BEATA ANA CATALINA EMMERICK Y SU ÁNGEL CUSTODIO











BEATA  ANA  CATALINA  EMMERICK
Y  SU  ÁNGEL  CUSTODIO



                                                    LIMA – PERÚ




Nihil Obstat
P. Ignacio Reinares
Vicario Provincial del Perú
Agustino Recoleto



Imprimatur
Mons. José Carmelo Martínez
Obispo de Cajamarca (Perú)


ÁNGEL PEÑA O.A.R.
LIMA – PERÚ

ÍNDICE GENERAL

INTRODUCCIÓN

PRIMERA PARTE: Vida de Ana Catalina
1.- Ambiente histórico
2.- Sus padres
3.- Infancia
4.- Primera comunión
5.- De sirvienta
6.- De costurera.
7.- Deseo de ser religiosa
8.- Vida religiosa
9.- Supresión del convento
10.- Investigación eclesiástica
11.- Investigación gubernamental
12.-Víctima de amor
13.- Dones sobrenaturales
a) Hierognosis b) Bilocación
14.- Sus visiones
15.- Carácter
16.- El purgatorio
17.- Amor a la Iglesia
18.- Última enfermedad y muerte
19.- Exhumación
SEGUNDA PARTE: Su Ángel custodio
1.- Los ángeles
2.- Los santos y los ángeles
3.- Compañero de la infancia
4.- Guía y maestro
5.- Protector en los peligros
6.- Consejero espiritual
7.- Ayuda en las dificultades
8.- Conocimiento sobrenatural
9.- Medico celestial
10.- Viajes el purgatorio
11.-Viaje al infierno
12.- Viajes internacionales

REFLEXIONES. 
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN

La vida de la beata Ana Catalina Emmerick es una historia maravillosa de fe católica. Su vida nos manifiesta lo que es la fe católica vivida en plenitud hasta las últimas consecuencias. Ella fue una imagen viviente del Evangelio y de Cristo, de quien recibió los estigmas.

Tuvo dones extraordinarios, especialmente la hierognosis, para reconocer las cosas benditas de las profanas. También sobresalió de modo eminente en el don de bilocación, pues viajaba en espíritu, acompañada de su ángel, por muchas partes del mundo. Sus visiones y revelaciones la han hecho famosa en el mundo entero; y el gran director de cine Mel Gibson tomó de sus revelaciones los datos para filmar su famosa película La Pasión.

Una peculiaridad suya fue el vivir en permanente diálogo con su ángel custodio. Es el tema del presente libro, las experiencias que tuvo con su ángel de la guarda.

Ojalá que el conocimiento de su vida pueda estimular a cuantos lean este librito a seguir sus pasos en el camino hacia la santidad.





Nota.- Sch se refiere al libro del padre Schmoeger en tres tomos, en francés, Vie D´Anne Catherine Emmerick, Paris, Librairie Tequi, 1950.
S al libro del padre Schmoeger en español, en un tomo: Vida y visiones de la venerable Ana Catalina Emmerick, Santander, 1979.
Akten a las actas de la investigación eclesiástica en alemán.
Tagebuch Wesener al Diario del doctor Wesener en alemán.
Tagebuch Brentano al Diario de Clemente Brentano en alemán.
Positio a la Positio super virtutibus, en tres volúmenes, en francés, presentada para el Proceso de canonización a la Congregación de las Causas de los santos. Dentro de la Positio está el Summarium (Sumario) additivum (añadido); el Summarium, parte 1 y 2; y la informatio super virtutibus (información sobre las virtudes).

PRIMERA  PARTE
VIDA  DE  ANA  CATALINA


1. AMBIENTE  HISTORICO
 
Ana Catalina (1774-1824) vivió en una época de guerras y revoluciones. En 1790, la revolución francesa con sus leyes antirreligiosas llegó a Alemania. Los franceses invadieron el país, saquearon muchos conventos e iglesias y miles de católicos y sacerdotes fueron asesinados. En 1867 Napoleón, después de la batalla de Jena, se anexionó la región católica de Westfalia, donde vivía Ana Catalina. Allí formó un reino bajo el mando de Jerónimo Bonaparte, que en 1810 fue anexionado al imperio francés. En 1811 Napoleón suprimió todos los conventos. Las religiosas del convento agustiniano donde vivía Ana Catalina tuvieron que salir a la calle a vivir con sus familias o donde pudieran. En 1815, después de la batalla de Waterloo y la derrota de Napoleón, la región católica de Westfalia fue anexionada a Prusia, de mayoría protestante.

Los católicos tuvieron que sufrir muchas dificultades al ser considerados ciudadanos de segunda clase y ser sus derechos restringidos.


2. SUS  PADRES

Sus padres fueron Bernardo Emmerick y Ana Killers, que habían contraído matrimonio en 1766. Eran unos sencillos y piadosos campesinos que vivían en la aldea de Flamske, a media hora del pueblo de Koesfeld, perteneciente a la diócesis de Münster. Ana Catalina nos los describe así:

Mi padre me enseñó a rezar y hacer la señal de la cruz. Me tomaba en brazos, me cerraba la manecita y me enseñaba a signarme. Luego me abría la mano y me enseñaba a santiguarme. Muy pronto, cuando ya sabía la mitad del padrenuestro o algo menos, repetía muchas veces lo que sabía hasta que me parecía que había rezado tanto como si lo hubiera dicho entero .

Mi padre me llevaba muchas veces consigo al campo muy de mañana. Cuando salía el sol, se quitaba el sombrero, rezaba y hablaba con Dios, que hace salir el sol tan hermoso sobre nosotros. También solía decir que es muy funesto y censurable permanecer en la cama, dejando que salga el sol y nos halle durmiendo, pues de aquí proviene que las casas, los campos y las personas perezcan. Cuando salíamos juntos antes del amanecer, me decía mi padre: “Mira, todavía no ha pasado ningún hombre por aquí. Nosotros somos los primeros. Si tú rezas con devoción, bendeciremos el país y los campos. Es muy hermoso salir, cuando todavía nadie ha pisado el rocío; aún está en el campo la bendición de Dios, porque aún no se ha cometido en él ningún pecado ni se ha dicho ninguna palabra mala” .

Cuando tocaban a misa, se quitaba el sombrero y rezaba en silencio. Luego me invitaba: “Ahora sigamos la misa”. Y, mientras trabajaba, me decía: “Ahora el sacerdote hace esto, después hace aquello”, y ambos rezábamos y nos santiguábamos... Y me decía: “La gente habla de milagros y, sin embargo, vivimos constantemente de los milagros y de la gracia de Dios. ¡Mira el grano de trigo en la tierra! Está enterrado y saldrá de él una gran espiga que producirá el céntuplo. ¡Eso es un gran milagro! .

Mi madre me enseñó las primeras lecciones de catecismo... Cuando jugaba con otros niños decía: “Siempre que los niños juegan con modestia unos con otros, los ángeles o el niño Jesús está con ellos” .

Solía decir: “Señor, como Tú quieras, no como yo quiera; golpéame lo que quieras, pero dame paciencia”. Esa fue mi primera Biblia y no la he olvidado .

Ella amaba mucho a sus padres y rezaba mucho por ellos. Recuerda: En una ocasión, mi madre estaba en cama con erisipela en la cara. Yo estaba sola junto a ella y me sentía triste de verla así. Me arrodillé en un rincón y le rogué a Dios con fervor. Yo sentí un fuerte dolor de dientes y toda mi cara se inflamó. Cuando todos regresaron a casa, mi madre estaba aliviada y yo no tardé en mejorar . Algunos años después, yo tenía dolores fuertes. Mis padres estaban enfermos. Me arrodillé junto a su cama y rogué a Dios. Yo me vi con mis manos juntas por encima de ellos y me sentí impulsada a orar para que se curaran .




3. INFANCIA

Nació Ana Catalina el 8 de setiembre de 1774 en la aldea de Flamske, a 3 kilómetros de Koesfeld. Era la quinta de nueve hermanos, de los que cuatro murieron pronto. Recibió, según la costumbre de la época, el bautismo el mismo día de su nacimiento en la iglesia parroquial de Santiago, del pueblo de Koesfeld.

Desde muy niña, tenía horror al pecado. Ella dice que a los tres años solía exclamar: “Oh  Señor y Dios mío, haz que yo muera, porque los que crecen y se hacen grandes te ofenden con muchos pecados. Cuando salía de casa, me decía a mi misma: “Oh si yo cayese muerta aquí, delante de esta puerta, no ofendería más a Dios” .  Nos refiere: Siendo pequeña de apenas tres años, yo sentía una viva inclinación a Dios y a servirlo. A los seis o siete años encontraba un placer extraordinario, recogiéndome en oración . Y pensaba mucho en los sufrimientos de la Pasión de Jesús .

También desde pequeñita tenía familiaridad con el niño Jesús y otros santos que se le aparecían y conversaba con ellos como con personas normales. Y así declara: Tenía seis años y confeccionaba ropa para los pobres… El niño Jesús venía y me enseñaba y me ayudaba a hacer gorritos y otras prendas. Mi madre se admiraba mucho de cómo yo podía hacer estos trabajos .

Cuando guardaba las vacas, venía el niño san Juan Bautista. Yo le decía: “Juancito, el de la piel de camello”, ven aquí conmigo. Él venía y se entretenía conmigo .

Los testigos del Proceso de su canonización están de acuerdo en afirmar que era una niña muy educada, amable y piadosa. Prefería ir a la iglesia que tomar parte en las diversiones de otros niños. Como dirá una de sus amigas: Nunca la oí hablar mal de otros. Sus conversaciones trataban de la Biblia, de los santos y de las verdades de le fe, evitando las conversaciones mundanas. Pero no era de carácter triste, sino todo lo contrario, muy agradable con todos y tenía  buen corazón .

Su amiga Clara Söntgen certificó en el Proceso: En la escuela se distinguía por su inteligencia de los otros niños. El maestro dijo a sus padres que él no podía  poner ninguna cuestión a la que ella no supiera responder. Ella sólo asistió a la escuela durante cuatro meses. El resto lo aprendió mientras guardaba el ganado y en sus horas libres .

Su mayor alegría era ayudar a los demás: Siendo muy pequeña, tenía que vendar las heridas a los vecinos, porque yo lo hacía muy suavemente y con más cuidado. Cuando veía alguna llaga, decía para mí: “Si la oprimo, dolerá mucho, pero debe curar”. Y tuve la idea de chupar las llagas y se curaban. Nadie me enseñó esto. Me lo sugirió el deseo que tenía de que se curasen . Sentía mucha compasión por su prójimo y con frecuencia le pedía al Señor que le enviara a ella las enfermedades de los otros.

Su oración era un dialogo amistoso con su papá Dios: Yo le hablaba como un hijo a su padre . Era muy raro que pidiera alguna cosa para mí. Mis intenciones eran la conversión de los pecadores y la liberación de las almas del purgatorio .


4. PRIMERA  COMUNIÓN

Hizo su primera comunión a los doce años, probablemente el día de san Ludgero, patrón de la diócesis, como era costumbre en aquel tiempo, en el tercer domingo de Pascua. Ella cuenta que no rezó por muchas intenciones. Simplemente pidió al Señor que hiciera de ella una niña buena que fuera digna de su amor. Luego rezó también por sus padres .

A partir de ese día, la Eucaristía se convirtió en el centro de su vida y de su amor. Su mayor alegría era ir los domingos a confesar y comulgar .

