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COSTUMBRE TRADICIONAL: Apóstol Juan, la copa envenenada y la serpiente


Hoy 27 de diciembre,  la Iglesia celebra a San Juan Apóstol, una de las particularidades de este día es que,  la Iglesia bendice el vino a los fieles. 
Pero…. ¿por qué surge esta tradición?,  ¿qué relación tiene el Apóstol Juan con ella? y ¿por qué se le representa portando una copa con una serpiente/dragón? 
Cuenta la tradición que, el Apóstol San Juan estando en Éfeso,  Aristodemo el primer sacerdote del templo de Artemisa, le obligó a beber una copa de vino envenenado. Antes de beber, bendijo la bebida y el veneno salió de la copa, en forma de una pequeña serpiente verde, el Apóstol la bebió sin sufrir ningun daño. (ver la historia completa debajo) 
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La historia de la bendición pronunciada sobre la copa es el origen de la costumbre medieval de la Bendición de san Juan, cuando la gente antes de partir para un largo camino o hacia una batalla, o incluso antes de ser condenados a muerte, bebía el vino que había sido bendecido en el nombre de san Juan. La costumbre se convirtió en evento litúrgico, la consagración del vino, que aún se lleva a cabo en la Iglesia Católica el día de san Juan, 27 de diciembre.
La ceremonia se conoce, ya en el primer libro ritual  impreso por la archidiócesis húngara de Esztergom, 1485/95, como Benedictio vini seu amoris Sancti Ioanni tertio die post Domini nativitatem, que traducido sería “bendición del vino, o del amor de san Juan, en el tercer día después del nacimiento del Señor”. (ver la bendición al final del artículo)
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La ilustración de este libro combina hábilmente los dragones que salen del vino ponzoñoso con el dragón de siete cabezas del Apocalipsis, descrito por San Juan en el Libro de las revelaciones en la isla de Patmos.

Historia Completa

Aristodemo dijo: Si quieres que crea en tu Dios, te daré a beber veneno, y si lo bebes y no mueres, me parecerá que tu Dios es el verdadero. El apóstol respondió: Cuando me des a beber veneno, si pronuncio el nombre de mi Señor, no podrá dañarme. Aristodemo dijo de nuevo: Quiero que veas cómo otros beben y mueren enseguida para que hasta tu corazón retroceda ante esta copa. […]
Aristodemo fue entonces al procónsul y le pidió dos condenados que iban a cumplir sentencia de muerte. Y tan pronto como estuvieron en medio de la plaza del mercado, delante de todo el pueblo y a la vista del apóstol les hizo beber el veneno: y así como lo bebieron, entregaron su alma. Aristodemo luego se volvió hacia Juan y le dijo: Escúchame y deja de instigar a la gente para que se aparte de la adoración a los dioses; o toma y bebe esto para demostrar que tu Dios es todopoderoso si después de beberlo puedes permanecer sano. A continuación, el bendito Juan, mientras yacían muertos los que habían bebido el veneno, tomó la copa como un hombre valiente que a nada teme, y haciendo la señal de la cruz, habló así:
Mi Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, por cuya palabra se hicieron los cielos, a quien todo lo creado está sujeto, a quien sirven las criaturas, ante quien todo poder se inclina, teme y tiembla cuando reclamamos auxilio: cuyo nombre deja inmóvil a la serpiente, hace huir al  dragón. Tú, digo, saca el veneno de esta ponzoña, arranca la muerte con que trabaja y prívala de la fuerza que alberga en su interior: y otorga a estas gentes reunidas ojos para que vean y oídos para que oigan y un corazón que pueda comprender tu grandeza.
Y habiendo dicho esto, persignó su boca y todo su cuerpo con la señal de la cruz y bebió cuanto había en la copa. Y después de haber bebido, dijo: Pido que aquellos por cuya causa he bebido se vuelvan a ti, Señor, y con tu iluminación reciban la salvación que está en ti. Y después de que por espacio de tres horas la gente observara que Juan permanecía con el rostro alegre, y que no había en él ni la más mínima señal de palidez ni miedo, comenzaron a gritar en alta voz: Él es el único Dios verdadero, a quien Juan adora.
Pero aún así Aristodemo no lo creía, aunque la gente se lo reclamaba: se volvió a Juan y le dijo: Una cosa me falta -– si tú en el nombre de tu Dios levantas a estos que han muerto por el veneno, mi mente se limpiará de toda duda. […] Juan se acercó a Aristodemo y le dio su capa: […] Ve y colócala sobre los cuerpos de los muertos, y dirás así: El Apóstol de nuestro Señor Jesucristo me ha enviado para que en su nombre podáis levantaros de nuevo, de modo que todos sepan que la vida y la muerte son siervas de mi Señor Jesucristo. Cuando Aristodemo hubo hecho esto y vio que se levantaban, y creyó »

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