo, ahora que se aguante”, etc. Con estas otras expresiones el hombre muchas veces se justifica del mal uso que hace de su libertad como si no pasara nada y, como si lo que hace nunca fuera malo o grave o nunca dañara a nadie, como si todo estuviera bien. Además, en última instancia, la culpa no la tiene él, la culpa la tienen los demás. 
Por eso, hoy el Señor nos dice en la primera lectura: “¿A caso no es el proceder de ustedes, y no el mío, el que no es correcto? Cuando el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, muere por el mal que ha cometido. Y cuando el malvado se aparta del mal que ha cometido, para practicar el derecho y la justicia, él mismo preserva su vida. Él ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido: por eso, seguramente vivirá, y no morirá”. EL Señor nos ofrece una nueva oportunidad para poder enmendar nuestra vida, cada día que comenzamos deber ser una renovación de nuestro amor a él y a los hermanos. Si ayer que celebrábamos la cátedra de San Pedro se nos hablaba de un tema fundamental para nuestra vida cristiana que era la fe, hoy Jesús quiere que después de haberlo reconocido como nuestro Señor y nuestro Dios pongamos por obra esa fe que decimos tener en él, pero cómo, de qué manera, el mismo Jesús nos dice que la mejor manera es apartarnos del mal para practicar el derecho y la justicia; no pensando solamente en nosotros mismos sino ayudando y dando a cada quien lo que le corresponde.
En el evangelio Jesús nos exhorta a practicar una justicia superior, no una aparente y puramente exterior como lo hacían los fariseos que pensaban que ser de verdad justos implicaba endurecerse contra el que no lo era; y ser compasivo quedaba relegado para los que no eran verdaderos fieles. Jesús nos invita a vivir y practicar una religiosidad sincera y del corazón, que sea también una religión de la comprensión y de la reconciliación. O dicho de otro modo: la religión de la verdad es también la religión de la Misericordia. 
Por eso, una de las formas en que podemos practicar esa forma de justica y de Misericordia es a través del diálogo, de la comprensión, de la oración y del perdón. Él mismo Jesús nos dice en el evangelio: “Yo les digo que aquél que se enoja contra su hermano merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquél que lo insulta merece ser castigado por el tribunal. Y el que lo maldice merece el infierno. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda”. 

Por encima de todo Jesús quiere que tengamos vida dejando lo malo y pidiéndole perdón por nuestros pecados, pero también pidiendo perdón y perdonando a nuestros hermanos, especialmente con los que nos hemos alejado y hemos cortado toda comunicación, a nuestros hermanos que nos han lastimado y tanto daño nos han hecho. Para ello, debemos aprender de Jesús que perdona hasta lo imperdonable, siempre y en todo momento nos perdona. Por eso le decimos en el Padre nuestro que perdone nuestros pecados como también nosotros estamos dispuestos a perdonar a nuestros hermanos. De tal modo que Dios nos perdona si somos capaces de reconciliarnos con nuestros hermanos. El perdón es un regalo, un don de parte de Dios, algo que no podremos llevar acabo si lo queremos hacer por nuestra propia cuenta o por nuestras propias fuerzas. Pidamos al Señor que nos ayude a tener un corazón menos orgulloso y soberbio, pero también nosotros esforcémonos cada día en crecer en la humildad para ser capaces de reconciliarnos con nuestros hermanos en esta cuaresma, pues, de nada sirven los sacrificios y ofrendas externas sino procuramos reconciliarnos para vivir en comunidad. Que María, la reina de la Paz, interceda por nosotros.


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