En mi soledad, acudo al sagrario y mi vida se transforma (Un bellísimo testimonio)
Aleteia
Claudio de Castro | Nov 22, 2018
Todos tenemos esos momentos difíciles en los que las cosas no salen como uno quisiera. Parece que en lugar de mejorar, empeoran y las salidas se cierran, nos quedamos sin opciones. Al final quedas en una estrecha calle sin salida. Pero esto es en apariencia, siempre hay una salida, sólo que no la vemos. Yo he descubierto un lugar que me llena de paz y donde encuentro muchas salidas y opciones para esos malos momentos. Y a todo el que puedo se lo recomiendo.
Suelo recibir correos de los lectores de mis blogs semanales. Me comparten sus alegrías, sus luchas y tristezas. Muchos tienen problemas tan difíciles de solucionar que te quedas pensando en cómo hacen en su vida diaria para salir adelante.
Ayer por la mañana mientras revisaba uno de mis libros, me telefoneó una dulce ancianita que suele leer mis libros.
―Me dan mucha paz ―me comentaba ―. Suelo colocarlos encima de mi mesita de noche y cuando necesito una palabra, una voz de aliento, abro cualquiera al azar y allí, entre sus páginas, encuentro lo que necesito. Es curioso que en sus libros usted nos mande siempre al sagrario con Jesús.
―Es que Él tiene todas las respuestas―le respondí ―. Yo, la verdad, no comprendo por qué ocurren muchas cosas. Y hace mucho dejé ese afán de tener que comprenderlo todo. Sencillamente hice como Job. Acepto, ofrezco y agradezco a Dios por su Amor, por todo los que nos da, porque de su mano amorosa no puede salir más que amor. Y esto que no comprendo, sé que será para mi bien espiritual, para bien de mi alma.
―Sufro mucho, señor de Castro―me dijo ―. Soy una anciana y me cuesta todo. Mi pobre salud me limita. Y así me humillan y ofenden. Sigo sus consejos y voy a una capilla que tiene la Iglesia cercana a mi casa, donde está el sagrario y le digo a Jesús: “Sin ti no puedo nada, ten compasión de mí”.
Me dejan sin palabras su fe profunda y el esfuerzo que realiza cada mañana para buscar a Jesús, a pesar de sus limitaciones físicas.
La buena mujer parece que va a derramar una lágrima del otro lado de la línea telefónica. Y continúa su historia.
―No me abandones Jesús―le digo una y otra vez―. Y me lleno de una ternura tan grande y una paz que no es de este mundo. Me costaría explicar señor de Castro, lo que ocurre ante Jesús en el sagrario. Pero cuando estoy allí, con Él, en su dulce presencia, no quisiera irme. Allí tengo paz. Y me siento feliz. Estoy acompañada. La soledad se dispersa y no la siento.
Aquí termina nuestra breve charla. Le recuerdo que al sufrimiento, se le puede dar sentido y valor, aceptando, ofreciéndolo a Dios con nuestras oraciones, por el bien de las almas, la santificación de los sacerdotes, la conversión de los pecadores.
Y tú, querido lector, cuando vayas al sagrario, ¿me permites pedirte un favor? Dile a Jesús: “Claudio te manda saludos”. Ya sabes que me encanta sorprenderlo desde diferentes países.
¡Dios te bendiga!
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Queremos recomendarte un libro que te ayudará mucho.
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