40 días por la vida Uruguay - Día 29



Cuarenta días por la vida
13 de febrero al 24 de marzo 2018
Día 29, martes, 13 de marzo de 2018

«Es decisiva la responsabilidad de la familia: es una responsabilidad que brota de su propia naturaleza —la de ser comunidad de vida y de amor, fundada sobre el matrimonio— y de su misión de "custodiar, revelar y comunicar el amor". Se trata del amor mismo de Dios, cuyos colaboradores y como intérpretes en la transmisión de la vida y en su educación según el designio del Padre son los padres. [...] La familia está llamada a esto a lo largo de la vida de sus miembros, desde el nacimiento hasta la muerte».
San Juan Pablo II, encíclica Evangelium vitae 92

Motivación
Como parte de la cultura de la muerte, avanza en el mundo una concepción que tergiversa los derechos humanos naturales y supone la concepción de que la educación de los niños corresponde al Estado.
Así el Estado se arroga el derecho de imponer un sistema obligatorio de educación que establece una visión única, sesgada y arbitraria de la sexualidad, aun contra las creencias de sus padres, como hemos visto en la nueva guía de educación sexual en Uruguay. 
Esta concepción es propia de los sistemas totalitarios, como el nazismo y el comunismo soviético, donde los niños eran arrebatados y adoctrinados hasta para denunciar a sus propios padres. Pero vemos hoy como también se empieza a instalar en regímenes «democráticos» que supuestamente deberían ser pluralistas y respetuosos. A modo de ejemplo, en Alemania padres van a la cárcel por negarse a que sus hijos reciban un adoctrinamiento sexual contrario al orden natural, y en Noruega se les ha quitado la patria potestad por no convalidar la ideología de género.
Los padres tienen el derecho de obtener que sus hijos no sean obligados a recibir contenidos que no están de acuerdo con sus convicciones morales y religiosas. Ninguna política educativa de ningún Estado puede negar ni desconocer que los padres son los primeros y principales educadores de sus propios hijos; precisamente son educadores por ser padres.
La educación no es una «concesión» del Estado, ni es el Estado quien decide qué tipo o modelo de educación se da, especialmente en asuntos educativos de índole filosófico, moral o religioso.

Reflexión
Pertenece a la naturaleza humana que el hombre sea un ser intrínsecamente social y dependiente, dependencia que se muestra de modo más patente en los años de la infancia. Por eso, en la persona humana se da una estrecha relación entre procreación y educación, hasta el punto de que esta se considera como una prolongación o complemento de la obra generativa.
Esta realidad se puede apreciar en la etimología de la palabra educación. El término educare significa primordialmente acción y efecto de alimentar o nutrir la prole, alimento que, evidentemente, no es solo material, sino que abarca también el cultivo de las facultades espirituales, intelectuales y morales de los hijos.
El derecho (y deber) de los padres a educar a sus hijos no depende de que esté recogido o no en una norma positiva, ni es una concesión de la sociedad o del Estado. Es un derecho primario, en el sentido más fuerte que cupiera dar al término.
Es la familia el lugar natural en el que las relaciones de amor, de servicio, de donación mutua que configuran la parte más íntima de la persona se descubren, valoran y aprenden. De ahí que, salvo casos de imposibilidad, toda persona debería ser educada en el seno de una familia por parte de sus padres, con la colaboración —en sus diversos papeles— de otras personas: hermanos, abuelos, tíos...
A la luz de la fe, la generación y la educación adquieren una dimensión nueva: el hijo está llamado a la unión con Dios, y aparece ante los padres como un regalo que es, a la vez, manifestación del propio amor conyugal.
Cuando nace un nuevo hijo, los padres reciben una nueva llamada divina: el Señor espera de ellos que lo eduquen en la libertad y en el amor, que lo lleven poco a poco hacia Él. Espera que el hijo encuentre, en el amor y la atención que recibe de sus padres, un reflejo del amor y la atención que Dios mismo le dedica. De ahí que, para un padre cristiano, el derecho y deber de educar a un hijo sea irrenunciable por motivos que van más allá de un cierto sentido de la responsabilidad: es irrenunciable también porque forma parte de su respeto a la llamada divina recibida con el bautismo.
Ahora bien, si la educación es una actividad primordialmente paterna y materna, cualquier otro agente educativo cumple un rol subsidiario respeto de los padres y está subordinado a ellos. «Los padres son los primeros y principales educadores de sus propios hijos, y en este campo tienen incluso una competencia fundamental: son educadores por ser padres. Comparten su misión educativa con otras personas e instituciones, como la Iglesia y el Estado. Sin embargo, esto debe hacerse siempre aplicando correctamente elprincipio de subsidiariedad» (JP II, Carta a las familias, 16).
Lógicamente, es legítimo que los padres busquen ayudas para educar a sus hijos: la adquisición de competencias culturales o técnicas, la relación con personas más allá del ámbito familiar, etc., son elementos necesarios para un correcto crecimiento de la persona, que los padres —por sí solos— no pueden atender adecuadamente. De ahí que «cualquier otro colaborador en el proceso educativo debe actuar en nombre de los padres, con su consentimiento y, en cierto modo, incluso por encargo suyo» (JP II, Carta a las familias, 16).
La escuela ha de ser vista en este contexto: como una institución destinada a colaborar con los padres en su labor educadora. Cobrar conciencia de esta realidad se hace más acuciante cuando consideramos que, en la actualidad, son numerosos los motivos que pueden llevar a los padres –a veces sin ser enteramente conscientes– a no comprender la amplitud de la maravillosa labor que les corresponde, renunciando en la práctica a su papel de educadores integrales.
J. A. Araña - J. C. Errázuriz

Intención del día
Oremos para que los padres tomen conciencia de su derecho y su deber a la educación de sus hijos, y para que los gobernantes respeten este derecho.


Oración para todos los días
ORACIÓN POR LA VIDA
Oh María, aurora del mundo nuevo,
Madre de los vivientes,
a Ti confiamos la causa de la vida:
mira Madre el número inmenso de niños a quienes se impide nacer,
de pobres a quienes se hace difícil vivir,
de hombres y mujeres víctimas de violencia inhumana,
de ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia o de una presunta piedad.
Haz que quienes creen en tu hijo sepan anunciar con firmeza y
amor a los hombres de nuestro tiempo
el Evangelio de la vida.

Alcánzales la gracia de acogerlo como don siempre nuevo,
la alegría de celebrarlo con gratitud durante toda su existencia
y la valentía de testimoniarlo con solícita constancia,
para construir, junto con todos los hombres de buena voluntad,
la civilización de la verdad y del amor,
para alabanza y gloria de Dios Creador
y amante de la vida.
Amén.
San Juan Pablo II
Encíclica Evangelium Vitae sobre el Valor y el Carácter Inviolable
de la Vida Humana.

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