BOLETIN MISIONERO Misioneros Servidores de la Palabra



«Quien ha conocido a Dios no puede callar»




«Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Esos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?» Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.» Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en su Santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos.» (Apocalipsis 7,13-15)

La palabra “Kadosh” (santo) hebreo significa algo que es “otro” (separado). La palabra refleja el sentido de santidad y consagración; griego ἁγίος hagíos, 'elegido por Dios' o bien 'diferenciado', latín sanctu, adjetivo: Que está dedicado o consagrado a Dios. La Santidad no s e alcanza a través de nuestro esfuerzo sino a través de la presencia de Dios e n nuestras vidas y se manifiesta a través d e las obras que Dios ha preparado de antemano para que nosotros las hagamos. Dios y Espíritu Santo se manifiestan a través de nosotros cambiando nuestros pensamientos y en consecuencia nuestras acciones. Es una condición espiritual que tenemos en Cristo junto con la salvación, la justicia, el sacerdocio, la realeza. La presencia d e Dios en nosotros crea una separación de lo que había antes en nuestra vida y lo que somos ahora. Santo deriva del latín (secto) y significa separado o cortado. Entonces se puede decir que es santo quién pertenece a Dios y vive para Dios, buscando y queriendo hacer Su Voluntad en todos los aspectos de su vida. En Cristo somos santos y esta nueva naturaleza nos empuja a buscar las cosas que pertenecen a Dios y a progresar en la santidad. «Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.» Hebreos 12,14 Santo no significa perfecto, podemos caer y fallar pero no es una regla como lo era antes d e conocer a Cristo. Ahora lo normal es vivir e n santidad y l o anormal es caer en el pecado. «Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna.» Romanos 6,22. 02

                                                                            San Martín de Porres
                                                                      Un santo que no pasa de moda

Del santo que hablaremos -en palabras de fray Antonio González Lorente: “un santaso”-, es un ejemplo especial de esa riqueza de la cantera dominicana y, tal como decía al principio, forma parte de esas excepciones. Por eso, dejando a un lado la típica rigurosidad biográfica (para ello, podemos acudir a tantísimo libros escritos sobre su vida, o bien a internet), quiero hablarles de San Martín de Porres, modelo de creyente, experto en humanidad y buen fraile dominico. La figura de Martín de Porres, “fray escoba”, “el morenito”, “San Martincito de los pobres”, llámesele como se le llame, respira frescura, novedad y actualidad por doquier. E s uno de esos santos que no “pasan de moda”. Martín es un santo del pueblo, y la gente l o siente y lo vive así. La diversidad de nombres con que la gente suele llamarle, dicen mucho de cómo las personas (sobre todo el pueblo pobre y sencillo) l e ha conservado en su memoria. Martín de Porres fue todo un modelo evangélico. Destacan entre sus virtudes: su inquebrantable espíritu de oración, su especial devoción al Sacramento de la Eucaristía, a la Virgen María y a Jesús crucificado. Sobre la oración, más de un testigo llega a dar cuenta de que, aún en medio de sus ocupaciones, encontraba un espacio para huir de la compañía de los hombres y esconderse en los más secretos rincones del convento o de la iglesia para darse a la contemplación de lo divino. Así, se fue adecuando a los valores de Cristo, dejándose transformar por ellos. Su punto de apoyo fue la buena voluntad sostenida por la propia Palabra de Cristo en las exigencias del evangelio, asumidas en la fe. Todo ello le permitirá dar el paso radical de no reservarse nada en la donación a Dios y los hermanos, sobre todo a los que más sufren. “Martín, el bueno” o “Martín de la caridad”, es más que un nombre adjetivado. En su corazón cabían todos, ricos, pobres, dignatarios, frailes, autoridades, etc., sin importar su condición o sus motivaciones, él los acogía y les brindaba su servicio. Al servicio de los demás ponía sus conocimientos (medicinales, de barbero, saca muelas), así como todo cuanto tenía, con tal de aliviar en ellos sus sufrimientos materiales y espirituales. Hay que decirlo, Martín nació y vivió pobre, pero fue un fraile inmensamente rico en humanidad. Fue precisamente ese servicio en la humildad, lo que ya en vida le hizo ganar fama de santo, y que posteriormente fue ratificado elevándolo a los altares. Finalmente, no haríamos justicia si no reconociéramos su gran talante como fraile dominico. En lenguaje popular se suele decir: “los buenos modales empiezan por casa”, pues esto se cumple en Martín de Porres. Desde su entrada, a la edad de 15 años, en el Convento Dominicano de Nuestra Señora del Rosario en Lima (Perú), desempeño numerosos oficios destacando en amor de amistad, así como por su gran espíritu de servicio y entrega a los hermanos. Se dice que las tres condiciones fundamentales del “amor de amistad”: desinterés, generosidad y permanencia, las vivió hasta el final de su vida. Celebremos a este, nuestro San Martín de Porres, que supo hacer la síntesis “entre el amor a Dios y al prójimo” (Lc 10, 27), que se tomó muy en serio aquello de que: “si uno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos” (Mc 9,35). Su vida y obra conservan hoy día todo su vigor y frescura, su ejemplar humildad y espíritu de servicio sigue siendo modelo de seguimiento cristiano, y seguro camino hacia aquella santidad que todos deseamos alcanzar.