A partir de entonces, sintió un mayor deseo de mortificarse y de amar a Jesús. Cuando iba a la iglesia, se concentraba en el sagrario, como si viese a Jesús. Nos manifiesta: Dividía el tiempo de una comunión a otra, dedicando la primera comunión a dar gracias por la comunión recibida y la segunda para la preparación de la siguiente. Invitaba a todos los santos a unirse a mí para dar gracias y rezar a Dios, y suplicaba al Señor que me ayudara a disponer mi corazón para lo que fuera más agradable .


5. DE  SIRVIENTA

Después de su primera comunión, a sus doce años, la colocaron sus padres de sirvienta en la casa del rico propietario en cuya granja trabajaba su padre y que era de la familia. Ella conocía la granja desde niña, pues había ido a jugar con los niños de la casa y a prestar pequeños servicios. Sus padres quisieron que se relacionara con otras personas, pues no veían con buenos ojos su afán de soledad. Durante tres años estuvo constantemente en casa de estos parientes, incluso para dormir .

 Durante estos tres años maduró mucho espiritualmente. La propietaria de la granja, Elisabeth Emmerick, afirmó: Nunca tuve nada que reprocharle y todos nos entendimos muy bien con ella .

Algo que le gustaba mucho era hacer el ejercicio del Vía crucis desde Flamske hasta la santa Cruz de Koesfeld, que estaba en la iglesia de san Lamberto y era del siglo XIII. Solía hacer el Vía crucis a pie descalzo. Los domingos invitaba a otros jóvenes a que la acompañaran. Los demás días solía hacerlo en la noche, escalando el muro de la casa, si estaba la puerta cerrada.

Pero un día, el granjero la siguió con un criado y se sintieron conmovidos por su piedad,  de suerte que le permitió que lo siguiera haciendo en el futuro. Y, aunque le ofreció quedarse por la mañana más tiempo en cama, ella lo agradeció, pero no aceptó. 


6. DE  COSTURERA

A sus quince años sus padres la reclaman para hacer las labores de la casa. Ella empezaba a sentir deseos de ser religiosa, pero su madre hizo todo lo posible para disuadirla, haciéndole ver la dureza del estado religioso como algo muy duro, especialmente para ella, hija de un pobre campesino .

Sus padres ven con buenos ojos que algunos jóvenes se fijen en ella y revoloteen a su alrededor, y le obligan a que salga a divertirse con sus compañeras, lo que aumentaba más su deseo de entrar en un convento.

En su casa estuvo muy poco tiempo. Sus padres pensaron en su futuro y la enviaron a Koesfeld, para que aprendiese costura al taller de Elisabeth Krabbe. Al cabo de dos años regresó a casa por encontrarse enferma. Al recuperarse, de nuevo fue a Koesfeld para que aprendiese más costura, estando allí otros tres años.

A sus 18 años recibió el sacramento de la confirmación: Desde que fui confirmada, nunca pudo mi corazón dejar de pedir a Dios que castigara en mí todas las culpas que Él me mostraba o que yo mismo veía .

En estos tres últimos años de aprendiz de costurera, sufrió la noche oscura. Los ejercicios espirituales, que hasta entonces realizaba con gran alegría, le resultaban ahora aburridos. Continuó haciéndolos pero pensaba que no podía comulgar tan frecuentemente. Y tuvo muchas tentaciones de vanidad y de buscar la compañía de otros jóvenes .

A los 20 años regresó a su casa. Su padre le preparó una habitación de la casa para que pudiera trabajar, y ella iba a visitar a los vecinos para ofrecer su trabajo. Rápidamente consiguió una buena clientela y tuvo que buscar una joven aprendiz de 14 años que le ayudara. Trabajó cinco años de forma independiente, logrando reunir siete u ocho piezas de tela de lino que le sirviesen para pagar la dote cuando tuviese que entrar al convento.


7. DESEO  DE  SER  RELIGIOSA

Desde pequeña sentía fuertes deseos de ser religiosa. Cuenta que a sus 16 años, estaba trabajando en el campo a las tres de la tarde con sus padres, y tocaron a vísperas las campanas del convento de la Anunciación de Koesfeld. Muchas veces las había oído, pero ese día se sintió poseída de tan maravilloso anhelo por el convento que estuvo a punto de caer desmayada. Le parecía oír una voz que le decía: “Entra en el convento, suceda lo que sea”. No pudo trabajar más y tuvieron que llevarla a su casa .

Sus padres trataron por todos los medios de quitarle esa idea y ella enfermó. Esta negativa de mis padres me llegó tan a lo vivo que mi enfermedad se agravó y hube de quedarme en cama .

A los 25 años se decidió en serio a seguir su vocación y pidió entrada en las agustinas de Borken y en las Clarisas de Münster, pero no la aceptaron. Las Clarisas le dieron esperanza en el caso de que fuera organista, pues necesitaban una.

Para aprender órgano fue a vivir a casa del organista Söntgen. Era un buen hombre, viudo y tenía una hija, Clara, diez años menor que ella, y vivían en extrema pobreza. Ella nunca aprendió a tocar el órgano. En la casa hacía de sirvienta y por caridad fue vendiendo sus telas de lino para tener con qué darles de comer.

A los 27 años de edad, el año 1801, las trapenses del convento Nuestra Señora de la Fidelidad de Rosenthal, cerca de Darfeld, la aceptaron, pero sólo pudo estar unas pocas semanas. Según el libro de Crónicas de la Comunidad, la Madre Priora consideró que las vías extraordinarias de la sencilla campesina podían perturbar a las demás religiosas de la Comunidad .

Por fin, cuando tenía 28 años, la admiten las canonesas regulares de san Agustín de Dülmen. Habían antes aceptado a Clara Söntgen como organista sin pagar dote, porque necesitaban urgentemente de una organista; pero el papá, como una forma de agradecer a Ana Catalina lo que había hecho por ellos, declaró que no daría permiso a su hija, si no aceptaban también con ella a Ana Catalina sin dote y como religiosa de coro. Las agustinas aceptaron, aunque a regañadientes, pues era un convento pobre y necesitaban dinero para su mantenimiento.


8. VIDA  RELIGIOSA

El convento de las agustinas de Dülmen había sido fundado en 1457, había tenido momentos de gran esplendor con una comunidad grande y fervorosa, pero en tiempos de Ana Catalina sólo contaba con ocho religiosas —con las dos nuevas serían diez—, y la comunidad estaba relajada. En 1799 se les hizo una visita pastoral  y se consignaron muchas faltas a la Regla y al espíritu religioso. Se prohibió que las hermanas salieran del convento a diversiones como bodas, festejos, etc. Se limitaron los tiempos de locutorio y se prohibieron a las personas ajenas al convento las idas y venidas por el claustro. El motivo se debió a que habían alquilado algunas celdas a personas laicas, como una forma de conseguir dinero, y hasta la espaciosa sala capitular la alquilaban para fiestas profanas. Debido a la pobreza del monasterio, se llegó a la costumbre que cada hermana se hiciera cargo de su desayuno, de la mitad de los gastos médicos y de parte de su vestimenta, teniendo derecho a dos medios días semanales libres para trabajar por su cuenta, guardándose el salario para estos gastos, que no cubría la comunidad. Esto dio lugar a ciertos individualismos y a que dispusiese cada una de  dinero propio, lo que iba contra el voto de pobreza.

Ana Catalina y Clara entran el 13 de setiembre de 1802. Ana Catalina tiene 28 años. Deben vivir en una misma celda, pues las otras están alquiladas. A Ana Catalina le hacen sentir desde el primer momento que debe trabajar para ganarse el derecho de ser religiosa, ya que había entrado sin dote. Como ella no tenía dinero ni provisiones de té o café, todas las mañanas iba a la cocina con su pequeña cafetera y recogía los posos que las otras hermanas habían tirado la víspera y los hervía, bebiéndoselos después a modo de desayuno .

Como estaba enferma frecuentemente, debía pagar sus medicamentos y, lo peor de todo, era que el doctor Krauthausen, médico de la Comunidad, no la entendía y le mandaba medicinas muy caras. Un envase podía costar hasta dos táleros y solía ocurrir que el médico cambiaba la receta, cuando el recipiente estaba aún medio lleno .

Cuando al término del noviciado debían las dos hacer sus votos, se presentó un grave problema. Ana Catalina se había hecho garante del papá de Clara. Como él no podía pagar, el acreedor le reclamaba a Ana Catalina que tampoco tenía nada. Y la priora le avisó que deberían atrasar su profesión hasta que la deuda fuera pagada.  En  esos difíciles momentos se fue a orar con fervor a la iglesia conventual y, al regresar a su celda, encontró en la ventana exactamente los 10 táleros que necesitaba .

Hizo su profesión el 13 de setiembre de 1803. Sus padres asistieron y estuvieron contentos, trayéndole algunos regalos, porque ya habían aceptado con alegría su vocación y en su corazón había entregado su hija a Dios.

En el convento pasó diez años. Como dicen los testigos del Proceso: Estuvo casi siempre enferma, y a menudo tuvo que guardar cama durante varias semanas. Pero lo que aumentaba aún más su prueba era el hecho de ser considerada por sus hermanas como una mujer floja y exaltada, digna de ser despreciada, porque solía comulgar más que ellas, distinguiéndose dema¬siado en eso de las demás .

Hubiera querido quedarse en la capilla para orar por la noche, pero la Priora se lo prohibió para que no llamara la atención. Su deseo de recibir la comunión era tan grande que un día, toda inflamada en tan grande deseo del adorable sacramento, fue transportada en espíritu a la iglesia. Se encontró arrodillada delante del sagrario, estando a punto de abrirlo para darse a sí misma la comunión. Pero, entonces, se dio cuenta de que eso era algo ilícito y le rogó al confesor que la confesara y le diera la absolución. Él quiso tranquilizarla, como si se hubiera tratado de un simple sueño, pero ella estaba segura de que no había sido un sueño, sino que se había encontrado realmente, en persona delante del sagrario .

Se levantaba antes de medianoche y también hacia las tres o cuatro de la mañana, porque sentía un deseo violento que no le permitía esperar mucho tiempo para recibir la santa comunión. Cuando la recibía, su alma se llenaba de una gran alegría… Cuando había comulgado, sus hermanas notaban en ella una serenidad y una fuerza especial, aun cuando estuviera débil y enferma .

Frecuentemente deseaba comulgar antes de la hora señalada. Su deseo de la Eucaristía se hacía tan vehemente que no podía soportarlo. En una ocasión, poco después de medianoche, creyó morir por ello. Sentía como si le abrasara un fuego interior… El padre Lambert le reprendió por llamar a su puerta a una hora tan intempestiva, pero, viendo el estado en que se encontraba, accedió a darle la comunión .

Cuando trabajaba lo hacía mirando continuamente hacia el sagrario de la iglesia y enviaba continuos besos y mensajes de amor a Jesús Eucaristía.

Era notable su amor a la Virgen María, a la que tenía como madre suya. Desde niña la quería muchísimo. Muchas veces veía en la hostia consagrada a Jesús, pero también María se le aparecía con el niño en brazos y se lo prestaba para que pudiera disfrutar de sus abrazos. Todos los días rezaba el rosario, según afirmó su sobrina María Emmerick en el Proceso. Conocía la vida de María y de Jesús con todos los detalles porque a través de sus visiones y revelaciones, Dios se la hacía ver como si fuese un testigo presencial. Debido a ello Clemente Brentano pudo escribir, a partir de lo que ella le dictaba, La Dolorosa Pasión de Jesucristo y la Vida de la Santísima Virgen María.


