Educar a medias es maleducar: Comentario 22 de Marzo del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
“Les
aseguro que el que es fiel a mi Palabra no morirá jamás” (Jn
8, 51). “La calidad de la educación
que se ofrece en nuestra sociedad se constata por los resultados. Hoy, la
humanidad sufre el desenfreno de las pasiones de los hombres: el egoísmo,
alimentado por la sociedad de consumo y por el libertinaje legalizado, ha
construido un mundo en donde parece que viven animales devoradores de hombres
más débiles. Ya el filósofo romano lo había definido: “El hombre es el lobo para el hombre” (Plauto, 254-184 a.C.). Casi
dos mil años después, el filósofo inglés Thomas Hobbles (1588-1679) hizo suya
esta definición y la hizo conocer en el mundo de la cultura.
Hoy
es el turno del consumismo que ha acentuado la vivencia de ese axioma. Estamos
ante un fenómeno universal, en el cual se hace apetitoso todo alimento que
engorda el egoísmo, que nos hace competidores o enemigos los unos de los otros,
hasta llegar a la destrucción del adversario. Por eso abundan los robos, los
secuestros, los homicidios, la venta de drogas y de armas, el terrorismo y las
guerras. ¿De dónde viene todo esto? De la educación sin valores, que se da
abundantemente a las nuevas generaciones.
Con
satisfacción vemos que han aumentado muchos los centros de estudios para los
niños y los jóvenes. Han disminuido los analfabetas y ha crecido enormemente
los egresados de las universidades. No obstante, la vivencia y la convivencia
de los hombres, no sólo no ha mejorado, sino que se ha deteriorado en términos
espantosos. Hay más de 700 millones de personas deprimidas; los divorcios han
alcanzado niveles impresionantes hasta llegar en algunas naciones al 70%; lo
que equivale al fracaso de un amor de grandes ilusiones, violencia,
desesperación en los niños que quedan traumados y “huérfanos de padre o madre”,
estando vivos sus progenitores. También han aumentado los suicidios entre los
jóvenes. La enseñanza sexual y el uso de los anticonceptivos han hecho disparar
los embarazos no queridos, y la cantidad de los abortos han alcanzado cifras
impresionantes: en el mundo pasan los 200 millones al año. Sin duda ese es el
pecado más grande que tiene la humanidad, hundida ahora en la sangre de
inocentes.
Ante
esta realidad no se puede decir que con los estudios se ha logrado un
mejoramiento en la vida de los hombres, sino todo lo contrario. En la formación
de las nuevas generaciones falta el conocimiento del evangelio, fuente de todo
valor que el hombre necesita para su existencia. Para muchos intelectuales o
pseudo-intelectuales este aterrizaje puede parecer ridículo: esto es
comprensible si se tiene presente que estas personas no conocen ni el contenido
ni la fuerza del evangelio.
He
aquí el testimonio de un sabio, que conocía el contenido de la Biblia, aunque
no quiso inscribirse en el número de los cristianos, por el mal testimonio que
algunos daban: “A ustedes cristianos se
les ha confiado un texto que tiene en sí la cantidad de dinamita suficiente
para hacer explotar en mil pedazos toda la civilización, para poner el mundo al
revés y llevar la paz a un planeta devastado por la guerra. Sin embargo, lo
tratan como si fuese simplemente una obra literaria, nada más” (Mahatma
Gandhi).
Es
evidente que el sistema educativo de hoy, que se da en casi todo el mundo, no
es suficiente: la humanidad va de mal en peor. Además de centrar todo el
esfuerzo hacia el mejoramiento económico para la sociedad, sin preocuparse de
los valores, se prohíbe la enseñanza de carácter religioso. La realidad es que
sin Dios el hombre se hunde en su desesperación, cometiendo todo tipo de
delitos.
La
prueba de la existencia activa de Dios, paradójicamente, nos la dan los que
viven sin aceptarlo: cuanto más la humanidad se ha alejado de Dios, más
insoportable se ha vuelto su vida. Si se quiere detener el derrumbe de la
sociedad, más que aumentar el número de policías y de cárceles, urge dar una
educación completa a las nuevas generaciones, teniendo presente lo dicho por
nuestro Señor: “No sólo de pan vive el
hombre sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4,4). Urge
poner remedio dando a las nuevas generaciones una educación con valores, que
permita respetarnos como hermanos, como hijos del mismo y único Dios” (Caminar hacia la felicidad, p. 56-60,
Pbro. Luis Butera Vullo, fundador de los Misioneros Servidores de la Palabra).
“El corazón de todo hombre y de toda mujer alberga
en su interior el deseo de una vida plena, de la que forma parte un anhelo
indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los
que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que hay que
acoger y querer” (Papa Francisco).
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