«Print your guy». El dilema entre un amor real y un amor a la carta

Catholic Link


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En una sociedad como la nuestra, donde el consumismo y la inmediatez han hecho exitosos modelos de negocios como Amazon Prime, Netflix o Tinder, no sería raro que, so-pretexto de estar con la persona ideal, el concepto de “fabricar” a alguien a nuestra medida o encontrar el amor verdadero, prospere.
En el video que les traemos a continuación, se explora esta idea. Vemos que, en la que parece ser una noche de sábado, Pamela, la protagonista, está viendo sola su película favorita en su pequeño departamento parisino. En medio de su soledad, se encuentra con un comercial que le ofrece la posibilidad de hacer un pedido a la carta e imprimir al chico perfecto utilizando tecnología 3D. De pronto, tal como dice la publicidad, Pamela está a solo ¡un click de distancia del amor! Rápidamente, accede a la página web y hace la orden, utilizando la cualidad que ella considera en ese momento es la ideal: un chico sensible

Al poco tiempo le llega su pedido y como era de esperarse, es perfecto al comienzo; sin embargo, Pamela no tarda mucho en darse cuenta de que no está conforme. Desactiva al androide, cancela su pedido y hace uno nuevo, esta vez utilizando otra cualidad.


No creo equivocarme al decir que tal vez la mayoría de nosotros en algún momento de nuestras vidas –sobre todo durante la adolescencia– nos hayamos sonreído imaginando que el conocer a nuestra pareja perfecta pudiera ser tan fácil como hacer una lista de cualidades y de pronto, como por arte de magia, hacer que aparezca. ¿No sería todo más fácil y con menos drama acaso? Probablemente, el problema es que también sería un tanto aburrido, pero sobre todo, irreal.
El encuentro del verdadero amor será genuino y recién comenzará cuando hayamos asimilado que amar no se trata de mí, sino del otro. Querer que mi chico o chica ideal se amolde a lo que yo quiero ya no es amar, sino amarme –o mejor dicho, rendirme culto a mí mismo– en la otra persona. Una de las etapas más bonitas del enamoramiento es conocer al otro y a través de la conversación y el trato frecuente ir descubriendo el universo que dicha persona representa. Para esto, no podemos circunscribirnos a una lista de requerimientos que el otro debe cumplir, sino que debemos tener una actitud de apertura, donde aprendamos a amar tanto en las diferencias como en las coincidencias.  
Nuestro Papa Francisco, explica mejor el concepto del amor y la dinámica en una relación de pareja en el discurso que dio hace algunos años por el día de San Valentín:
« (…) ¿qué entendemos por ‘amor’? ¿Sólo un sentimiento, una condición psicofísica? Ciertamente, si es así, no se puede construir sobre ello nada sólido.
Pero, si el amor es una relación, entonces es una realidad que crece y también podemos decir, a modo de ejemplo, que se construye como una casa. Y la casa se edifica en compañía, ¡no solos! No querrán construirla sobre la arena de los sentimientos que van y vienen, sino sobre la roca del amor verdadero, el amor que viene de Dios. La familia nace de este proyecto de amor que quiere crecer como se construye una casa: que sea lugar de afecto, de ayuda, de esperanza».
Así como el amor de Dios es estable y para siempre, queremos que el amor en que se asienta la familia también lo sea. No debemos dejarnos vencer por la “cultura de lo provisional”. Así que el miedo del para siempre se cura día tras día, confiando en el Señor, en una vida que se convierte en un viaje espiritual diario, hecho de pasos, de crecimiento común… Porque el para siempre no es solo cuestión de duración. Un matrimonio no se realiza sólo si dura, es importante su calidad. Estar juntos y saberse amar para siempre es el desafío de los esposos cristianos. En el Padrenuestro decimos «Danos hoy nuestro pan de cada día». Los esposos pueden rezar así: Señor, danos hoy nuestro amor de todos los días, enséñanos a querernos.
Finalmente, teniendo en cuenta que el objetivo último del conocer a alguien y enamorarse es llegar al amor conyugal como vocación y vía de santidad, el Padre Bernardo Hurault nos dice: «La entrega mutua de los esposos es definitiva y en adelante, cada uno usará todos los medios para salvar al otro, o sea, para ayudarlo a crecer y a superarse. El matrimonio perfecto no es de los que viven sin problemas y se conforman con una mediocridad común, sino de los que se obligan el uno al otro a dar lo mejor de sí mismo».
Además, Pascale Laugier, escritor en opusdei.es sugiere: «Los esposos han de ser veraces y amantes, sinceros y sencillos, expresarse con inteligencia, con planteamientos positivos y constructivos, restando importancia a las pequeñas o grandes fricciones que se presentan en la vida diaria. No intentarán moldear al otro a la medida de su deseo, le aceptarán tal como es, con sus defectos y cualidades, procurando –a la vez– ayudarle con paciencia y verdadero cariño. Se esforzarán por ser humildes, reconociendo sus propios límites para no dramatizar los del otro. Procurarán percibir la riqueza del otro más allá de sus flaquezas. Serán, ante todo, misericordiosos, como Cristo fue misericordioso. El rencor y las caras largas ahogan y encierran. Las nostalgias y las comparaciones destruyen y aíslan».
Agradécele a Dios en este momento por la compañía y cariño de tu pareja o de las personas que tienes a tu alrededor y esforzarte por ser tu mejor versión el día de hoy.

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