9. SUPRESIÓN  DEL  CONVENTO

El 3 de diciembre de 1811, el convento fue suprimido por las autoridades francesas. Las religiosas se dispersaron cada una por su lado. Ana Catalina se quedó la última con una criada caritativa que la cuidaba, por hallarse enferma. Salió probablemente en mayo de 1812. El capellán de la Comunidad, el padre Lambert —sacerdote francés inmigrante —, la aceptó como ama de llaves. El había alquilado una habitación en la calle Münster, de Dülmen, en el primer piso, con ventana a la calle, en casa de la viuda Roters, donde ella vivió a su lado. Al principio pudo nuestra santa cumplir sus obligaciones, pero en la Navidad de 1812 tuvo que guardar cama. Se recuperó un poco y recayó el martes de Carnaval de 1813, debiendo guardar cama definitivamente durante once años, hasta su muerte .

En febrero de 1813 llegó su hermana Gertrudis,  a quien llamaban Drüke, la cual resultó para ella una cruz muy pesada de soportar. Según algunos testigos del Proceso, era tosca, grosera, irritable, orgullosa y la trataba con brutalidad.

En el mes de marzo de 1813 fue a visitarla el doctor Wesener, el cual no creía que sus llagas tuvieran un origen sobrenatural. Ella lo recibió sentada en la cama, le hizo sentarse junto a ella y le recordó como en un espejo toda su vida pasada, su infancia piadosa y su falta de fe. Él comentó después: No había en lo que me dijo nada que me convenciera, pues hubiera podido enterarse de todo a través de terceros que me conocieran. Sin embargo, me manifestó con todos sus menores detalles  sucesos concretos de mi vida, que  sólo podía haber conocido a través de una revelación sobrenatural. En efecto, habían sucedido entre Dios y yo, de lo cual nadie más hasta entonces había podido tener jamás el menor conocimiento. Yo exclamé: “Solo Dios se lo ha podido revelar. Así pues, es cierto lo que enseña la Iglesia” .

A partir de ese momento, Wesener se convertirá en su médico personal. El padre Limberg, su confesor ordinario, de acuerdo con Wesener, piensan que es necesario hacer una investigación para aclarar el origen sobrenatural de las llagas. En unión con el doctor Krauthausen y el deán Rensing le piden a la enferma que responda bajo juramento a seis preguntas concretas sobre sus llagas. Ana Catalina las responde con sencillez y se deja examinar.


10. INVESTIGACIÓN  ECLESIÁSTICA

El deán Rensing informa a su Vicario general Von Droste (por falta de obispo) las observaciones realizadas y el Vicario ordena una investigación exhaustiva. El mismo la visita, quedando muy impresionado.

Da instrucciones para que el deán Rensing dirija una investigación con objeto de conocer sus antecedentes y recibir testimonios de sus familiares y conocidos. El padre Limberg debe transmitirle todo lo sepa que no sea materia de confesión. Y el padre Overberg, el director espiritual extraordinario de Ana Catalina, le pide a ella que responda a todas las preguntas que le hagan. Lo peor de todo fueron las curas que le aplicaba el doctor Krauthausen con la intención de curar sus llagas. Le quitaba las costras que las cubrían —en manos, pies y costado—, y las vendaba. Esto le producía tan fuerte dolor que no la dejaba dormir por la noche.

Por último, decidieron vigilarla día y noche por turnos, de dos en dos, sin perderla de vista. Esta vigilancia comenzó el 9 de junio de 1813  y terminó el 19 del mismo mes. La conclusión de esta investigación eclesiástica fue que durante esos nueve días completos no había tomado alimento alguno, excepto la comunión diaria. La vieron en éxtasis todos los días entre las diez y las doce de la noche y no pudieron descubrir que las llagas fueran producidas por ella misma o por otras personas.


11. INVESTIGACIÓN  GUBERNAMENTAL

Cinco años más tarde la cuestión de las llagas era objeto de preocupación en el gobierno de Berlín, a tal punto que el Ministro de Asuntos religiosos de Berlín ordenó una nueva investigación, que sería realizada por médicos, elegidos por ellos, ella sería examinada fuera de su casa y vigilada día y noche.

El 7 de agosto de 1818, ayudados por la policía, los miembros de la Comisión la sacaron a la fuerza envuelta en una manta y la llevaron a otra casa de la misma ciudad de Dülmen. Sin ningún miramiento los investigadores se ensañaron con ella, llegando los interrogatorios a veces a durar dos o tres horas, presionándola para que confesase que las llagas fueron provocadas por ella o por otras personas; la obligaban a alimentarse y ella lo vomitaba todo, sufriendo lo indecible. Pero lo que más la hizo sufrir fue la falta de comunión diaria y la ausencia total de respeto a su pudor. Le dirá después al doctor Wesener, a quien prohibieron visitarla en esos días: Estaba completamente llena de vergüenza, porque me obligaron a desnudarme y las frases que oía me confundieron. Cuando intenté cubrirme un poco el pecho, me volvieron a arrancar la camisa .

La investigación terminó el 29 de agosto, en que la llevaron a escondidas a su antigua habitación. Los doctores que formaban la comisión, a excepción del doctor Zumbrinck, creyeron que todo era un fraude, pero la intervención personal del rey de Prusia, Federico Guillermo III, acabó con la polémica, pues envío a su propio médico, el doctor von Wievel, quien reconoció que no existía ninguna impostura.


12. VÍCTIMA  DE  AMOR

Ana Catalina ofrecía todo al Señor por la conversión de los pecadores. El doctor Wesener tardó nueve años en comprender que la mayor parte de sus padecimientos eran consecuencia de su caridad y olvido de sí misma, dispuesta a cargar libremente sobre sí los sufrimientos de los demás. Y así atestigua: En sus éxtasis hablaba de ello como de un trabajo que tomaba sobre sí, y solía predecir el momento en que tendría fin. Cuando recuperaba la conciencia, no recordaba haber hablado ni tampoco, por supuesto, todo lo que se refería a su persona .

Un día de julio de 1815 el internuncio Chamberlain fue a visitarla. Pasado un tiempo le escribió desde Roma solicitándole que rezara por un cardenal aquejado de una enfermedad ocular, que le impedía atender a sus numerosos e importantes asuntos. Desde entonces ella empezó a padecer dolores en los ojos que aumentaban de día en día, y que llegaron a ser muy fuertes .

Los días de carnaval eran para ella días de terribles sufrimientos, a causa de los pecados que se cometen en esos días. Sobre esto declara lo siguiente: Dios me hace ver todas las abominaciones y el libertinaje y las trampas tendidas por el diablo .

Desde niña siempre he rogado para que las dolencias de la gente viniesen sobre mí. Al hacerlo pensaba que Dios no manda ningún sufrimiento sin tener una especial razón; y que mediante ese sufrimiento se debe reparar algo. Yo pensaba que la causa de por qué a veces el mal oprime poderosamente a alguno, es porque ninguno quiere tomar sobre sus espaldas el mal de otro. Por eso rogaba al Señor que se dignase dejarme reparar y expiar por mi prójimo, y le pedía al niño Jesús para que me ayudase. Muchas veces tenía por esto bastantes dolores .

Todo lo ofrecía ella con amor, consiguiendo así infinidad de bendiciones para todos. El demonio, disgustado por todo lo que hacía, procuraba hacerla sufrir todo lo que podía, apareciéndose continuamente a ella bajo diferentes figuras —ya sea como un hombre, animal o monstruo—, pero ella no le tenía miedo, porque siempre estaba acompañada de su ángel custodio.

Como muestra de esto ella refiere: Un día en que hacía oración con mucho fervor ante el Santísimo Sacramento, el maligno se lanzó junto a mí sobre el reclinatorio con tanta violencia que éste crujía. Aunque inicialmente sentí escalofríos, no logró turbarme. Proseguí con mayor celo que antes y entonces desapareció .


13. DONES  SOBRENATURALES

Ana Catalina tuvo muchos dones sobrenaturales como inedia, vivir sin comer. Durante  tres años completos, entre 1813 y 1816, sólo se alimentó de pura agua fresca y la comunión diaria. Y así lo corrobora el doctor Wesener en su Diario: Durante tres años enteros vivió solamente de agua clara. Eso es verdad y yo lo he visto. Ella bebía tres medidas de agua cada 24 horas, pero a veces, durante dos o tres semanas, no tomaba ni siquiera media medida de agua. Y lo que bebía lo vomitaba, un poco más tarde... A los que no crean, yo no tengo nada que decir, les doy autorización de creer que he sido víctima de un fraude o de tenerme por un idiota, pero les pido solamente dejar en claro la honorabilidad de mi nombre y la completa buena fe. Confieso una vez más que, a pesar de todos mis intentos por descubrir cualquier fraude por mínimo que fuese, no he sido capaz durante casi once años que la conozco. En este asunto he sido imparcial y he actuado con buena voluntad .

También tiene otros dones como el de éxtasis, levitación, profecía y conocimiento sobrenatural de los corazones; pero, especialmente, destacó en el don de la bilocación  y el de la hierognosis.

A su mejor amiga Luise Hensel le dirá en su primera visita: Créeme yo llego hasta el fondo del corazón de los que vienen a mí. Dios me ha hecho este regalo.


a) HIEROGNOSIS

Quizás el don en que más sobresalió es el de la hierognosis o conocimiento de lo sagrado. Distinguía perfectamente y con total seguridad lo que estaba bendecido por un sacerdote de lo profano. Esto manifesta el poder maravilloso del sacerdocio católico y de la bendición sacerdotal.

Clemente Brentano escribió en su Semblanza de Ana Catalina: Cuando está en éxtasis y se le acercan las manos ungidas del confesor, ella levanta la cabeza y las sigue con ella hasta que el confesor las retira. Entonces, vuelve ella a dejar caer la cabeza. Esto le sucede con todos los sacerdotes. Quien tal vio, como lo vi yo, no puede menos de reconocer que sólo en la Iglesia hay sacerdocio y que la consagración sacerdotal es algo más que una ceremonia. Una vez le oí decir: “Los dedos consagrados de los sacerdotes serán conocidos en el purgatorio y en el infierno arderán con un fuego especial” .

“Es muy triste constatar la negligencia que tienen los sacerdotes en nuestros días respecto de las bendiciones. Parece que no saben muchas veces lo significan estas bendiciones. Gran número de ellos, apenas creen en su poder, y se avergüenzan de ellas como de ceremonias anticuadas y supersticiosas. Cuando ellos no me bendicen, Dios me suele bendecir; pero, como el mismo Dios ha instituido el sacerdocio y le ha otorgado la potestad de bendecir, casi desfallezco por el deseo de recibirlas” .

Un día el diablo la atacó por la noche y la tiró fuera de la cama. Ella se arrastró hasta el armario. Dice:Tomé la estola del confesor que estaba allí guardada, y me la puse al cuello. Entonces, dejó de molestarme . ¡Maravilloso efecto de la estola sacerdotal bendita!

Algo muy hermoso para ella era el sonido de las benditas benditas. Sobre ello manifiesta lo siguiente: Creo que las campanas benditas ahuyentan a Satanás. Cuando en mi juventud oraba yo en el campo durante la noche, veía a los demonios muchas veces en torno mío, pero tan pronto como las campanas de Koesfeld tocaban a maitines huían... Jesús ha otorgado su bendición a los sacerdotes para que su bendición llegue a todas las cosas, penetrando y obrando en ellas de cerca y de lejos para su servicio... El sonido de las campanas benditas es para mí más santo, más alegre, más vigoroso y suave que todos los sonidos .

