Comentario 17 de Enero del 2018: “Triunfar significa confiar en Dios”



Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra, 
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles



Todos tenemos que librar alguna batalla en cierto momento de la vida. Batalla, como la que nos presenta la liturgia de la palabra el día de hoy, en la que David vence a Goliat para defender a todo el pueblo de Israel del pueblo enemigo de los filisteos. Pero, ¿cómo hemos de ganar nuestras propias batallas contra el enemigo? ¿Qué necesitamos para poder triunfar en la vida?
Primero, reconocer que Dios nos ha dado dones, talentos y cualidades para ponerlos al servicio de los demás. Siempre tenemos algo que Dios nos ha regalado como a David, que a pesar de que todavía era un muchacho, no quiso guardárselos para sí, sino que decidió compartir su más grande riqueza: la del corazón, para ayudar a su pueblo.
Segundo, David no quiso ir a pelear contra Goliat con lanzas, espadas y armaduras, no, David fue a pelear con lo que siempre había peleado contra los osos y los leones: con su honda. Ante las batallas más duras, siempre es necesario ser como nosotros somos, no ponernos máscaras ni aparentar lo que no somos o ponernos cosas externas que nos hagan ver más grandes y oponentes. Es necesario reconocer quiénes somos y enfrentarnos ante el oponente sin olvidarnos de dónde venimos y por lo que  peleamos. David fue a pelear con toda su juventud y sencillez que le caracterizaba, de esa sencillez y humildad le brotaba su más grande fuerza y valentía.
Tercero, David iba a pelear pero no iba sólo, iba en el nombre del Dios de los ejércitos, él sabía perfectamente que el Señor estaba con él. No confió más en sí  mismo sino que quiso poner toda su confianza en Dios porque sabía que él se resiste a los soberbios y que nunca lo iba a abandonar. En esto consiste nuestro verdadero triunfo, en hacernos pequeños, en poner la fuerza de la humildad ante la fuerza de la soberbia, en abandonarnos en las manos de Dios y decirle que nada podemos sin su ayuda. Nuestra más grande defensa es el Señor, nuestro Dios, con él a nuestro lado nada nos puede faltar. En él, lo que aparenta ser una pérdida, resulta ser ganancia.
Cuarto, a David lo invadía un gran celo y amor por Dios: “Así toda la tierra sabrá que hay un Dios para Israel”. David se decidió a pelear no sólo porque tenía un gran amor por su pueblo, sino sobre todo, un gran amor por Dios. Así todos iban a saber que Yaveh jamás defrauda y que él es más poderoso que cualquier otro “dios”. La arrogancia de Goliat, no estaba desafiando ni a David, ni al pueblo de Israel, sino a Dios. Pero como siempre, el Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
De este modo, la humildad, la valentía, la fe y el amor por Dios hicieron que David pudiera cortarle la cabeza a Goliat, vencer a los enemigos opresores y mostrar la gloria y el poder de Dios. De este modo, Dios le mostraba a su pueblo, el gran amor que sentía por ellos.
Pero también encontramos en el evangelio, a los fariseos que no buscan mostrar la gloria de Dios, sino su propia gloria. Los fariseos son gente pesada y legalista, que se sienten los dueños de la vida de los demás, sienten que son los únicos que pueden opinar y decir cómo se tienen que hacer las cosas, sienten que son dueños de las cosas más sagradas. Más que buscar la gloria de Dios, lo único que buscan es hacer que se respete su palabra, su autoridad y postura.
Les pregunta Jesús: “¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla? Pero ellos callaron, no dijeron nada. Ese es, muchas veces nuestro problema, que somos duros de corazón, que no hemos aprendido a amar con el corazón a Dios y a los hermanos y por ello no nos decidimos por hacer lo bueno. Más que curarle Jesús la mano paralizada al enfermo, los que necesitaban ser curados del corazón eran los fariseos. Sus corazones estaban paralizados, no sabían que era amar, dar, y ayudar. Vivían encerrados en sí mismos, en su propio egoísmo y soberbia. Está claro que ellos no buscaban la gloria de Dios, sino su propia gloria. Pero el poder de Jesús, que es tan grande y misericordioso, le dijo al de la mano paralizada: “Extiende tu mano”. Con ello le devolvió la capacidad de amar, de ayudar, de servir y de darse a los demás. El mal, al final, no triunfó, sino el amor infinito de Dios que es capaz de vencer cualquier miedo.
Pidamos la intercesión de nuestra madre, para que con su ayuda maternal, podamos ganarle la batalla al enemigo.

Comentarios

Publicar un comentario

Nuestras publicaciones

¿Qué significa las letras JHS?

ROSARIO POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO (DICTADO POR JESÚS)

9 Frases y pensamientos para Corpus Christi

HORA SANTA DE REPARACIÓN MARIANA

¿Por qué Jesús eligio a Pedro?

Coronilla de las Almas del Purgatorio Santa Gertrudis

Comentario 22 de Diciembre del 2017: El humilde agradece, el soberbio se resiste.

Bienvenido Mayo

Ser pobre en el corazón, esto es santidad: Comentario 22 de Junio del 2018

CORONA FRANCISCANA DE LOS 7 GOZOS