Jesús, el antídoto que contrarresta el veneno de la serpiente: Comentario 20 de Marzo del 2018

                                                    Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra, 
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles


En repetidas ocasiones al hombre se le da por hablar contra Dios y contra los demás. Pareciera ser que algunos, a  lo único que se dedican es a hablar y murmurar, lo saben hacer muy bien, hasta parecería que fueron a estudiar para obtener alguna licenciatura, porque a la hora de murmurar les sale profesionalmente. La murmuración trae consigo la división y contamina los ambientes comunitarios haciéndolos más pesados y conflictivos. Sin embargo, la persona que murmura es la que siempre refleja una gran insatisfacción consigo misma y por ende, con los demás, carece de una buena autoestima y de una buena educación. Esto es precisamente lo que encontramos en el pueblo de Israel en la liturgia de la palabra el día de hoy, un pueblo que murmura, que se queja y que de cierta manera se sigue revelando contra Dios. Un pueblo al que nada le gusta, si no tienen comida y agua habla, si la tienen también hablan. De cierta manera, el pueblo de Israel es como un niño caprichoso y llorón, un pueblo que cambia muy rápidamente de parecer, ahora quiere una cosa y más tarde ya no la quiere más porque quiere otra.
Sin embargo, Dios quiere ir educando y corrigiendo a su pueblo, por eso les manda las serpientes que los muerden, para que valoren todo lo que él ha hecho por ellos, para que acudan nuevamente a su confianza y a su amor. Mientras tanto, Dios en cada momento les va a estar diciendo: “pueblo mío déjate amar, no soy yo el que me alejo de ustedes, son ustedes los que se aburren de mí”. La carta a los Hebreos también va a llegar a decir que así como un Padre corrige a sus hijos, así también Dios corrige a los que ama. Con razón entonces, Dios permite algunas situaciones en la vida de todo hombre, para que podamos mejorar nuestra forma de vivir y para que no dejemos de confiar en su amor jamás.
De esta manera, el pueblo de Israel acudió a Moisés para que intercediera por ellos delante del Señor y pudiera librarlos del veneno de las serpientes que los mordían, para que ya no murieran más. Dios, que es tan bondadoso y compasivo mandó a Moisés para que construyera una serpiente de bronce y todo aquél que la mirara cuando fuera mordido no muriera más. Así es nuestro Dios, si volvemos a él nos ofrece la vida y la libertad, pero si nos alejamos de él experimentamos pronto la esclavitud y la muerte a causa del veneno de la serpiente que se llama diablo.
El pecado es lo que nos hace morir ahora ya no una serpiente. Pero hoy tenemos a Jesús, el que nos ayuda en el momento de la tentación y de la prueba, para que mirándolo a él y aceptándolo en nuestra vida ya no muramos nunca más, porque en Cristo que nos fortalece todo lo podemos. Por eso va a decir San Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Jesús ha vencido a la serpiente al pasar por la cruz y por eso, nos perdona de nuestros pecados con su mirada misericordiosa. Es Jesús, que al ser levantado en alto, nos enseña el camino que hemos de seguir también nosotros, primero para abrazar nuestra cruz y ser levantados en ella; segundo, para que después de haber cargado con el peso de nuestra cruz seamos levantados junto con Cristo a la gloria de la resurrección, a la gloria eterna, a nuestra casa definitiva. Jesús es el antídoto que contrarresta el veneno de la serpiente. Por eso, miremos a Jesús, nuestro más grande mediador e intercesor, para que seamos liberados de la serpiente que devora hombres, sobre todo a aquellos que se dejan seducir y encantar por su mentira y astucia.
Así, es Jesús que nos libera de la división que trae consigo la murmuración que destruye y divide. Jesús es nuestra cabeza, nuestra verdad, el centro que nos une a todos, en Jesús estamos llamados a ser una sola Iglesia, una sola familia. Miremos a Jesús y encontraremos nuestra razón de ser y nuestro último destino. ¿A quién le vamos a hacer caso, a la serpiente o a Jesús? ¿Qué elijo hoy: la muerte (pecado) o la vida (cruz-gracia)? Que María, refugio de los pecadores, ruegue por nosotros.


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