Cuando era sacristana, yo debía tocar la campana bendita y me sentía muy feliz, porque creía extender la bendición por todas partes, llamando a voz en grito a todas las gentes a alabar a Dios. Yo unía mis suspiros y oraciones a cada toque de la campana para que los sonidos pudieran rechazar el mal de los corazones y pudieran alabar a Dios. Hubiera querido tocar las campanas mucho más tiempo, pero debía limitarme a lo establecido .

Una mañana el padre Limberg se colocó en medio de su habitación, haciendo sobre ella la señal de la cruz con la mano y diciendo: “Que Dios te bendiga en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Y ella (que estaba en éxtasis con los ojos cerrados) hizo la señal de la cruz. Hemos hecho esta experiencia muchas veces. Ella hacía lo mismo si el padre Limberg estaba lejos, incluso fuera de la casa, y decía la fórmula de bendición mentalmente. Un día le preguntó por qué había hecho la señal de la cruz y respondió (en éxtasis): “Porque un sacerdote desde la calle me ha dado la bendición y me he sentido impulsada a signarme” .

Otra experiencia consistía en presentarle un vaso de agua bendita, y ella metía sus dedos, aun con los ojos cerrados, y se signaba. Así lo hizo el doctor Wesener: untó sus dedos en agua bendita y se los presentó, ella los besó y chupó como si el agua bendita fuera una agradable bebida; pero otra vez que le presentó sus dedos solamente, ella no reaccionó en absoluto, por no ser sacerdotales.

Otra cosa maravillosa era cómo sabía reconocer las reliquias de los santos. Distinguía las verdaderas de las falsas. Muchas veces le hicieron la experiencia de presentarle diferentes reliquias. Si había alguna falsa, la separaba; y de las verdaderas, decía de quién eran, lo que probaba que conocía sobrenaturalmente la vida de esos santos.

En una ocasión Brentano le trajo un cofrecito con unas reliquias. Lo sacó de su bolsillo y lo acercó al rostro de Catalina, que estaba en éxtasis. Entonces, ella tendió la mano, tomó el cofre y lo estrechó contra su corazón. Al preguntarle qué era, respondió: “Son reliquias”. ¿Cuántas son? Dijo: “Son quince”. . 

Francisco Hilgenberg, según atestigua en el Proceso, sacó unos huesos de una antigua tumba y refiere: Mi padre tomó uno de esos huesos y fue a  visitar a Catalina. Antes de que él le dijese algo, ella le dijo: “Sé que quieres saber de quién es ese hueso, que tienes en el bolsillo. Entiérralo, porque pertenece a un hombre indigno de cuya malicia no quiero hablar” .

Sobre el conocimiento que tenía de las reliquias y de las cosas profanas, ella refiere: Veo la luz que sale de las reliquias de los santos… Esa luz me consuela, fortalece y alegra, sintiéndome atraída hacia ella. Por el contrario, me siento repelida con repugnancia y horror, cuando me acerco a alguna cosa impura, pecaminosa, maldecida o cuando llego a un lugar donde se ha cometido algún delito o donde pesan las consecuencias de culpas no expiadas… Veo la luz y las tinieblas como cosa vivas, que producen respectivamente la luz y las tinieblas. Por eso, conozco desde hace mucho tiempo las reliquias verdaderas de las falsas .


b) BILOCACIÓN

Otro don en el que sobresalió de modo eminente fue el de la bilocación. Su ángel o un guía espiritual la llevaba muy frecuentemente a visitar distintos lugares de la tierra para ayudar a los necesitados. Eran viajes de trabajo espiritual e incluso de ayuda material.

A este respecto ella nos dice: Me parece cosa admirable que casi todas las noches haya de hacer tan largos viajes y tenga tantas cosas que hacer. Reflexionando en esto me he dicho: “Cuando estoy viajando o ayudando a alguno, todo me parece natural y verdadero, a pesar de que me hallo enferma y en miserable estado dentro de casa” .

Es imposible sin la gracia de Dios ver la centésima parte de las desdichas que he visto. También veo uno por uno, millares de santos, entre los cuales habría unos ciento, cuyas vidas se me representaban hasta en los más mínimos detalles .

Ella habla de haber estado en batallas, cuidando heridos . De una vez, que estaba curando a los heridos, declara: Los santos que me ayudaban, ocultaban a mis ojos cuanto había de vergonzoso, pues muchos de estos infelices estaban desnudos .

En ocasiones, soy conducida en espíritu a lugares donde se ven patentes las necesidades de los hombres. A veces me veo en las cárceles, otras veces junto a los moribundos o al lado de enfermos, de los pobres o de las familias, entre querellas y pecados .

A veces me encontraba entre mis hermanas, estando enferma en cama, o me estaba en la iglesia delante del Santísimo Sacramento, aunque no hubiera podido dejar mi celda por mi debilidad. Cómo era eso, yo no sé. La primera vez que me pasó creía que era un sueño. Fue cuando tenía unos 15 años y vivía con mis padres .

Una vez, una de mis hermanas creyó verme junto el fogón de la cocina, tomando alguna cosa en una vasija para comer a escondidas o cogiendo frutas del huerto. Ella corrió a decírselo a la Superiora, pero me encontró acostada en mi celda y gravemente enferma. De estos incidentes, las otras religiosas no sabían qué pensar de mí .

En sus viajes de bilocación estuvo en todas partes, ayudando y haciendo el bien a todos.


14. SUS  VISIONES

Ana Catalina es conocida en el mundo por sus extraordinarias visiones y revelaciones, que fueron recogidas y escritas por Clemente Brentano (1718-1842).

Él visitó a Ana Catalina por primera vez el 24 de setiembre de 1818 y declara: Ella me extendió sus manos llagadas y en seguida me dijo cariñosamente: “Mira, cómo se parece a su hermano, lo habría reconocido entre mil”... Me dijo muchas palabras afectuosas y espontáneas .

Según Ana Catalina, lo había visto en visiones varias veces. Manifiesta: En mis visiones me ha sido mostrado un hombre moreno, sentado junto a mí, que estaba en disposición de escribir. Por eso, cuando usted entró por primera vez en mi habitación pensé: “Aquí está él” .


Ella misma dice que Jesús le avisó, que sus visiones debía comunicarlas y hacerlas escribir .

Brentano tomó en serio su misión de escribir las visiones que ella le dictaba y, en vez de quedarse en Dülmen unas semanas, como había pensado, se quedó allí hasta la muerte de Ana Catalina en 1824.

Según recuerda Luise Hensel: Clemente solía ir a verla por la mañana de 9 a 10 y anotaba en un pliego lo que ella le contaba. Después, iba a su casa y transcribía todo detalladamente. Por la tarde regresaba a leérselo y ella a veces corregía algunas cosas. Una vez protestó y dijo muy contrariada que lo que él había escrito difería de lo que ella le había dicho. Y le amenazó de no contarle más cosas, si modificaba lo que le decía .

Brentano, después de la muerte de Ana Catalina, escribió con las notas recogidas La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, que publicó en 1833, y  La Vida de la Santísima Virgen, que publicó su hermano Christian en 1851. Parece que quiso escribir un relato unido y continuado de La Pasión y, cuando le faltaban algunos detalles, según le confesó él a Luise Hensel, acudió a los escritos del padre Martin de Cochem, que tienen semejanzas con los de Ana Catalina .

Quizás acudió también a otros escritos como los de santa Brígida o Madre María Ágreda… Por ese motivo, los escritos de las visiones fueron excluidos en 1927 por la Congregación de Ritos para el Proceso de canonización de Ana Catalina, por no haber seguridad total de qué partes había añadido Brentano.   

De todos modos, es un hecho incuestionable que los escritos sobre La Pasión y sobre la Vida de la Virgen han hecho y siguen haciendo un bien inmenso a quienes los leen. Mel Gibson, el director de cine de la famosa película La Pasión, tomó muchos datos de las visiones de la Pasión de Ana Catalina

Después de la muerte de Brentano, el padre Schmoeger, redentorista, pudo conseguir todas las notas originales que todavía no habían sido usadas y escribió con ellas: La biografía de Ana Catalina; el primer año de enseñanza de Jesús; el segundo año de enseñanza de Jesús; el tercer año de enseñanza de Jesús; y Misterios del Antiguo y Nuevo Testamento. Para la biografía usó también el Diario de Brentano, el Diario del doctor Wesener, los Recuerdos de Luise Hensel y las notas del padre Limberg, del padre Overberg y otros.


15. CARÁCTER

Ana Catalina, a pesar de padecer tantas enfermedades —vómitos convulsivos, hepatitis, artritis, hidropesía, tos y fiebres continuas—, era una persona muy alegre y con sentido del humor. Para ella, era una felicidad poder hacer el bien a los demás y sufrir por la salvación de los pecadores y las almas del purgatorio. Su director, el padre Overberg, refiere: Ella sentía una gran alegría, cuando podía hacer algún servicio a cualquiera de las hermanas que la habían herido .

Todos los que la conocieron están de acuerdo en reconocer su dulzura, amabilidad de trato y también su humor festivo y jocoso . Como diría un testigo del Proceso: No se pueden imaginar tanta afabilidad y una bondad tan exquisita .

Su mejor amiga Luise Hensel dirá de su primera visita: En cuanto estuvimos solas, me besó tiernamente y me acarició como se acaricia a un niño. Yo me sentía profundamente humillada, pensando en mis pecados y en mis tonterías, y, mientras me acariciaba y me besaba, le dije: “Si supiera lo que era yo, no me acariciaría tan afectuosamente”. Entonces, me soltó de golpe y con una gravedad extraordinaria, me dirigió una mirada que sentí penetrar hasta lo más profundo de mi ser. Luego, me dijo muy seriamente: “Créeme, yo llego hasta el fondo del corazón de los que vienen a mí. Dios me ha hecho este regalo” .

Al despedirme, bendijo mis ojos, mi boca, mi pecho, mis hombros, rezando en voz baja. Yo no entendía nada hasta que en la bendición de los hombros dijo en voz alta e inteligible: “Para que se hagan lo bastante fuertes como para llevar lo que Tú llevaste”. ¡Cuántas veces he pensado! .

Por otra parte, Ana Catalina se preocupó siempre de ayudar a los pobres con los regalos que le daban y con el sueldo de 132 táleros que le daba el gobierno después de la exclaustración. Y decía: Siempre he considerado el servicio del prójimo como la mayor de las virtudes. Desde mi juventud, he pedido a Dios que me dé fuerza para servir a mi prójimo y para serle útil .

Y conservó aquella exquisita caridad hasta el último suspiro .


16. EL  PURGATORIO

Una de sus principales preocupaciones era siempre orar por las almas benditas del purgatorio desde muy niña. Muchas veces se le aparecían las almas para darle las gracias por la ayuda recibida. Y así nos dice: Siendo mayor iba a misa temprano a Koesfeld. Para orar mejor por las ánimas benditas, tomaba un camino solitario. Si todavía no había amanecido, las veía de dos en dos oscilar delante de mí como brillantes perlas en medio de pálida llama. El camino se me hacía muy claro y yo me alegraba de que las almas estuvieran en torno mío, porque las conocía y las amaba mucho. También por la noche venían a mí y me pedían ayuda .

¡Oh, cuántas gracias he recibido de las benditas almas! ¡Ojalá quisieran todos participar conmigo de esta alegría! ¡Qué abundancia de gracias hay sobre la tierra! Pero cuánto se las olvida, mientras que ellas suspiran ardientemente porque nos acordemos de ellas. Allí, en lugares varios, padeciendo diferentes tormentos, están llenas de angustia y de anhelo de ser socorridas. Y por grande que sea su aflicción y necesidad, alaban a Nuestro Señor. Todo lo que hacemos por ellas les causa una infinita alegría .



