Dame sabiduría para comprender cuál es tu voluntad: Comentario 18 de Julio del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
El texto evangélico de la liturgia de la Palabra del día de hoy se encuentra estructurado en tres partes: 1) acción de gracias al Padre por la revelación recibida, 2) Contenido de dicha revelación y, la 3) invitación y llamada.
En la primera parte, la acción de gracias significa la aceptación del plan divino o designio de Dios. Y este plan no puede ser aceptado más que por aquellos que se muestran vacios de sí mismos, pequeños y pobres, con actitud humilde y “desesperada” búsqueda de algo o de Alguien que sea capaz de llenar la propia vida. Dios no admite que el hombre entre en petulante competencia con Él. La autosuficiencia es el mayor obstáculo para abrirse al plan de Dios (como en el caso de los escribas y fariseos).
En la segunda, se habla del mismo Jesús como el único gran revelador del Padre. Él mismo se presenta como el gran revelador del Padre, la plenitud de la revelación. Esto es posible por su relación con el Padre, por su vida de intimidad con Él desde toda la eternidad.
La invitación llamada, Jesús nos la hace en la tercera parte. Jesús inculca al hombre el espíritu de la ley, liberándolo incluso de la misma; manda que pidamos al Padre y nos da la garantía de ser escuchados por Él; promete al Espíritu que viene en ayuda de nuestra flaqueza. Finalmente él mismo se presenta como manso y humilde de corazón. Su yugo no tiene que ver con la opresión porque viene al hombre con humildad, por el camino de la humillación hasta hacerse uno de nosotros, revolucionando las estructuras, incluso, de la autoridad.
Ante esta invitación-llamada de parte de Jesús, para el hombre de fe una pregunta constante y difícil de discernir es: ¿cuál es la voluntad de Dios o qué es lo que Dios quiere para mi (comunidad)? Ante la limitación del hombre para responder a tan gran cuestionamiento, a lo largo de la historia de la salvación el mismo Dios ha venido ayudando al hombre a realizar este gran y serio discernimiento (Abraham, por ejemplo, el Padre de la fe o como en el caso de la Virgen María).
La gracia es una fuerza que Dios infunde por medio de su Santo Espíritu para llevar a cabo una misión que se desglosa en los siete dones, los doce frutos, las tres virtudes teologales, las cuatro virtudes cardinales y las demás virtudes y, finalmente, su acción consiste en fortalecer a la persona humana para que pueda vencer los obstáculos que se le presentarán en el cumplimiento de la misión encomendada por Dios.
La sabiduría es uno de los siete dones del Espíritu Santo y Mons. Luis María Martínez en su libro “Espíritu Santo”, llega a decir que éste es el don por excelencia, ya que a través de este don es como se llega a comprender verdaderamente cuál es la voluntad de Dios y así, de esa manera, comprendiendo cuál es esa voluntad de Dios, la persona humana se va esforzando por configurar su voluntad con la voluntad divina, es decir, se va santificando.
Más aún, para ayudar a la recepción de la sabiduría existe el don de la inteligencia que, según Mons. Martínez, ayuda a pensar y a discernir cómo llegar a la sabiduría. La misma escritura instruye al respecto: “Presta oído a la sabiduría, entrega tu mente a la inteligencia. Pide con todas tus fuerzas inteligencia y buen juicio; entrégate por completo a buscarlos, cual si buscaras plata o un tesoro escondido. Entonces sabrás lo que es honrar al Señor; ¡descubrirás lo que es conocer a Dios! Pues el Señor es quien da la sabiduría; la ciencia y el conocimiento brotan de sus labios” (Pro. 2, 2-6).
Por tanto, si se desea saber cuál es la voluntad de Dios o cómo interpretar sus designios divinos hay que ponerse frente a Él en la oración y suplicar, como enseña la escritura, que conceda ésa su gracia santificante, para así poder alcanzar esa santidad que Él mismo ofrece.
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