La constancia, ese aliado que te hará llegar a la meta
Dolors Massot | Abr 22, 2018
¿Eres como Usain Bolt o la Tortuga de la fábula?
Usain Bolt es el hombre más rápido del mundo. Su marca, con la que ostenta el récord mundial, es de 9,58 segundos en los 100 metros lisos.
Pero para llegar a ser el atleta ganador del Oro Olímpico y del récord, Bolt hubo de luchar contra varios elementos:
- En primer lugar, su naturaleza, puesto que a pesar de ser rápido, sufría escoliosis y tiene la pierna derecha un poco más larga que la izquierda, lo cual provocaba desajuste en sus movimientos.
- En segundo lugar, su inconstancia. Bolt tendía a confiarse, frecuentaba la vida nocturna de las ciudades, descuidaba su preparación, tomaba comida basura…
Un cambio radical de actitud
En 2005, cuando tenía 19 años, su actitud cambió radicalmente: dos años atrás creía que iba a ser el mejor joven atleta del mundo, pero una conjuntivitis lo apartó del podio. Entonces se dio cuenta de lo importante que era entrenar bajo las órdenes de un jefe y ser constante para tener la mejor preparación física posible.
Así fue como Bolt se transformó en lo que es hoy, empezando con un entrenamiento en Jamaica, en un campus universitario que disponía de un gimnasio viejo y material anticuado.
El secreto del éxito
Casi para todos los atletas olímpicos, la constancia es el secreto del éxito y todos saben que detrás de cada medalla hay muchas horas de sacrificio, de esfuerzo y de renuncia a cosas hermosas pero que son incompatibles con alcanzar el premio. Hay que decidir.
¿Qué es entonces la constancia? ¿Una decisión firme? ¿Un propósito que hay que renovar diariamente?
No te canses que querer
El diccionario la define como una “voluntad inquebrantable y continuada en la determinación de hacer una cosa o en el modo de realizarla”.
Ser constante implica ser firme y perseverante en las resoluciones: “Decido que hago tal cosa y la hago cada día, tanto si me apetece como si no, llueva o haga frío”.
Uno es constante:
- si se levanta cada día a la misma hora, en cuanto suena el despertador.
- si siempre es amable con la familia (siempre es siempre).
- si estudia a diario y no deja las asignaturas para unos días antes del examen.
- si prometió amor verdadero a su esposa y cada día da muestras de ese compromiso.
Pero uno puede pensar “eso solo lo consigue un héroe, gente como Usain Bolt; pero yo soy una persona de carne y hueso, no podré lograrlo”.
Todos podemos conocer casos de personas que no se dedicaban al atletismo y en poco tiempo, a base de entrenamiento, han podido incorporarse al calendario de maratones y triatlones.
La Tortuga también puede ser campeona
Pero por si el ejemplo del deporte nos sigue pareciendo inasequible, la Antigua Grecia nos regaló la fábula de la Liebre y la Tortuga*. ¿La recuerdan?
La liebre se burla de la tortuga porque es lenta, pero esta insiste en que siempre llega a la meta. Se retan a una carrera a la que asisten todos los animales del bosque. Orden de salida y la liebre sale disparada.
Pero al poco, la liebre, que está muy satisfecha de saber que es tan veloz, se tumba a descansar y se queda dormida.
Es así como la tortuga va paso a paso, pero no se detiene. Pasa por delante de la liebre y llega a la meta la primera, porque cuando la liebre despierta ella ya está pisando la línea de llegada.
La moraleja es muy sencilla: la constancia te hará ganar.
Trucos para vencer
¿Quieres saber unos trucos que te pueden ayudar a conseguir la constancia?
- Nada mejor que un objetivo por el que valga la pena luchar.
- Lucha acompañado: que algún amigo comparta ese objetivo con el que tú también sueñas.
- La constancia es una virtud, así que es cuestión de hábitos, de repetir actos buenos. En un día no se hacen patentes, pero con el tiempo sí.
- Ser constante es más fácil si eres puntual, luchas con alegría y te vas proponiendo cada día pequeñas metas.
- Prémiate los logros.
- Y si todavía sigues siendo inconstante: no dejes que nadie te diga que nunca lo conseguirás, porque siempre estás a tiempo de volver a intentarlo.
*La Liebre y la Tortuga es una fábula atribuida a Esopo, autor griego. También la versionaron los fabulistas LaFontaine y Samaniego
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