17. AMOR  A  LA  IGLESIA

Ana Catalina amaba a la Iglesia católica como la única Iglesia fundada por Cristo. Por eso, sufría cuando veía a sacerdotes que celebraban la misa por rutina o en pecado. Ella amaba a los sacerdotes y rezaba por ellos, pidiendo siempre su bendición, que para ella era un alivio en sus dolores.

Un día Brentano le manifestó que para él la iglesia era la comunidad de todos los hijos de Dios sin distinción de denominaciones, pero ella inmediatamente lo refutó y dijo: Sólo hay una Iglesia, la Iglesia católica. Aunque no hubiera en la tierra sino un solo católico, esa sería la Iglesia única y universal... Pero muchos sacerdotes no saben lo que son, muchos fieles desconocen su propio carácter e ignoran lo que es la Iglesia de la que forman parte. Ninguna potestad humana puede destruir la Iglesia. Mientras quede en la tierra un solo sacerdote debidamente consagrado, vivirá Jesucristo como Dios y como hombre en la Iglesia en el Santísimo Sacramento del altar; y el que, habiendo sido absuelto de sus pecados por el sacerdote, reciba este sacramento, estará verdaderamente perdonado y unido a Dios .

Ana Catalina le dijo a Brentano: Mi guía espiritual me ha reprendido por haberme excedido en alabar a los cristianos no católicos que son piadosos. Me recalcó que debería saber mejor lo que es la Iglesia, que es el Cuerpo místico de Cristo; pero a los que se han desprendido de su Cuerpo y le han causado profundas heridas, a ellos debo compadecerlos y pedir a Dios que se conviertan, ya que, alabando a estos desobedientes, me hacía partícipe de su culpa; que esa alabanza no era caridad, porque con ella se enfría el verdadero celo por la salvación de las almas.

Verdad es que entre ellos hay muchos buenos, de los cuales me compadezco, pero veo que llevan el sello de su origen: están separados de la Iglesia y divididos entre sí.

Por esta razón, aun entre los mejores, veo algo defectuoso, veo juicio propio, dureza y orgullo. Sólo aquellos infieles van por buen camino que, sin conocer a la única  Iglesia santificadora, viven tan piadosamente como pueden… Cuando en mis visiones veía herejes bautizados que se unían con la Iglesia, me parecía verlos salir de entre los muros de la iglesia y aparecer ante el altar delante del Santísimo Sacramento. Mientras lo no bautizados, los judíos, turcos o paganos, que se convierten, los veía entrar por la puerta del templo .

Ana Catalina vivía con su fe católica en plenitud, especialmente en el amor a Jesús vivo y presente en la Eucaristía, amando a María como madre, y a todos los santos como hermanos.

18. ÚLTIMA  ENFERMEDAD  Y  MUERTE

Según el doctor Wesener su última enfermedad fue una tisis pituitosa que terminó en una parálisis de los pulmones. Todo el otoño precedente a su muerte y durante el principio del invierno de aquel año 1824 sufrió también de inflamación de los ojos. Todo fue en vano, hasta que terminó su tarea para Navidad como había anunciado previamente .

El 9 de febrero el padre Limberg le administró la unción de los enfermos. Para esta ceremonia quiso que llamaran a su antigua Superiora, la Madre Hackebram, como representante de su Comunidad, para morir como religiosa . Pidió a la Madre que visitara a algunos vecinos de la ciudad y les pidiera perdón por si les hubiera escandalizado en alguna ocasión . Pidió que viniera su hermana Gertrudis y su sobrina María Emmerick, que había vivido con ella los tres últimos años. A todos les pidió perdón. Ese mismo día pidió confesarse y se quedó tranquila, esperando la muerte, que llegó con su amado esposo Jesús a las ocho y media de la noche, del día nueve de febrero de 1824. 

El día 11 una buena señora preparó su cuerpo para la sepultura. Esta señora le contó a Brentano que “sus pies estaban cruzados como están los pies en la imagen de un crucifijo. Las cicatrices de las llagas estaban más rojas que de ordinario. Cuando levantaron su cabeza, le salió sangre de la nariz y de la boca. Todos sus miembros conservaron su flexibilidad hasta en el ataúd” .

El entierro fue apoteósico, pues, como dice un testigo: Una inmensa multitud había formado una hilera al paso del cortejo desde la casa mortuoria hasta la puerta de la ciudad. Las personas que seguían el ataúd eran muy numerosas; personas de todas las condiciones, ricas y pobres, clérigos y laicos, que habían venido de Dülmen y de los alrededores para encontrarse en un último momento con la difunta .

Fue enterrada el día 13 de febrero, y sus funerales fueron dignos de una santa, para gloria de Dios.



19. EXUMACIÓN

La misma tarde del día 13 de febrero, en que fue enterrada vino un hombre rico a la casa del cura del pueblo y le pidió el cuerpo de la difunta a cambio de mucho dinero por cuenta de un médico holandés. La proposición fue desechada, pero parece que corrió la voz en el pueblo de que habían robado el cadáver y los habitantes fueron al cementerio a ver si habían profanado su sepultura .

Cinco semanas después, las habladurías del pueblo seguían creciendo sobre el robo del cuerpo. Luise Hensel, su gran amiga, decidió comprobar la realidad. Acompañada del vicario Niesing, del sepulturero y del calderero Meiners, fueron al cementerio entre la una y las tres de la madrugada.

Luise Hensel refiere lo siguiente: La luna, oculta hasta entonces detrás de unos nubarrones, salió en aquel momento y resplandeció con todo su brillo; estaba en lo más alto del cielo, casi llena. Entonces vi emocionada a aquella persona tan querida, sin huellas de descomposición, allí, delante de mí, como si durmiera. Por desgracia, estaba estrechamente envuelta en una sábana y vendada como un bebé. Su rostro conservaba las huellas de los padecimientos que había tenido hasta que se quedó dormida para siempre, o, más exactamente, eran las huellas de un luchador agotado; su expresión no era en absoluto sombría, sólo dolorida y fatigada… Le besé la frente, que estaba algo húmeda, probablemente a causa de la tumba. No se notaba el olor de la muerte, a pesar de que descansaba en la tierra desde hacía seis semanas... Con las dos manos, levanté la cabeza querida, con objeto de que el vicario Niesing deslizara debajo la placa de plomo. El cuello estaba completamente flexible .

Luise Hensel aseguró con claridad que no había ni rastro del mal olor, a pesar del tiempo transcurrido y a pesar de haber hecho un tiempo lluvioso.  El día del entierro Luise había plantado un rosal sobre su tumba. Como lo habían sacado para abrir la tumba, lo volvió a plantar. Cuatro meses después, el vicario Hilgenberg le escribió, diciendo que, a pesar de haber sido replantado dos veces, y que había sido plantado en invierno, en tiempo en que estaba contraindicado hacerlo, el rosal había florecido como jamás se había visto y que la tumba estaba literalmente cubierta de flores, lo que parecía un pequeño milagro .


SEGUNDA  PARTE
SU  ÁNGEL  CUSTODIO


1. LOS  ÁNGELES

El Catecismo de la Iglesia católica nos habla claramente sobre  la existencia de los ángeles: La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe (Cat 328). Son servidores y mensajeros de Dios (Cat 329). Son criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales e inmortales y superan en perfección a todas las criaturas visibles (Cat 330). Desde la infancia hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión. Cada fiel tiene a su lado un ángel protector y pastor para conducirlo a la vida (Cat 336).

La Iglesia celebra el día dos de octubre la fiesta de los ángeles custodios. Y el 29 de setiembre, la fiesta de los tres grandes arcángeles: Miguel, Gabriel y Rafael.

La Sagrada Escritura nos habla muchísimas veces de los ángeles y, algunas veces en concreto del ángel de la guarda: Yo mandaré un ángel delante de ti para que te defienda en el camino y te haga llegar al lugar que te he dispuesto. Acátale y escucha su voz, no le resistas (Ex 23, 20-22). Para el hombre hay un ángel protector entre mil que le pedirá cuentas (Baruc 6, 6). Su misión es guardarte en todos tus caminos (Sal 90, 11). Un ángel se presentó en la cárcel, que quedó iluminada, y golpeando a Pedro en el costado lo despertó diciendo: “Cíñete y cálzate tus sandalias... Envuélvete el manto y sígueme... La puerta se les abrió por sí misma y salieron y avanzaron por una calle, desapareciendo luego el ángel. Entonces Pedro, vuelto en sí, dijo: Ahora sé que el Señor ha enviado a su ángel (Hech 12, 7-11).




2. LOS  SANTOS  Y  LOS  ANGELES

Todos los santos sin excepción han tenido amor y devoción a sus ángeles de la guarda respectivos. Algunos hasta han tenido un trato familiar con él. Veamos lo que nos dicen de ello.
Santa Margarita María de Alacoque (1647-1690) dice: Tenía la dicha de gozar frecuentemente de la presencia de mi ángel custodio y de ser también frecuentemente reprendida por él... No podía tolerar la menor inmodestia o falta de respeto en la presencia de mi Señor sacramentado, ante el cual lo veía postrado en el suelo y quería que yo hiciese lo mismo .

Santa Faustina Kowalska (1905-1938) escribe en su Diario: Mi ángel me acompañó en mi viaje hasta Varsovia. Cuando entramos en la portería (del convento) desapareció… Cuando de nuevo salimos con el tren de Varsovia hasta Cracovia, lo vi nuevamente a mi lado. Cuando llegamos a la puerta del convento, desapareció de mi vista .

A fines de 1844 terminó don Bosco de escribir su librito sobre la devoción al ángel de la guarda. Estaba tan persuadido de tenerlo a su lado que parecía que lo veía con los ojos. Lo saludaba varias veces al día con el “Ángel de Dios” y confiaba del todo en su protección... Sabia infundir en sus jóvenes gran respeto y gran amor al ángel de la guarda, y frecuentemente entonaba él mismo el cantico sagrado al que había puesto música en honor del santo ángel y que cantaban los muchachos entusiasmados .

La venerable Mónica de Jesús (+1964) lo llamaba el hermano mayor. Y escribe en sus cartas a su director espiritual: Estuve varios días en cama y el ángel me trajo a Jesús (en la comunión) por la mañana; y el ángel suyo y el ángel de la Madre Priora traían cada uno una vela alumbrando a Jesús . En los días de Cuaresma mi hermano mayor me da dos pláticas. Por la mañana, a la hora en que se puede, me habla del amor a Jesús Eucaristía. Por la tarde o por la noche, de la Pasión .

El padre Pio de Pietrelcina (1887-1968) también tenía mucha devoción a su ángel custodio. Durante la primera guerra mundial estaba de soldado y un día, al querer ir a su pueblo de Pietrelcina, tomó el autobús, pero no tenía suficiente dinero. Confíó en la providencia, pensando en disculparse. Pero subió con él un extraño personaje, elegantemente vestido, que portaba una maleta nueva, y se sentó a su lado. Cuando el cobrador se acercó pidiendo los billetes, el padre Pío estaba preocupado, pero el cobrador le tranquilizó diciendo: “Una persona pagó por usted”. Miró al extraño personaje, pero no le dijo nada... Al llegar a su pueblo, se bajó del autobús y miró al personaje aludido para saludarlo y darle las gracias, pero ya no estaba. Este suceso lo contaba muchas veces a sus hermanos, como dando a entender que Dios le había socorrido por medio de su ángel .


