«Quiero probarle al mundo a través de la ciencia que Dios existe». Niño genio de 11 años sorprende al mundo
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Hace escasamente dos semanas recibieron su graduación los alumnos que terminaban el grado de Arte en el St. Petersburg College, de Florida. A primera vista parece un acontecimiento sin más noticia, muy frecuente por esta época del año en donde muchas promociones de estudiantes terminan sus estudios de grado en tantas facultades o institutos universitarios.
Pero el caso al que nos referimos presenta una peculiaridad, seguramente inusual en otras graduaciones. Entre los alumnos asociados al grado se encontraba un niño americano de 11 años, un alumno superdotado que con dos años dominaba matemática simple y con cuatro, álgebra.
Hace escasamente dos semanas recibieron su graduación los alumnos que terminaban el grado de Arte en el St. Petersburg College, de Florida. A primera vista parece un acontecimiento sin más noticia, muy frecuente por esta época del año en donde muchas promociones de estudiantes terminan sus estudios de grado en tantas facultades o institutos universitarios.
Pero el caso al que nos referimos presenta una peculiaridad, seguramente inusual en otras graduaciones. Entre los alumnos asociados al grado se encontraba un niño americano de 11 años, un alumno superdotado que con dos años dominaba matemática simple y con cuatro, álgebra.
Si deseas ver la entrevista completa que le hicieron a William haz click aquí
Su nombre es William Maillis, vive junto a su familia de religión ortodoxa en la ciudad de Palm Harbor. Como ha relatado su padre, William resolvía con juegos los problemas que se le planteaban, llenaba la puerta del frigorífico de letras y números magnéticos, lo utilizaba como el tablero en el que ensayaba y encontraba solución a ejercicios matemáticos que para otros niños de su edad, estaban a años luz.
William es una persona realmente querida y reconocida entre sus compañeros y profesores, no solo por su potencial intelectual, sino también por su carácter, forma de ser, empeño en el trabajo y preocupación por los demás. «Extremadamente brillante, abierto y colaborador», en palabras de una de sus profesoras de la universidad. Pero quizá William no solo sorprende a todos por su precoz graduación, sino también por la temprana madurez reflexiva que lo caracteriza, como se ha puesto de manifiesto en las entrevistas publicadas con ocasión de su logro en las agencias de noticias y en abundantes redes sociales.
Ya tiene en mente con qué estudios desea continuar y para qué. Este mes de agosto comenzará a estudiar física en la USF, con el punto de mira puesto en la carrera de astrofísica. «Mi objetivo es tener mi doctorado para cuando tenga 18 años», ha dicho. «Quiero probar que Dios existe a través de la ciencia, para que el mundo pueda conocerlo».
A pesar de su corta edad, no tiene reparos en afirmar que es más probable que un poder superior haya creado el universo, más que un suceso casual y que la ciencia es una herramienta para explicar el mundo, sin que por ello deba renegar de Dios.
A mí, personalmente, que me dedico a la enseñanza en secundaria, me sorprende la claridad con que William afirma cuestiones que no resultan tan fáciles de explicar a los alumnos un poco más mayores en edad. La percepción que tienen algunos de mis alumnos, es que la realidad de la ciencia y la de la religión se conciben como contrapuestas y no como complementarias. Porque la primera se basa en lo objetivo: la percepción sensorial, la constatación experimental y la lógica. Y la segunda, en lo subjetivo: impresiones personales, experiencias, sentimientos o sensibilidades. Y quizá este planteamiento contradictorio no sea el mejor para la complementariedad entre ambas.
El objeto de estas líneas no es explicar que las verdades trascendentes, que se estudian entre otras ciencias en la religión, son reales a pesar de no basarse en estudios y análisis empíricos y científicos. Pero, como dice William, es más razonable pensar en un poder superior creador del universo, cuesta creer que todo lo que conocemos en el esté tan bien pensado, planeado y ejecutado solo por casualidad.
Es más razonable todavía asumir que el hombre no tiene todas las respuestas que le plantea el mundo en el que vive, más que su contrario. Por ello, es gratamente sorprendente que existan jóvenes entusiastas, estudiantes científicos a los que les ilusione explicarle a los demás que ese poder creador, es Dios y que ese Dios el tuyo y el mío, ha creado el universo y a nosotros mismos, dándonos el protagonismo en este mundo para que lo cuidemos y le busquemos a Él con un corazón sincero.
En hora buena por todos estos niños que aun siendo pequeños nos demuestran tanto. ¡Gracias William por el coraje y la seguridad con que defiendes la existencia de Dios!
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