La Verdadera Devoción Al Corazón de Jesús.
http://vdcj.org/la-vdcj-formato-electronico
Mensajes a la Humanidad | www.vdcj.org
12
1º.- Considerar los tres libros como un todo, como una unidad. Hay que
entender cada frase en el contexto de la trilogía.
Suelo poner un ejemplo elemental: ¡La Biblia dice que no hay Dios! Esto es
verdad. Se lee en los salmos 14 y 53. Pero quien se detiene sólo en esas tres
palabras se equivoca, aunque ciertamente están escritas en el salmo, porque no lee
el contexto, que es así: “Dice en su corazón el insensato: «¡No hay Dios!»” ¡Ah!
No es lo mismo “no hay Dios”, que “dice el insensato que no hay Dios”. ¡Hay que
entenderlo todo en su contexto!
Para comprender el sentido exacto de los textos, hay que atender a la unidad de los
tres libros, interpretándolos desde la Doctrina de la Iglesia. Esto quiere decir
también que conviene empezar por el primer libro.
Como digo, a algunos no les ha gustado el tercer libro, porque les faltaba la base de
los dos anteriores. Es algo así como si un joven se matricula directamente en tercer
curso de cualquier carrera universitaria, sin haber hecho primero ni segundo. No
entenderá nada, porque le faltan las bases. La culpa no es de la carrera en sí, sino
del atolondrado que quiere saborear el final sin preparación previa.
2º.- Leerlo en oración, en el mismo ambiente con que se escribió. Antes de
comenzar la lectura, y durante ella, conviene invocar al Espíritu Santo, que inspiró
ese texto, para que sea Él quien ayude a interpretarlo rectamente. Quien lo lea sin
ambiente de oración, corre el peligro de quedarse en la superficie, sin penetrar su
riqueza interior. Para conseguir el fruto que pretenden estos Mensajes, hay que
meditarlos en el mismo ambiente en que fueron dictados a Marga: en oración.
Muchas cosas no van contra la razón, pero la exceden, por lo que se necesita pedir
luz al Espíritu Santo para comprenderlo bien.
3º.- No leerlo por mera curiosidad ni menos buscando profecías
espectaculares. Dado que hay datos concretos sobre posibles acontecimientos
futuros, suele existir la tendencia insana de reducirse a ellos, elucubrando sobre
eventos y fechas venideras.
Dios nunca anuncia eventos para despertar la curiosidad o la inquietud, y menos
para que nos dediquemos a hacer conjeturas de fechas, sino para que nos
convirtamos.
Las predicciones no constituyen el núcleo del Mensaje. Cuando se dan es para
ayudarnos, para que nos preparemos bien, para que captemos mejor lo que se nos
quiere transmitir. Las predicciones son sólo para reforzar el Mensaje central, que es
mostrar al mundo el Amor de Dios.
Además, los acontecimientos anunciados suelen ser condicionados a nuestra
respuesta: cuando se reacciona bien, hay castigos que se mitigan, se retrasan o
incluso se anulan.2
Por eso, la atención del lector debe centrarse en el núcleo del
mensaje: conocer el Amor de Dios y responder haciendo su Voluntad.
2
Cfr. Jon 3,4-10.
12
1º.- Considerar los tres libros como un todo, como una unidad. Hay que
entender cada frase en el contexto de la trilogía.
Suelo poner un ejemplo elemental: ¡La Biblia dice que no hay Dios! Esto es
verdad. Se lee en los salmos 14 y 53. Pero quien se detiene sólo en esas tres
palabras se equivoca, aunque ciertamente están escritas en el salmo, porque no lee
el contexto, que es así: “Dice en su corazón el insensato: «¡No hay Dios!»” ¡Ah!
No es lo mismo “no hay Dios”, que “dice el insensato que no hay Dios”. ¡Hay que
entenderlo todo en su contexto!
Para comprender el sentido exacto de los textos, hay que atender a la unidad de los
tres libros, interpretándolos desde la Doctrina de la Iglesia. Esto quiere decir
también que conviene empezar por el primer libro.
Como digo, a algunos no les ha gustado el tercer libro, porque les faltaba la base de
los dos anteriores. Es algo así como si un joven se matricula directamente en tercer
curso de cualquier carrera universitaria, sin haber hecho primero ni segundo. No
entenderá nada, porque le faltan las bases. La culpa no es de la carrera en sí, sino
del atolondrado que quiere saborear el final sin preparación previa.
2º.- Leerlo en oración, en el mismo ambiente con que se escribió. Antes de
comenzar la lectura, y durante ella, conviene invocar al Espíritu Santo, que inspiró
ese texto, para que sea Él quien ayude a interpretarlo rectamente. Quien lo lea sin
ambiente de oración, corre el peligro de quedarse en la superficie, sin penetrar su
riqueza interior. Para conseguir el fruto que pretenden estos Mensajes, hay que
meditarlos en el mismo ambiente en que fueron dictados a Marga: en oración.
Muchas cosas no van contra la razón, pero la exceden, por lo que se necesita pedir
luz al Espíritu Santo para comprenderlo bien.
3º.- No leerlo por mera curiosidad ni menos buscando profecías
espectaculares. Dado que hay datos concretos sobre posibles acontecimientos
futuros, suele existir la tendencia insana de reducirse a ellos, elucubrando sobre
eventos y fechas venideras.
Dios nunca anuncia eventos para despertar la curiosidad o la inquietud, y menos
para que nos dediquemos a hacer conjeturas de fechas, sino para que nos
convirtamos.
Las predicciones no constituyen el núcleo del Mensaje. Cuando se dan es para
ayudarnos, para que nos preparemos bien, para que captemos mejor lo que se nos
quiere transmitir. Las predicciones son sólo para reforzar el Mensaje central, que es
mostrar al mundo el Amor de Dios.
Además, los acontecimientos anunciados suelen ser condicionados a nuestra
respuesta: cuando se reacciona bien, hay castigos que se mitigan, se retrasan o
incluso se anulan.2
Por eso, la atención del lector debe centrarse en el núcleo del
mensaje: conocer el Amor de Dios y responder haciendo su Voluntad.
2
Cfr. Jon 3,4-10.
Comentarios
Publicar un comentario