3. COMPAÑERO  DE  LA  INFANCIA

El ángel de la guarda fue para Ana Catalina durante toda su vida un amigo fiel e inseparable; un compañero que nunca la dejaba sola, que la protegía y ayudaba en todas sus necesidades. Era como un hermano mayor, que la cuidaba y enseñaba a vivir bien y amar cada día más a Jesús. Oraba con ella y le ayudaba en las tareas humildes del hogar, cuando hacía sus labores de costura, cuando cuidaba las vacas, y sobre todo, la protegía de los ataques del demonio. Era su amigo, su protector, su guía y consejero.

Al hablar de su bautismo, que se realizó el mismo día de su nacimiento, ella afirma: Cuando fui bautizada estaba allí mi ángel custodio con mis santas patronas santa Ana y santa Catalina .

Cuando ella era niña el ángel custodio se le aparecía bajo la figura de un niño.  Y ella era como un niño dócil y silencioso en manos de su ángel .

Cuando pasaba algún sacerdote cerca de su casa salía corriendo a su encuentro, a pedirle la bendición. Si en esos momentos  estaba apacentando las vacas, las dejaba solas, encomendándolas a su ángel y salía a recibir la bendición del sacerdote .

Cuando estaba sola en el campo o en el bosque, llamaba a las aves para que cantasen con ella alabanzas al Señor. Los pajarillos le cogían confianza y se posaban en sus brazos y en sus hombros, y ella les acariciaba. Si por ventura encontraba algún nido, su corazón palpitaba de gozo y decía a los polluelos las más tiernas palabras . Era tal su delicadeza y sensibilidad que no dejaba de emocionarse al contemplar las bellezas de la creación. Los animales eran sus amigos con los que alababa al Señor, junto a su ángel custodio. Y eso le ocurrió, no sólo cuando era niña, sino también cuando estaba ya en el convento. Ella nos dice: Cuando trabajaba en el jardín, los pájaros venían a mí, se ponían sobre mi cabeza y sobre mis hombros y cantábamos juntos las alabanzas de Dios. Y yo veía siempre a mi lado al ángel de mi guarda .

Cuando era pequeña comenzó a levantarse por la noche para hacer oración. Se levantaba y oraba con su ángel dos o tres horas seguidas; a veces, hasta el amanecer. A ella le gustaba orar al aire libre y, cuando el tiempo lo permitía, iba a un campo delante de su casa donde había un montículo, creyendo que allí estaba más cerca de Dios. Oraba con los brazos extendidos y los ojos dirigidos hacia la iglesia de Koesfeld. Ella admite que no hubiera hecho semejantes cosas semejantes sin la inspiración de su ángel .


4. GUÍA  Y  MAESTRO

Su ángel era para ella su maestro  y guía espiritual. Desde niña quiso amar a Dios con todo su corazón, y esto la llevaba a pedir a su ángel, en su ingenuidad, que la recogiera para morir antes de ofenderle a Él con algún pecado. Desde pequeña tenía visiones y revelaciones de Dios, mediante las cuales conocía la vida de Jesús y la de algunos santos en sus menores detalles.

Ella se sentía en sus visiones como si fuera un niña de cinco o seis años. Y esto le ocurría durante su juventud. Un día le preguntó a su ángel a qué se debía que, en la contemplación, se sentiese como una niña, y él le respondió: Si no fueras realmente una niña, no podrías ver esto. Con ello quería decirle que, si no fuera pura de cuerpo y alma, no podría recibir esas maravillas .

Ella crecía en belleza interior bajo la guía de su ángel, que regulaba sus sentimientos, sus pensamientos, sus palabras, y mantenía su espíritu siempre fervoroso para la práctica continua de la perfecta obediencia .

Su ángel custodio no consentía en ella la menor imperfección, castigando sus faltas con reprensiones y penitencias, muchas veces, dolorosas y siempre de mucha humillación interior. Por lo cual, se juzgaba a sí misma con suma severidad, mientras su corazón rebosaba bondad y dulzura para los demás .

Hasta los doce años, el ángel fue su único guía. Pero cuando hizo su primera comunión, la sumisión y el respeto que guardaba al ángel, lo puso en su confesor. De modo que el ángel subordinaba su dirección a la del sacerdote. Parecía que el ángel sólo quería intervenir como protector y guardián, mientras que la Iglesia, por medio del sacerdote, tomaba la dirección espiritual .

Cuando estaba enferma en el convento, le mandaban tomar medicamentos caros, que ella debía pagar y que sabía que no la curarían, pero el ángel, del que recibía instrucciones, nunca le dijo que rechazara los remedios. Eso entraba en el plan de Dios, porque Catalina debía expiar en la Iglesia los pecados de los que, por sus doctrinas, propósitos, etc., querían hacer daño a la Iglesia. Y ella tenía conciencia de que su expiación era tanto más eficaz, cuanto con más sencillez y docilidad se sometía a las prescripciones que le imponían para tomar las medicinas. Y ella no ponía resistencia ni se contrariaba .

En realidad, toda su vida estaba regulada bajo la dirección de su ángel guardián, que la instruyó para servir a Dios y practicar las virtudes desde que era muy niña .

Dirigida por su ángel, que le daba las luces necesarias, practicaba ejercicios de piedad con una prudencia y constancia que asombran. Ella tenía en un rincón de la granja una pequeña imagen de la Madre de Dios con el niño Jesús, colocada sobre un tronco de madera que hacía de altar. Allí tenía todos los objetos que le regalaban sus padres y amigos, y que hacen feliz normalmente a los niños de su edad. Ella se los regalaba al niño Jesús, y estaba convencida de que todo lo que le daba, le agradaba al niño Jesús .


5. PROTECTOR  EN  LOS  PELIGROS

Sobre la protección que le brindaban, ella  declara: Veía siempre a mi lado a mi ángel de la guarda y, aunque el espíritu maligno quería hacerme daño, no podía hacerme mucho mal .

Un día, el demonio tomó la figura de su ángel para engañarla. Ana Catalina nos cuenta lo que le ocurrió: Tenía agudos dolores en las llagas y me vi precisada a gritar en voz alta, porque no podía soportarlos. Las llagas me sangraban a borbotones con gran fuerza y en forma pulsátil. De repente se me apareció el maligno, fingiéndose un ángel de luz y, acercándose, me dijo: “Traspasaré tus llagas y mañana estarán curadas. Ya no volverán a dolerte ni te atormentara más”. Al punto lo reconocí y le dije: “Vete, que no me hace falta. Tú no me has causado estas llagas y nada quiero contigo”. Entonces saltó y se arrojó como un perro debajo del armario... Volvió otra vez y me dijo: “¿Por qué quieres atormentarte de este modo?”. Mi angustia era tanta que le pedí al confesor que me bendijera y, entonces, huyó el enemigo .

Otro día en que debía cruzar un puente muy estrecho, yo miraba con terror lo profundo de las aguas, que corrían por debajo, pero mi ángel custodio me guió felizmente a través del puente. En la orilla había una trampa armada y en torno de ella saltaba un ratoncillo. De pronto, se sintió tentado de morder el bocado que veía y quedó preso en la trampa. ¡Oh desventurado —dije yo—, por un bocado gustoso sacrificas la libertad y la vida! Mi ángel me dijo: “¿Y los hombres obran racionalmente, cuando por un corto placer ponen en peligro el alma y la salvación eterna?” .

Catalina le había pedido a Dios que la preservara de todo pecado y que la diese a conocer y cumplir siempre su santa voluntad. Dios escuchó su oración. Y para protegerla e iluminarla en su largo viaje, la hizo acompañar, paso a  paso, por su ángel, a través de una vida de trabajos, combates y sufrimientos. Él le enseñó cómo afrontar los peligros, soportar los sufrimientos y luchar en los combates. También el ángel le mostraba por adelantado mediante visiones o símbolos... sus sufrimientos próximos o lejanos, a fin de que pidiera fuerzas para soportarlos. También le mostraba los acontecimientos importantes o los encuentros que iba a tener con ciertas personas… para que se comportase de acuerdo a ellos. Y recibía avisos precisos sobre la manera de comportarse. Y, si era necesario, el ángel le decía los términos en los que se debía expresar.

Esta solicitud del ángel se extendía a todos los objetos, trabajos y asuntos de que ella debía ocuparse .

En mis ocupaciones de sacristana, me sentía a veces arrebatada de improviso y subía, caminaba y vagaba por los lugares más altos de la iglesia, por encima de las ventanas, los adornos y las cornisas. A lugares donde humanamente era imposible llegar, yo alcanzaba llegar, para limpiar y adornar. Me sentía elevada y sostenida en el aire sin espantarme por ello, porque desde niña estaba acostumbrada a que me ayudase mi ángel custodio. Muchas veces, al volver del éxtasis, me encontraba sentada sobre el armario  donde guardaba los objetos de la sacristía . 


6. CONSEJERO  ESPIRITUAL

Su ángel le daba consejos sobre lo que debía hacer y sobre cómo cumplir mejor la voluntad de Dios.

Según su biógrafo, el padre Schmoeger, estando en éxtasis, sucedía frecuentemente que recibía de su ángel la orden de llamar la atención a sus hermanas sobre la observancia de la Regla. Ella se presentaba delante de ellas, sin salir del éxtasis, y, llorando, les citaba las prescripciones de la Regla sobre el silencio, la obediencia, la pobreza, el oficio divino y la disciplina claustral, prescripciones que eran muchas veces quebrantadas. A veces se echaba a los pies de una hermana en la que veía sentimientos de aversión o de rencor y le pedía la perdonara y que fuese caritativa… Estas humildes súplicas hacían que algunas le abrieran el corazón y le revelaran su interior, pidiéndole consejo y oraciones, pero ellas caían frecuentemente en las mismas faltas .

El 28 de agosto de 1822, mientras hablaba con su confesor, entró en éxtasis. Al regresar, le  contó al confesor: “Mi ángel custodio me ha avisado de un hombre de clase media, que está muriendo por un ataque”. Según el confesor, tales sucesos eran frecuentes .

Su ángel la sostenía en su oración, la hacía arder en amor al prójimo, infundiéndole valor y perseverancia en sus súplicas a Dios, de modo que las horas le parecían cortas .

Una noche fue en bilocación a una gran iglesia y vio al Santísimo Sacramento rodeado de ángeles: Vi —ella relata— la figura resplandeciente del niño Dios… Pasé casi toda la noche acompañada de mi ángel delante del Santísimo Sacramento .

Ella aseguró que nunca entró en la casa de Dios sin ser acompañada por su ángel custodio, y al verle cómo adoraba a Jesús sacramentado, tenía el modelo de cómo acercarse a Él como el debido respeto .   

Su ángel, no sólo rezaba con ella y le daba ejemplo, sino que también rezaba por ella.

7. AYUDA  EN  LAS  DIFICULTADES 

En las muchas dificultades que tuvo en su vida, Dios la sacó siempre de apuros por medio de su ángel. Cuando trabajaba de costurera, sus manos eran dirigidas por su ángel con firmeza y seguridad, aunque sus ojos elevados sobre las cosas del mundo no podían mirarlas. Al principio, se acercaba con temor a la mesa de la costura, porque sabía que no podría librarse de las imágenes que arrebataban su espíritu y no quería llamar la atención. Pero sus súplicas en demanda de auxilio fueron escuchadas y el ángel puso en su boca las palabras que había de responder, cuando era súbitamente interrogada, y mantuvo sus manos para que la labor no se le cayese de ellas .