El sentido de la muerte cristiana
Mes de Noviembre

Proponemos durante este mes de Noviembre -dedicado a los fieles difuntos- releer y meditar los párrafos que el Catecismo de la Iglesia Católica dedica a las realidades últimas (la muerte, el juicio, el cielo, el infierno , el purgatorio...). De ahí sacaremos motivos de esperanza y de optimismo, y un impulso nuevo para la pelea de cada jornada. Con la muerte concluye el tiempo de realizar buenas obras y de merecer ante Dios. Para resucitar con Cristo, es necesario morir con Cristo, es necesario "dejar este cuerpo para ir a morar cerca del Señor" (2 Co 5,8). En esta "partida" (Flp 1,23) que es la muerte, el alma se separa del cuerpo. Se reunirá con su cuerpo el día de la resurrección de los muertos(cf. Credo del Pueblo de Dios, 28). CATECISMO DE LA IGLESIACATÓLICA 1010. Gracias a Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido positivo. "Para mí, la vida es Cristo y morir una ganancia" (Flp 1, 21). "Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con él, también viviremos con él" (2 T m 2, 11). La novedad esencial de la muerte cristiana está ahí: por el Bautismo, el cristiano está ya sacramentalmente "muerto con Cristo", para vivir una vida nueva; y si morimos en la gracia de Cristo, la muerte física consuma este "morir con Cristo" y perfecciona así nuestra incorporación a El en su acto redentor: Para mí es mejor morir en (eis) Cristo Jesús que reinar de un extremo a otro de la tierra. Lo busco a El, que ha muerto por nosotros; lo quiero a El, que ha resucitado por nosotros. M i partida se aproxima ...Dejadme recibir la luz pura; cuando yo llegue allí, seré un hombre (San Ignacio de Antioquía, Rom. 6, 1-2). 1011. En la muerte Dios llama al hombre hacia Sí. Por eso, el cristiano puede experimentar hacia la muerte un deseo semejante al de San Pablo: "Deseo partir y estar con Cristo" (Flp 1, 23); y puede transformar su propia muerte en un acto de obediencia y de amor hacia el Padre, a ejemplo de Cristo (cf. Lc 23, 46): Mi deseo terreno ha desaparecido; ... hay en mí un agua viva que murmura y que dice desde dentro de mí "Ven al Padre" (San Ignacio de Antioquía, Rom. 7, 2). Yo quiero ver a Dios y para verlo es necesario morir (Santa Teresa de Jesús, vida 1). Yo no muero, entro en la vida (Santa Teresa del Niño Jesús, verba). 1012. La visión cristiana de la muerte (cf. 1 Ts 4, 13-14) se expresa de modo privilegiado en la liturgia de la Iglesia: La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo.(MR, Prefacio de difuntos). 1013. La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. Cuando ha tenido fin "el único curso de nuestra vida terrena" (LG 48), ya no volveremos a otras vidas terrenas. "Está establecido que los hombres mueran una sola vez" (Hb 9, 27). No hay "reencarnación" después de la muerte. 1014. La Iglesia nos anima a prepararnos para la hora de nuestra muerte ("De la muerte repentina e imprevista, líbranos Señor": antiguas Letanías de los santos), a pedir a la Madre de Dios que interceda por nosotros "en la hora de nuestra muerte“. 04



