EN CAMINO

Toma tu mochila y echa a andar

Juan Pablo II aconsejó a unos peregrinos que iban a Fátima:

“Llegad a Fátima con un rosario en las manos, con el nombre de María en los labios, con el cántico de la misericordia de Dios en el corazón”.

Una peregrinación no consiste solamente en ponerse en camino y hacer un viaje físico, sino que es también un caminar espiritual. Una peregrinación es una invitación de Dios, a la cual respondemos con la fe. Es un momento de conversión y de escucha.
Te puedo animar a que hagas peregrinaciones, y lo hago, porque estoy convencido del bien que hacen al alma; pero también te animo a que te tomes en serio una peregrinación que dura más de unos días o semanas: tu vida. Esta es la peregrinación hacia el encuentro final y definitivo con Dios. San Agustín dice que la Iglesia «va peregrinando entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios». La vida es una peregrinación y tenemos que ponernos en camino con ánimo, siguiendo los consejos de Juan Pablo II: "con el rosario en las manos, el nombre de María en los labios, el cántico de la misericordia de Dios en el corazón". Es decir, acompañados por María, invocando a María, nuestra Madre, bajo la mirada misericordiosa de Dios, que nos espera.
¿Qué debemos llevar para el camino?
El Señor dijo a los apóstoles que no llevasen "bolsa, ni alforja, ni sandalias"(Lc. 10, 4). San Agustín, comentando este pasaje, dice que la expresión "no llevéis bolsa" significa que no debe haber en ti ningún lugar en el que acumules cosas. Por el contrario, tiene que haber en ti un surtidor desde donde tú das a los demás. Lo que recibes, no lo recibes para ti solo, sino también para los otros. Esto se aplica igualmente a las cosas espirituales. Las gracias que Dios te concede no son solo para ti, sino que debes compartirlas con los demás. El Señor te las da para seas una fuente de amor para el prójimo. Por eso, en la peregrinación de tu vida, debes tener un corazón dispuesto a dar. Como ya sabes, el que da recibe cien veces más, porque el Señor no se deja ganar en generosidad. Si tú das un poco, Él te da mucho más.
Conocer la meta
Otra cosa importante es saber adónde vas. En esta peregrinación de la vida, nuestro destino es el Cielo, no lo olvidemos. El mundo nos quiere distraer de nuestro fin último, haciendo que nos contentemos con las cosas terrenales, que son provisionales y finitas. Pero la Iglesia nos recuerda siempre que tenemos que buscar las cosas de allá arriba, que tenemos que tener en mente la meta de nuestra vida, que es la vida eterna en el Cielo. Miremos a la Virgen, que es la que nos enseña a tener siempre la mirada elevada al Cielo, nuestro destino.

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