Día por día.

Santísima Virgen.  Cuando Dios le pidió a Abraham que salga de su tierra hacia otro lugar, no le dijo de antemano hacia dónde debería ir, ni con qué se iba a encontrar. Cuando los primeros discípulos le preguntaron a Jesús dónde vivía, el Señor les dijo: “Vengan y lo verán”. Por eso no esperemos que Dios nos vaya revelando el futuro, porque muchas veces debemos reconocer que queremos tener todo controlado y saber de antemano qué será de nosotros y por qué caminos deberemos ir. Pero Dios tiene sus tiempos y nos quiere ir revelando las cosas paulatinamente. Él no hizo nada a las apuradas, sino que con paciencia infinita fue creando el mundo en etapas de muchísimos años, y Cristo no vino al principio sino sólo cuando Dios lo dispuso, después de miles y miles de años de la Creación del hombre. Entonces ¿a qué viene nuestro interés desmedido de querer saber las cosas de antemano? Se debe a que tenemos poca o ninguna confianza en Dios, y que “por las dudas” queremos saber todo de antemano. Que no nos suceda esto nunca más, sino abandonémonos a la voluntad de Dios, que cuida hasta del pajarito más pequeño, y sabe de la vida del más ínfimo gusanito. Si Dios tiene en cuenta a cada criatura, por débil y humilde que sea, ¡cuánto más cuidará de nosotros, hombres, creados a su imagen y semejanza, y que hemos sido elegidos por Él! Confiemos en Dios y sepamos que debemos ir viviendo día por día, sin querer saber el futuro, porque Dios nos irá revelando paulatinamente nuestro destino y nos dará las ayudas necesarias y en el tiempo justo para que obremos conforme a su voluntad. Nada escapa a la providencia amorosísima de Dios, y Él tiene cuidado de nosotros. Entonces vayamos por la vida confiados, sabiendo que hay un Bueno que vela por nosotros y que tiene todo poder para hacer cosas admirables en nuestra vida si nos dejamos guiar por Él y vamos caminando paso a paso, un día a la vez, felices de que Dios está con nosotros y quiere nuestro bien.