Luise Hensel, en este sentido, recuerda lo siguiente: Una noche estaba con Ana Catalina confeccionando un corporal, que había adornado con un encaje. Lo dejé para ir a cenar... Cuando volví, inmediatamente después de la cena, estaba terminando de coserlo afanosamente con los ojos brillantes. Señaló con una crucecita de hilo rojo el lugar en el que descansaría la hostia después de la consagración y, antes de devolverme el lienzo, besó aquel lugar, diciendo: “Este lugar me gusta extraordinariamente”. La labor estaba muy bien hecha y ejecutada con esmero .

A veces su ángel le ayudaba a realizar verdaderos milagros. Luise un día le cortó unos patrones para dos chaquetitas y tres o cuatro gorros, la misma Luise anota: Imposible describir mi sorpresa, cuando al día siguiente vi que había terminado las prendas y sin el menor defecto... La mejor costurera no habría podido acabar en una noche todos aquellos esmerados trabajos de costura sin defectos, incluso si hubiera estado en una habitación caliente y bien iluminada. ¡Y con manos sanas! Ella había realizado aquel trabajo en medio de la más completa oscuridad. Se trataba claramente de un milagro .

En varias oportunidades en que pasaba grandes penurias económicas, Dios, por medio de su ángel, le proporcionó el dinero necesario milagrosamente. Así, cuando estaba a punto de hacer su profesión, surgió un grave inconvenie¬nte, porque debía a un acreedor diez táleros, ya que se había hecho garante de una deuda del organista Söntgen, en cuya casa estuvo tres años alojada. Entonces, se fue a orar con fervor a la iglesia conventual y, al regresar a su celda, encontró en la ventana exactamente los 10 táleros que necesitaba .

Cuando estaba enferma, los únicos remedios que me hacían bien eran los sobrenaturales. Los que me prescribía el médico me dejaban extenuada, pero debía obedecerle y comprarlos, a pesar de que eran muy caros. Sin embargo, Dios me daba el dinero y hacía que se multiplicase. Él me ha dado todo lo que he necesitado para estar en el convento… Una vez recibí una suma bastante grande y, después emplearla, se lo conté al deán Rensing. Él me dijo que había hecho bien de decírselo, pero que la próxima vez le mostrara el dinero .

Durante la investigación eclesiástica, le di a mi cuidadora dos táleros que me prestaron, para que fuera en peregrinación a Telgt y mandara celebrar dos misas a mi intención. Al poco tiempo encontré los dos táleros sobre mi cama y así pude pagar a quien me los prestó .

En otra ocasión, regresando del coro a su celda, que la había dejado cerrada, se encontró en la ventana dos táleros que ella entregó a la Superiora, quien le autorizó para comprar una provisión de café, que le duró (milagrosamente) mucho tiempo .

A veces, se encontraba tan débil que le era imposible trabajar en el jardín o lavar y arreglar las cosas de la sacristía. Pero lo hacía, a pesar de sus grandes dolores... Una mañana estaba en cama muy enferma y debía preparar la masa de las hostias. Imploró el socorro de Dios y se levantó, se fue a la iglesia, pidió fuerza ante el Santísimo Sacramento y aunque bañada de sudor, cumplió su oficio de preparar las hostias. Sin embargo, hay que decir que ella no fue sola a trabajar, pues su ángel le ayudó. Apenas terminó su trabajo, se encontró tan enferma como antes y con gran esfuerzo regresó a su habitación .


8. CONOCIMIENTO  SOBRENATURAL

Ana Catalina tenía el don de conocimiento de las cosas sagradas. A este respecto, declaró su director espiritual, padre Overberg: Ella distinguía los huesos de los santos y conocía en detalle sus vidas, siguiendo las indicaciones de su ángel .

Un día, su ángel le dijo: “Tú has recibido el don de ver la luz que sale de las reliquias de los santos, por la disposición que has recibido en orden a la Comunidad de los miembros de la Iglesia, pero la fe es la condición de toda disposición para recibir la influencia de las cosas sagradas” .

A veces su ángel le informaba el fallecimiento de algunas personas para que orara por ellas. Cuando le preguntaron cómo se enteraba, respondió: Algunas veces, es por una aparición (del interesado) que se lo daba a entender;  otras veces, tenía la impresión de que alguien me lo decía .

Es conocido en la vida de algunos santos que tenían el don de discernimiento de espíritus y conocían el corazón de las personas y hasta sus pecados. Algunos dicen claramente que su ángel se lo inspiraba. Suponemos que esto también ocurría con Ana Catalina, pues tenía en grado eminente este don de conocimiento de los corazones.

El doctor Wesener, su médico personal, afirma: Ella me dijo que leía frecuentemente los corazones de la gente que venía a verla y que normalmente, ella sabía lo que pensaban de ella .

A su gran amiga Luise Hensel le dijo en su primera visita: Créeme, yo llego hasta el fondo del corazón de lo que vienen a mí. Dios me ha hecho este regalo .

Al  doctor Wesener, el primer día de su visita, le dijo muchos detalles de su vida. Y él dice: Me recordó con exactitud hasta en sus menores detalles dos cosas concretas con todas sus circunstancias que sólo podía conocer a través de una revelación sobrenatural .

Algo semejante le ocurría con las hermanas de su convento. Yo les hacía ver —afirma ella— que sabía todo lo que ellas decían y hacían en secreto. Ellas me preguntaban cómo lo sabía. Pero yo no se lo podía decir .

Con toda seguridad, muchísimos de los conocimientos sobrenaturales que ella tenía, lo sabía por medio de su ángel, que se lo hacía conocer para bien de las almas.


9. MÉDICO  CELESTIAL

El ángel custodio le ayudaba y aliviaba en sus enfermedades y hasta le conseguía remedios celestiales para su curación. Los remedios los recibía—asegura ella— de mi ángel y también de mi celestial esposo, de María y de los santos. Los recibía, ya en brillantes botellitas, ya en forma de flores, capullos y hierbas. A la cabecera de mi lecho había una repis¬a de madera donde hallaba yo aquellas admirables medicinas.

Muchas veces, los manojos de hierbas olorosas y delicadas estaban junto a mi cama o los tenía yo misma en la mano, cuando volvía en mí. Yo tocaba las tiernas y verdes hojas y sabía cómo habían de aplicarse. Las olía –su buen olor me confortaba mucho—, me las comía  o hacía una infusión con ellas. Siempre notaba alivio y me restablecían el tiempo necesario para ejecutar algún trabajo… Muchos de estos remedios me duraban largo tiempo e incluso se los daba a otros, para que se curasen. Todos estos dones son hechos reales que ciertamente sucedieron, pero el modo como en mí sucedieron no lo puedo explicar. Realmente existieron y así los tomaba yo... También he recibido semejante don del santo patrón de mi Orden, en el día de su fiesta... Se me apareció san Agustín y me dio una piedra brillante y transparente en forma de haba, en la cual sobresalía a manera de grano de trigo un corazón con una  cruz… Cuando desperté (del éxtasis) me vi con esta piedrecita en la mano. La puse en un vaso con agua, a menudo bebía de ella y sentía que me curaba .

Otro día recibí de mi ángel un frasco lleno de bálsamo. Era un licor blanquecino, semejante a un aceite espeso. Lo utilicé para curarme una grave herida que me había hecho al caerme un canasto lleno de ropa blanca mojada, y también para curar a otros enfermos pobres. El frasco tenía forma de pera con un cuello delgado y alargado. Su tamaño era como el de una botellita o frasco de perfumes. El cristal era muy transparente, y lo tuve mucho tiempo en mi armario.

En otra ocasión recibí unas pequeñas porciones de un alimento muy dulce al paladar, del que comí durante bastante tiempo, y del que daba a los pobres,  para que se curasen. Un día los encontró la Superiora y me reprendió por ello, pues yo no pude decir de dónde lo había recibido .

Su ángel era su médico y su enfermero, alivio y consuelo en todas sus penas.


10. VIAJES  AL  PURGATORIO 

Ana Catalina tuvo desde muy niña una especial devoción a las almas del purgatorio. Triste cosa es que las ánimas benditas sean ahora tan rara vez socorridas —afirma ella—. Es tan grande su desdicha que no pueden hacer nada por su propio bien. Pero cuando alguno ruega por ellas o padece o da alguna limosna en sufragio de ellas, en ese mismo momento cede esta obra en bien suyo y ellas se ponen tan contentas y se reputan tan dichosas como aquel a quien dan de beber agua fresca, cuando está a punto de desfallecer .

Su ángel la llevó varias veces a visitar el purgatorio, y por eso puede declarar ella: Estaba yo con mi ángel en el purgatorio y veía la gran aflicción de aquellas pobres almas que no podían valerse a sí mismas, y cuán poco las socorren los hombres de nues¬tro tiempo. No se puede expresar lo necesitadas que están. Las comprendí cuando me hallé separada de mi guía por una montaña. Experimenté tan vivo anhelo y tal afán de volver a su lado, que casi perdí el sentido. Le veía a través de la montaña, pero no podía ir hacía él. Entonces me dijo el ángel: “Ese mismo deseo que tú sientes, lo sienten estas almas de que se las socorra”.

El ángel me exhortaba a ofrecer todas mis privaciones y mortificaciones por las ánimas benditas. Yo enviaba muchas veces a mi ángel custodio al ángel de aquellos a quienes veía padecer, para que él los moviera a ofrecer sus dolores por las ánimas benditas. Lo que hacemos por ellas, oraciones u otras buenas obras, al punto se les convierte en consuelo y alivio. ¡Se alegran tanto, son tan dichosas con esto y tan agradeci¬das! Cuando yo ofrezco por ellas mis trabajos, ellas ruegan por mí. Me espanta ver la abundancia de gracias que la Iglesia pone a disposición de los hombres, y cómo estos renuncian y se aprovechan tan poco de ellas, y mientras las desperdician horriblemente, las pobres almas del purgatorio se consumen y desfallecen por no poder valerse de ellas  .

He visto en el purgatorio a protestantes que vivieron piadosamente en su ignorancia religiosa. Se sienten abandonados, porque nadie ruega por ellos .

Una noche fui conducida al purgatorio. Me parecía un abismo profundo enormemente espacioso. ¡Da enorme lástima ver lo triste  que están las pobres almas en aquel lugar! .

Las mayor parte de los hombres están allí expiando la indiferencia con que juzgaron sus pecados habituales .

Y no olvidemos que en el purgatorio están los ángeles custodios, acompañando a las almas hasta el momento definitivo de su liberación. En el momento del juicio particular después de morir, en el mismo lugar de su muerte —nos dice Ana Catalina—,  allí veo a Jesús, a María, al santo patrono de cada uno y a su ángel custodio .

He recorrido muchas veces el purgatorio, acompañada de los santos. Siempre tengo que caminar por caminos tristes, pero acepto este trabajo en expiación de los pecados de las ánimas benditas y voy orando por  ellas. Recuerdo los padecimientos de los santos y los ofrezco juntamente con los de Jesús por las almas benditas .

Y eran muchas almas liberadas con la ayuda de Ana Catalina que regresaban a darle las gracias, porque son muy agradecidas.




11. VIAJE  AL  INFIERNO 

Cuando el ángel abrió la puerta, me vi en medio de una confusión de voces de espanto, de maldiciones, injurias, aullidos y lamentos… Cuando me acuerdo de lo que vi, tiemblo de pies a cabeza. Todo lo vi en su conjunto; allí había una sima tenebrosa, había fuego, tormentos, noche. Los límites del horizonte eran siempre noche. Al acercarme, vi un país de infinitos tormentos .

Evidentemente todo esto lo vio en visión, pero todo lo que podamos imaginar del infierno se queda pequeño con respecto a la realidad de quienes libremente rechazaron a Dios.  Él respetó su libertad y no quiso obligarles a amarlo. Ellos le odiaron y escogieron vivir eternamente en compañía de los demonios en un mundo de odio, violencia, impureza y maldad...