                             




Diez consejos para un buen noviazgo

Un buen matrimonio depende en gran parte de un buen noviazgo, de que él y ella aprovechen bien ese tiempo para conocerse. Además de amor, ¿qué se necesita para tener un buen noviazgo? He aquí diez recomendaciones que conviene considerar: Evalúa ahora tu relación: 1.- Sólo empieza un noviazgo cuando tengas claro que quisieras llegar a casarte con esa persona. Sin un objetivo en la vida, todo lo que hacemos queda vacío: el noviazgo también, si no tiene una meta, no tiene sentido. 2.- Antes de empezar a salir con alguien, conócelo bien a través de una buena amistad. Es en la amistad donde surge el noviazgo, y ella sirve también como un pre-noviazgo. No tengas prisa, no empieces a salir con alguien sólo porque el otro toco tu corazón. Conócele primero. 3.- Haz de tu noviazgo un tiempo de conocimiento del otro y una ocasión para que el otro te conozca. Sin eso, no será posible saber si el noviazgo debe continuar o no. No se ama quien no se conoce. Entonces, que cada uno se revele al otro con sinceridad. 4.- No tengas miedo de mostrar al otro tu realidad y la de tu familia. Si él o ella no te acepta como eres, y tampoco a tu familia, con todas sus cualidades y defectos, es porque no te ama de verdad. 5.- Deja crecer al otro. El noviazgo es tiempo de crecer los dos, por el fermento del amor, de la renuncia y del sacrificio por el otro. Una relación en la que ambos no crecen humana y espiritualmente, por estar juntos, está vacía y mejor que se termine. 6.- No dejes que el egoísmo tomar se adueñe de vuestra relación, pues un matrimonio egoísta es como dos bolas de billar, que sólo se encuentran para chocar y separarse. El egoísmo mata el amor y destruye la relación. 7.- No hagas de tu noviazgo una vida de casado, con vida sexual e intimidades conyugales. Mañana, el noviazgo puede terminar y la herida quedará en ti, sobre todo en la mujer. Sólo tiene sentido entregarse a alguien que, antes, puso una alianza en tu mano y te juró amor y fidelidad hasta el último día de tu vida. No minusvalores tus decisiones, tu cuerpo y tu vida. 8.- No “enganches” a tu novio o novia a través del sexo, no hagas un “arma” de él, porque la “víctima” puedes ser tu. ¡Cuántos han ganado un vientre antes de tiempo, sin tener una cuna y un techo para su hijo! Vuestros hijos merecen mucho más que esto. 9.- No tengas miedo a terminar un noviazgo, en el que solo hay peleas y reproches; no empeores el problema con un embarazo. El noviazgo es tiempo de conocer y escoger sin prisa y sin la pasión que ciega la razón. Es mejor llorar una separación hoy que después de casados. 10.- No dejes a Dios fuera de tu noviazgo, pues fue Él quien los creó, fue Él quien instituyó el matrimonio entre un hombre y una mujer, y será Él quien los una para siempre. Dejen que la mano fuerte de Cristo sostenga sus manos débiles. 05

Venga tu Reino Señor!
Viva Cristo Rey!

