Donde no hay que buscar la felicidad: Comentario 21 de Marzo del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
Dios
ama y bendice abundantemente al hombre que se mantiene fiel, que se resiste
ante la tentación y que logra superar la prueba. En una sociedad cada vez más
influida por los medios de comunicación y cada vez más bombardeada por
ideologías, corrientes de pensamiento, hedonismo, materialismo, pansexualismo,
se corre el peligro de que el hombre se olvide de quién es, para qué nació y se
deje esclavizar por lo que le destruye. Todo ser humano nació para ser feliz,
sin embargo, no todos terminan siendo felices. “Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis
discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. La grandeza
de todo hombre que es fiel está en que se perfila hacia la felicidad, es feliz porque
es fiel y es fiel porque es feliz, es dueño de sí mismo, su corazón le
pertenece a una sola persona o causa. El discípulo que es fiel a la Palabra del
Señor conoce la verdad, el tesoro que no está dispuesto a cambiar por nada del
mundo y es absolutamente libre. Ser fiel a Dios es el camino más seguro hacia
la felicidad verdadera.
Por
eso, en la primera lectura, vemos que los tres Hebreos (Sadrac, Mesac y Abed
Negó) no estuvieron dispuestos a servir a los falsos dioses ni a postrarse
delante de la estatua de oro para adorarla según el mandato del Rey
Nabucodonosor a pesar de que los amenazó de ir a parar al horno de fuego
ardiente. No obstante, estos tres hebreos se mantuvieron firmes a la promesa
del Señor: “nuestro Dios a quien
servimos, puede salvarnos del horno de fuego ardiente y nos librará de tus
manos. Y aunque no lo haga, ten por sabido rey, que nosotros no servimos a tus
dioses ni adoraremos la estatua de oro que tú has erigido”. No cabe duda de
que estos tres hombres tenían la plena confianza y certeza de que el Señor no
los iba a abandonar nunca jamás. Llama la atención que los hebreos estaban
dispuestos a morir aunque Dios no interviniera o hiciera algo a favor de ellos
en el momento de la prueba. Eran fieles porque eran inteligentes, creían
verdaderamente que ese Dios, el verdadero y el más soberano, el único y a la
vez cercano los iba a liberar. Y así fue, Nabucodonosor terminó por bendecir y
creer en Dios cuando vio que el fuego no consumía a los hebreos, y que además,
había un cuarto hombre que se asemejaba a un hijo de los dioses que estaba
junto con ellos.
La
fidelidad a Dios implica que el cristiano confíe en el Señor, que ponga todo el
corazón en su Palabra, que mantenga la misma calidad de amor que al principio.
Por eso, quien más fiel es, más amor demuestra y quien más ama, más feliz es. La
felicidad está, entonces, en la fidelidad al Señor. ¿Pero dónde no hay que
buscar la felicidad? Unos buscan su realización en el dinero, pensando que
cuanto más ricos, más felices van a ser. El afán de conseguir mucho dinero los
impulsa a dar la espalda a su creador, poniendo su tiempo, inteligencia y
corazón en su búsqueda. Justamente el Señor nos advierte: “nadie puede servir a dos amos. Pues amará a uno y odiará al otro, o le
será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y a las
riquezas”. La búsqueda afanosa del dinero desvía al hombre de Dios, es muy
evidente. La persona se deja guiar por su interés, y pone toda su inteligencia,
su astucia, su poder político, social y económico para lograrlo. Todo su ser
está comprometido en esa búsqueda. Tanta violencia, corrupción, fabricación de
armas y venta de drogas, son causa y efecto de la adoración al dinero. Los que
viven en ese dinamismo de enriquecimiento gozan de “días felices”, pero van
amargando poco a poco su vida, debido al desinterés o desprecio del evangelio y
del daño que hacen a los demás. No se puede ser feliz sobre la infelicidad de
los otros.
Otro
gran motivo que hace a los hombres infelices es el desenfreno de las pasiones.
Para dominar las pasiones, la persona necesita desarrollar la inteligencia y
entrena, con decisiones responsables la voluntad. El haber instruido a los
niños y adolescentes sobre: “salud sexual”, ofreciéndoles todo tipo de
anticonceptivos, y no inculcando la importancia de la sexualidad y su finalidad
ha provocado un desenfreno total de las pasiones. ¿Cuáles han sido las
consecuencias? Libertinaje sexual de todo tipo: aumento de las rebeldías de los
hijos con sus papás, falta de responsabilidad e incremento de embarazos no
deseados, los abortos se han multiplicado espantosamente, no solo entre
adolescentes y jóvenes, sino también entre los adultos.
Otra
de las múltiples causas que hacen infeliz al hombre es la educación a la
violencia. No son sólo los grupos delictivos que enseñan la violencia como
parte de su diabólico trabajo, obligando a los adolescentes a matar, sino los
gobiernos y los propios padres. Los programas televisivos llenos de violencia
enseñan a “triunfar en la vida”, usando el engaño y las armas. Educar a la
violencia es impedir que haya paz en las familias, en la sociedad y entre las
naciones. ¿Por qué empresarios, gobiernos, educadores… no trabajan para evitar
la superproducción de películas y programas que envenenan la cabeza de miles y
millones de personas?
La
formación a una vida de paz es de suma importancia para la sociedad y las
familias, mucho más que la economía. Vale más una sociedad educada en los
auténticos valores, que un estado con riqueza económica exuberante y llena de
desordenes y deleites. “Si ustedes
permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán
la verdad y la verdad los hará libres”. Conocer la verdad es reconocer a
Jesucristo como el Hijo de Dios, capaz de morir y resucitar para salvarnos de
nuestros pecados. Sólo si lo aceptamos a él, como a nuestro único Dios seremos
libres y tendremos paz en nuestro corazón y sociedad. María, auxilio de todos
los cristianos, ruega por toda la humanidad.
Amén
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