Oración y acción: Comentario 20 de Febrero del 2018

Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra, 
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles

 La cuaresma es, entonces, el tiempo en que hemos de purificarnos, de arrancar lo que está seco para que puedan brotar los frutos nuevos, para presentarnos delante de Dios con un corazón totalmente renovado y poder llegar a la Pascua con gozo de haber experimentado la Misericordia de Dios en nuestra vida. Pero sabemos que este acto de volver a comenzar no es solo algo que concierna a nuestra débil naturaleza, sino más bien, es ante todo una obra que nuestro mejor artífice y maestro tiene que ir haciendo cada día en nosotros. Debemos dejar que el Espíritu sea el que nos vaya purificando y transformando. El cristiano pone todo su esfuerzo para renovarse pero es Dios quien le da la gracia y le ayuda a ser constante y perseverante para que pueda alcanzar el fin que persigue.
En la primera lectura del profeta Isaías encontramos que la fuerza de todo cristiano es la Palabra de Dios. Utiliza la imagen de la lluvia que fecunda la tierra, le da vida a lo que está seco y muerto. Esta imagen, es idónea para significar la eficacia de la Palabra de Dios en la vida de los hombres que se abren a su acción. Y es que se empieza a ser cristiano cuando se es discípulo, y a su vez, alguien puede serlo, sólo si se forja en la escucha de la Palabra. Esta suscita una renovación interior que redunda en un cambio de actitudes y comportamientos. La Palabra capacita al hombre para dar frutos de salvación, pues lo impulsa a salir de sus egoísmos y de su perversidad.
No obstante, pareciera ser que lo que más importa para muchos, hoy, es vivir solo de las apariencias, de la imagen exterior, de cómo se pueda ver o de cómo se pueda presentar delante de los demás. Por eso Jesús les dice a sus discípulos: “cuando oren, no hablen mucho como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados”. Muchas veces, el cristiano solo se queda con una religiosidad exterior, con la palabrería,  pero no alimenta su corazón con la Palabra de Dios, no deja que Dios toque su corazón para que se vaya transformando su vida. Ante esto, a más palabras mayor acción. La verdadera oración tendría que llevarnos a la renovación del corazón, más que vivir de las apariencias tendría que llevarnos a la caridad, a la humildad, a la sencillez y a la pobreza de corazón. La oración tendría que movernos a confiar en Dios, a estar vigilantes, y  a trabajar por el Reino de Dios en comunión con los hermanos. La oración debe movernos a la acción y a la evangelización.
Por eso Jesús nos enseña como orar, nos enseña la mejor oración que Dios nunca desatiende si la pedimos con fe, con sinceridad de corazón y con entera humildad. “El Padrenuestro es la más perfecta de todas las oraciones” (Sto. Tomás de Aquino); “el resumen de todo el evangelio” (Tertuliano); “Es la oración primordial, en la que nos sabemos rezando con Jesús y en la línea correcta de oración. Gregorio Magno comentó una vez en una carta que el Padrenuestro es tan importante en la misa porque al fin y al cabo es obra del mismo Cristo. Es superior a cualquier oración compuesta por el hombre, incluso a los rezos litúrgicos” (Benedicto XVI).
El Padrenuestro es más que una oración, es un estilo de vida, un camino que conduce directamente al corazón de nuestro Padre. Es la forma de cómo hacer oración los mandamientos más importantes: amar a Dios y al prójimo como a ti mismo. Los primeros cristianos pronunciaban esta oración fundamental de la Iglesia, que es entregada a cada cristiano en el Bautismo, tres veces al día. Y, entre nosotros, no debe pasar ningún día en el que no intentemos pronunciar con la boca la oración del Señor, recogerla en el corazón y hacerla verdad en nuestra vida.
Le llamamos a Dios Padre porque Jesús nos ha llamado a su lado y nos ha hecho hijos de Dios. En comunión con él, que está en el seno del Padre, nos atrevemos a decirle a Dios ¡Abba, Padre! El Padrenuestro nos permite descubrir, llenos de alegría, que somos hijos de un único Padre. Nuestra común vocación es alabar a nuestro Padre y vivir entre nosotros como un solo corazón y una sola alma.
Santificar el nombre de Dios quiere decir ponerlo por encima de todo tanto con la palabra como con nuestra vida para que el nombre de Dios sea conocido y bendecido por todos los hombres; la Iglesia invoca el Reino de Dios, mediante el retorno de Cristo en la Gloria. Pero la Iglesia ora también para que el Reino de Dios crezca aquí ya desde ahora;  la voluntad de Dios es que “todos los hombres se salven”, nosotros pedimos a Dios Padre que una nuestra voluntad a la de su hijo, a ejemplo de María Santísima y la de los santos; que Dios nos dé el Pan de cada día no solo se refiere al pan material sino sobre todo al que sacia el corazón, el de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo, recibido en la Eucaristía, así como al hambre del Espíritu Santo; pedimos a Dios que perdone nuestras ofensas porque él es totalmente misericordioso y nos perdona y, nuestra petición será atendida a condición de que nosotros, antes, hayamos, por nuestra parte, perdonado. La misericordia penetra en nuestros corazones solamente si también nosotros sabemos perdonar, incluso a nuestros enemigos; pedimos también a Dios Padre que no nos deje solos ante la tentación. Pedimos al Espíritu saber discernir, por una parte, entre la prueba, que nos hace crecer en el bien, y la tentación, que conduce al pecado y a la muerte. Pedimos la gracia de la vigilancia y de la perseverancia final; el mal designa la persona de Satanás, que se opone a Dios y que es el seductor del mundo entero, oramos a fin de que la familia humana sea liberada de Satanás y de sus obras. Pedimos también el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo, que nos librará definitivamente del Maligno.
Así, la Cuaresma es un tiempo muy precioso para mejorar nuestra relación con Dios, con nuestros hermanos y con nosotros mismos. María madre de la gracia y madre de la misericordia, ruega por nosotros.
NOTA: Algunos apuntes fueron tomados del compendio del CEC.



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