Ante ti, Señor una vez más. Ante ti, que siempre estás en el Sagrario para escucharme, para infundir calor a mi corazón muchas veces indiferente y frío. Más frío que estas tardes del ya cercano invierno. Pero hoy quiero que hablemos, no del cercano invierno, sino del cercano día en que vamos a festejar Tu día, Señor, el DÍADE CRISTO REY el próximo domingo. El Padre Eterno, como tú nos enseñaste a llamarle a Dios, es el Rey del Universo porque todo lo hizo de la nada. Es el Creador de todo lo visible y de lo invisible, pero... ¿cómo podía este Dios decírselo a sus criaturas? ¿cómo podría hacer que esto fuese entendido?... pues simplemente mandando un emisario. No fue un ángel, no fue un profeta, fuiste tú, su propio Hijo, tu, Jesús. Como nos dice San Pablo: Fue la propia imagen de Dios, mediador entre Este y los hombres y la razón y meta de toda la Creación. Él existe antes que todas las cosas y todas tienen su consistencia en Él. E s también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia Católica. Es el principio, el primogénito, para que sea el primero en todo. Así se expresa San Pablo de ti, Jesús mío y en esa creencia maravillosa vivimos. Cuando fuiste interpelado por Pilato diste tu respuesta clara y vertical: Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos... PERO MI REINO NO ES DE AQUÍ. Entonces Pilato te dijo: Luego... ¿tú eres rey?. Y respondiste: Tú lo dices que soy rey. Para esto he nacido yo y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la Verdad, escucha mi voz. (Juan 18,36-37). Jesús, tú hablabas de un Reino donde no hay oro ni espadas, donde no hay ambiciones de riquezas y poder. Tu Reino es un reino de amor y de paz. Un Reino que los hombres no entendieron y seguimos sin entender porque lo que tú viniste a enseñar no está en el exterior sino en lo más profundo de nuestro corazón. Pertenecer a este Reino nos hace libres de la esclavitud del pecado y de las pasiones. Pertenecer a este Reino nos hace súbditos de un Rey que no usa la ley del poder y del mando sino del amor y la misericordia. Diariamente pedimos "venga a nosotros tu Reino" y sabemos que en los hombres y mujeres de bien, ya está este Reino, pues el "Reino de Dios ya está con nosotros" (Lc.17, 20-21. El domingo, la Iglesia celebra a CRISTO REY. A ti, Jesús, que pasaste por la Tierra para decirnos que REINAR ES PODER SERVIR Y NO SERVIRSE DEL PODER. Que viniste para ayudar al hombre y bajar hasta él, morir con él y por él, mostrándonos el camino hacia Dios. ¡VENGA TU REINO, SEÑOR! ¡Viva Cristo Rey ! 06 


«La mente del fundador: Pbro. Luigi Butera Vullo»

«De Pablo, apóstol de Cristo Jesús por decisión de Dios que lo ha llamado, y de Sóstenes nuestro hermano, 2.a la Iglesia de Dios que está en Corinto: a ustedes que Dios santificó en Cristo Jesús. Pues fueron llamados a ser santos con todos aquellos que por todas partes invocan el Nombre de Cristo Jesús, Señor nuestro y de ellos». (1 Cor. 1,1-2) 


La Constitución “Lumen Gentium” nos enseña que en la vida de los santos “Dios manifiesta al vivo ante los hombres su presencia y su rostro” (LG 50). Esta es una verdad que hemos experimentado en la vida de los santos de nuestro tiempo. «La mente del fundador: Pbro. Luigi Butera Vullo» Un ejemplo de gran evidencia fue la vida del P. Pio de Pietrecina, ya proclamado santo. Cientos de miles de personas se convirtieron por el testimonio de él, escuchándolo o confesándose con él. Otro ejemplo fue la madre Teresa de Calcuta: los medios más importantes del mundo competían por hacerle una entrevista; y hasta los gobiernos comunistas, cerrados a la religión, le permitieron abrir una casa de asistencia social en su tierra. Otro ejemplo de santos de nuestros tiempo es san Juan Pablo II, quien pudo llevar el mensaje de Cristo a muchos millones de personas, y después de su muerte, continúa atrayendo a muchos hacia el Señor. Es verdad que los santos son el espejo en donde se refleja el rostro de Dios. Esto nos lleva a la conclusión que para que el mundo viva de acuerdo a los valores Evangélicos es necesario que haya santos. La ausencia de los santos favorece el crecimiento de los vicios, y con ellos el desorden, la depresión, las injusticia, la corrupción y la violencia. La perdida de valores tiene sus raíces en la falta de enseñanza religiosa y de lo que se aprende en las escuelas en contra de la religión. La urgencia de ser santos no viene a unos cuantos, sino a todos los bautizados; por eso es indispensable que estemos consientes del compromiso y responsabilidad que cada uno de nosotros tenemos en nuestro tiempo y que todos estamos llamados a la santidad para combatir toda la carga negativa con la que vivimos hoy. La santidad no consiste en saber mucho ni en mucho meditar; la santidad es un secreto: el secreto de mucho amar. Santo Tomás de Aquino La santidad no es un privilegio para algunos, sino una obligación para todos, "para usted y para mí". Santa Madre Teresa de Calcuta 0
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