12. VIAJES  INTERNACIONALES

Viajando con su ángel por todos los países del mundo, Ana Catalina ayudaba a muchos que estaban en dificultades del cuerpo o del alma. Eran viajes en bilocación, mientras ella estaba gravemente enferma en su habitación. Con frecuencia, volvía con heridas corporales, porque no sólo iba en espíritu.

A veces en sus viajes —nos dice ella— daba vuelta a la tierra, cuando su marcha espiritual lo exigía. En el curso de sus viajes desde su casa hasta lo países más lejanos, socorría a mucha gente y ejercía con ellas las obras de misericordia espirituales y corporales .

En ciertas festividades era conducida por su ángel en romerías espirituales a diferentes iglesias de su patria y de los lugares más remotos del mundo, para que expiase con sus penas y oraciones las ofensas que por tibieza e indiferencia cometen sin cesar los cristianos contra el sacramento del amor .

El ángel  me llama y me guía —nos sigue diciendo ella—, ya a un lugar, ya a otro. Voy en su compañía. Me conduce a donde hay personas a quienes conozco o he visto alguna vez, y otras veces a donde hay otras a quienes no conozco. Me lleva sobre el mar, con la rapidez del pensamiento, y entonces veo muy lejos, muy lejos. Él fue quien me llevó a la prisión donde estaba la reina de Francia.

Cuando se acerca a mí para acompañarme a alguna parte, veo un resplandor y después surge de repente su figura de la oscuridad de la noche, como un fuego artificial que súbitamente se enciende. Mientras viajamos es de noche por encima de nosotros, pero por debajo la tierra resplandece. Vamos desde aquí, a través de comarcas conocidas, a otras cada vez más lejanas, y yo creo haber recorrido distancias extraordinarias; unas veces vamos por encima de calles o rectos caminos, otras veces surcamos campos, montañas, ríos y mares. Tengo que andar a pie todos los caminos y que trepar muchas veces escarpadas montañas; las rodillas me flaquean doloridas, y los pies me arden, pues siempre voy descalza.

Mi guía vuela, unas veces delante de mí, y otras a mi lado, siempre muy silencioso y reposado; y acompaña sus breves respuestas con algún movimiento de la mano o con alguna inclinación de cabeza. Es brillante y transparente, bien severo o bien amable. Sus cabellos son lisos, sueltos y despiden reflejos; lleva la cabeza descubierta y viste un traje largo y resplandeciente como el oro. Hablo confiadamente con él, pero nunca puedo verle el rostro, pues  estoy humillada en su presencia. El me da instrucciones, y yo me avergüenzo de preguntarle muchas cosas, pues me lo impide la alegría celestial que experimento cuando estoy en su compañía. Siem¬pre es muy parco en sus palabras… Cuando llegamos al mar, y no sé pasar a la orilla opuesta, de repente me veo en ella, y miro admirada hacia atrás. Paso con frecuencia sobre las ciudades. Cada vez que en el oscuro invierno salía ya tarde de la iglesia de los jesuitas de Koesfeld  e iba a nuestra casa de Flamske a través de nubes de agua y nieve y sentía miedo, acudía a Dios; entonces veía oscilar delante de mí un resplandor como llama que tomaba la forma de mi guía. Al punto se secaba el piso por donde iba; veía claridad en torno mío: dejaba de llover y nevar sobre mí y llegaba a casa sin mojarme .

Muchas veces veía los problemas y sufrimientos de la gente. Veía enfermos impacientes, cautivos afligidos, moribundos sin preparación. Veía viajeros extraviados, náufragos y necesitados próximos a la desesperación. Veía al borde del abismo almas vacilantes, a las cuales la providencia quería auxiliar. Y sabía que, si ella dejaba de orar y hacer penitencia por ellos, no habría quien la reemplazara y ellos quedarían sin consuelo y se perderían. Y su ángel custodio la apoyaba en sus oraciones .

Una noche, estando en la cama enferma, vi dos personas que hablaban de cosas piadosas en apariencia, pero su corazón estaba lleno de malos deseos. Yo me levanté y fui al edificio en cuestión para separarlos. Cuando me vieron venir, huyeron. Cuando retorné, me di cuenta de que estaba en medio de la escalera del convento y no pude llegar a mi celda, sino con gran esfuerzo por mi debilidad .

En una ocasión, hizo en espíritu un largo viaje y sintió todas las fatigas de un viaje penoso, se hirió los pies y tuvo en ellos señales que parecían haber sido causadas por piedras o por espinas. Se torció un pie y tuvo que sufrir mucho por ello  corporalmente. Conducida en este viaje por su ángel custodio, le oyó decir que esas heridas corporales eran una señal de que había sido arrebatada en cuerpo y en espíritu. Lesiones corporales  parecidas se veían también en Ana Catalina pocos instantes después de algunas de sus visiones. Ana Catalina solía comenzar sus viajes (en bilocación), siguiendo a su ángel a la capilla próxima a su casa .

Guiada por su ángel estuvo en todas partes del mundo. Estuvo en América del Norte y del Sur, llegó hasta China y el Tíbet. ¡Realmente Dios es maravilloso en sus santos!

La vida de Ana Catalina es una hermosa historia de fe. Su amor a Jesús Eucaristía era el centro de su vida y en el sagrario veía a los ángeles, adorando a Jesús. También amaba con entrañable amor a María, que se le aparecía con frecuencia con el niño Jesús. Pero también era admirable su unión con su ángel, a quien amaba como a un hermano. Y no sólo al suyo, también a los ángeles de los demás, que también eran sus amigos. Por ello, a veces, enviaba a su ángel a avisar a los ángeles de los demás para transmitirles algún mensaje.

Cuando hago oración por otros—nos dice ella—, y el ángel no está conmigo, lo invoco para que vaya con el ángel de ellos. Si está conmigo, digo muchas veces: “Ahora me quedaré sola aquí, vete tú allá y consuela a esas gentes” .










REFLEXIONES

Todos tenemos un ángel custodio que Dios nos ha dado para que nos acompañe y nos ayude en el camino de la vida. Pensemos, de vez en cuando, en los ángeles de nuestros familiares que viven con nosotros e invoquémosles para recibir más ayuda. Seamos amigos de los ángeles e invoquémosles, pidiendo su ayuda, y recibiremos  muchas bendiciones.

Recordemos que cada país tiene un ángel y lo mismo cada ciudad, cada parroquia y cada diócesis; y, probablemente también, cada familia bien constituida y bendecida por Dios por el sacramento del matrimonio.

En el día dos de octubre, en la fiesta de los ángeles custodios, procuremos hacer algo en su honor. También sería de desear mandar celebrar una misa en honor de nuestro ángel alguna vez, para agradecerle por todo lo que hace por nosotros. Cuando vayamos a la iglesia, recordemos que hay millones de ángeles adorando a Jesús en la Eucaristía. También podríamos alguna vez ofrecer una misa de agradeci¬miento a todos los ángeles custodios de la familia e, incluso, de todos nuestros antepasados. Ellos son de alguna manera, parte de nuestra familia.

Cuando vayas de viaje, invoca especialmente al ángel del chofer. Si eres maestro invoca el ángel de tus alumnos, si eres médico, invoca al ángel de tus pacientes. Si eres sacerdote, al ángel de tus feligreses y, especialmente, de los que asisten a tu misa.

Cuando alguien te salude, piensa también en su ángel. Cuando debas tratar con alguien un asunto importante, sobre todo si es difícil, invoca al ángel de tu interlocutor. De vez en cuando, puedes enviar a tu ángel para que visite y bendiga de tu parte a tus familiares del purgatorio o que están lejos de ti. Si tienes hijos, puedes encomendar a tu ángel que vaya a hacerles compañía, mientras están en fiestas, viajes o lugares peligrosos, para que los protejan de cualquier accidente, peligro o tentación.

En fin, los ángeles son nuestros amigos inseparables, que Dios nos ha dado para que nos ayuden. Si no los invocamos, por no acordarnos de ellos o no creer en ellos, perdemos muchas bendiciones que Dios quiere darnos por medio de ellos.
                          CONCLUSIÓN

Después de ver la importancia del ángel custodio en la vida de la beata Ana Catalina, ojalá que tomemos en serio a nuestro ángel. El es un ser espiritual. No lo vemos, pero está a nuestro lado. Y se siente feliz de ayudarnos.

No olvidemos que nuestro ángel, no sólo ofrece a Dios nuestras oraciones y buenas obras, sino que también reza con nosotros y por nosotros. Cuantos más amigos ángeles tengamos, más bendiciones recibiremos. Te recomiendo que hagas un pacto de amistad con tu ángel y que le pongas un nombre cariñoso para invocarlo con más confianza. Hazte amigo de todos los ángeles de los sagrarios y adora en unión con ellos a Jesús Eucaristía.

Y no olvides decirle a tu ángel muchas veces que lo quieres, pues él también tiene sentimientos y se sentirá feliz si eres agradecido con él.

Te deseo lo mejor. Que seas santo. Que Dios te bendiga. Saludos a tu ángel y saludos a mi ángel.




Tu hermano y amigo del Perú.
P. Ángel Peña O.A.R.
Parroquia La Caridad - Pueblo Libre
Lima - Perú
Teléfono 00(511)4615894






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BIBLIOGRAFÍA

Akten der Kirlichen Untersuchung über die stigmatisierte augustinerin Anna Katharina Emmerick, Würzburg, 1929 (Actas de la encuesta eclesiástica de junio de 1813, ordenada por Mons. Von Droste zu Vischering, Vicario general de Münster).
Akten der staatlichen Untersuchungskommission vom august 1819 im Staatsarchiv Münster (Actas de la investigación statal de 1819 del archivo estatal de Münster).
Bouflet Joachim, Ana Catalina Emmerick, Ed. Palabra, Madrid, 2005.
Emmerick Ana Catalina, Autobiografía, Ed. Guadalupe, Buenos Aires, 2004.
Emmerick Ana Catalina, Visiones y revelaciones, 3 tomos, Ed. Guadalupe, México, 1944.
Hensel Luise, Erinnerungen an A. K. Emmerick (Recuerdos de A.C. Emmerick), 1859.
Le rivelazioni di Anna Caterina Emmerick, 2 vol., 1960 y 1968; también en 1990.
Le visioni sulla Chiesa celeste e terrena, le povere anime del purgatorio, gli angeli custodi e la comunione dei santi, Cantagalli, 1995.
Positio super virtutibus, 3 volúmenes, Roma, tipografía Guerra, 1992.
Schmoeger, Vida y visiones de la venerable Ana Catalina Emmerick, Santander, 1979.
Schmoeger Carlos, Vie D´Anne Catherine Emmerich, 3 volúmenes, Paris, Librairie Tequi, 1950.
Schmoeger Karl, Das Leben der gottseligen Anna Katharina Emmerick, Ed. Herder, Freiburg, 1867-1870, en 3 tomos.
Schmoeger K., Life of Anna Catherine Emmerick, Fresno, California, 1956, 2 vol.
Schmoeger K., Vita della serva di Dio Anna Caterina Emmerick, Ed. Marietti, Torino, 1869-1871, 3 vol.
Tagebuch Dr. Med. Franz Wilhelm Wesener über die Augustinerin Anna Katharina Emmerick, Pattloch Verlag, 1973 (Diario del médico Wesener sobre la agusti¬na Ana Catalina Emmerick).
Wegener Thomas, Anna Katharina Emmerick, Christiana Verlag, Stein am Rhein 1990.





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