Imitación de Cristo, Tomás de Kempis- Capítulo XIII
(Todos los días se irán agregando uno o dos capítulos, para que la lectura pueda ser meditada despacio y con atención)
Cómo se debe resistir a las tentaciones
1. Mientras vivamos en este mundo no podemos estar sin tribulaciones y tentaciones. Por eso decía Job; La vida del hombre sobre la tierra es una continua tentación (Job VII, 1). De ahí que cada uno de nosotros debería andar solícito en vencer las propias tentaciones y estar en guardia para que no nos engañe el demonio, que nunca duerme, sino que a todas horas nos rodea buscando alguno que devorar. (1Pedro V, 8) Nadie es tan perfecto y santo que no tenga alguna vez tentaciones, porque no podemos carecer de ellas totalmente.
2. Sin embargo, de las tentaciones, aunque sean graves, y molestas, reporta al hombre gran utilidad, pues sirven para humillarlo, purificarle e instruirlo. Todos los santos soportaron muchas tribulaciones y tentaciones y con ellas se perfeccionaron. Solamente los que no supieron vencerlas se perdieron y condenaron. No hay estado tan santo, ni lugar tan secreto donde no haya tentaciones o adversidades.
3. Nadie se verá libre de tentaciones mientras viviere, porque habiendo nacido inclinados al mal, llevamos en nosotros una fuente de tentaciones. Apenas se ha desvanecido una tentación, sobreviene otra mayor; por eso siempre tendremos algo que sufrir, pues perdimos el bien de nuestra primera felicidad. Hay muchos que queriendo huir de las tentaciones, caen en ellas más gravemente. No podemos vencer solamente con huir; teniendo paciencia y verdadera humildad somos más fuertes que todos los enemigos.
4. Poco le aprovechará al hombre cortar las ramas si no arranca la raíz; antes al contrario, se verá más atacado que antes por las tentaciones y se hallará peor. Poco a poco irás venciendo con paciencia y longanimidad, con la ayuda de Dios, mejor que con tu propia fatiga e incomodidad. Durante la tentación aconséjate muchas veces con otros y no trates con dureza al que se halla tentado, sino consuélale como desearías lo hiciesen contigo.
5. El principio de todas las malas tentaciones está en nuestra inconstancia y en la poca confianza que tenemos en Dios, porque así como la nave sin timón es llevada de acá para allá por las olas, así también es movido por diversas tentaciones el hombre perezoso que quebranta fácilmente su propósito. Como el fuego prueba al hierro, prueba la tentación al hombre justo. (Eccli. XXXI, 81) Ignoramos muchas veces lo que podemos, pero la tentación nos descubre lo que somos. Sin embargo, debemos vigilar principalmente al principio de la tentación, porque si no le dejamos al enemigo entrar en nuestro corazón, antes al contrario, apenas llama salimos a cerrarle la entrada, entonces lo venceremos más fácilmente. Por eso dijo un poeta; resiste en el principio, pues llega tarde el remedio cuando se ha dejado el mal por mucho tiempo (Ovid, De Remed., II, 91) Porque el proceso es éste: primero se nos ocurre un mal pensamiento, luego una viva imaginación, después el deleite, en seguida un mal movimiento, y finalmente el consentimiento. Y de esta manera, poco a poco entra el enemigo maligno en el alma q}por no haberle resistido al principio. Porque cuanto más tarde se decide el hombre a resistirle, tanto más débil se hace cada día, y el enemigo contra él más fuerte.
6. Algunos sienten más graves tentaciones al principio de su conversión, otros al fin. Otros las sienten casi durante toda su vida. Otros, finalmente, padecen muy leves tentaciones, según las disposiciones de la sabiduría y equidad divinas, que tiene en cuenta el estado y mérito de los hombres y todo lo ordena para el mayor bien de los elegidos.
7. Por eso no debemos desesperar cuando nos sintamos tentados, sino que debemos rogar a Dios con más fervor para que se digne ayudarnos en toda tribulación, ya que al decir de San Pablo: El hará que saquemos provecho de la misma tentación para que podamos superarla (1 ad Cor. X, 18). Así pues, en toda tentación y tribulación humillémonos bajo la mano poderosa de Dios (1 Petr. IV, 6), porque al humilde de espíritu salvará y exaltará (Ps XXXIII, 19).
8. En las tentaciones y tribulaciones se echa de ver cuanto ha aprovechado el hombre; allí es donde mejor e}se aprecian el mérito y la virtud. Porque nada tiene de particular que el hombre sea devoto y fervoroso cuando no sufre contradicciones; pero quien sufre con paciencia, todas las adversidades, hace concebir de su aprovechamiento grandes esperanzas. Muchos hay que se defienden bien contra las tentaciones graves y son vencidos por los defectillos cotidianos, para que así humillados no se fíen de sí mismos en las grandes, viendo cuán frágiles son en cosas más pequeñas.
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