Dios viene a nuestra casa todos los días: Comentario 17 de Julio del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
La
ciudad de mayor permanencia de Jesús fue, sin duda, Cafarnaum. Mateo la llama
su ciudad. Así, en el orden por el que aparecen en el relato evangélico tiene
importancia; en el orden de menor a mayor actividad de Jesús en ellas:
corazaín, Betsaida y Cafarnaum. De este modo, Corazaín es mencionada únicamente
en este lugar y Cafarnaum, fue el lugar de mayor permanencia de Jesús durante
su actividad en Galilea.
Teniendo
en cuenta estos presupuestos, la lección del texto evangélico es clara: a mayor
actividad de Jesús en cada una de aquellas ciudades, mayor responsabilidad. La
medida de la responsabilidad es el don que la hace posible. A mayor don, mayor responsabilidad.
Fueron invitadas a la penitencia y no respondieron a la llamada. Serán, pues,
juzgadas con mayor severidad que las ciudades mencionadas en el contrapunto de
la comparación (Tiro y Sidón). Estas hubiesen respondido a la llamada a la
conversión si hubiesen presenciado los milagros que Jesús realizó en aquellas.
Cada
día viene, también, Jesús a nuestra casa y a nuestra vida, a mostrarnos signos
y milagros para que creamos y nos convirtamos, pero muchas veces nos
resistimos, ponemos el corazón duro a este fuerte llamado a la conversión. No
vaya a sucedernos como a estas ciudades que por no hacerle caso al Señor fueron
recriminadas.
Y es
que, la conversión es un paso requerido para empezar la experiencia de fe. En
una primera expresión, la conversión representa el acto de dejar la vida
alejada de Dios y darle un giro hacia Jesucristo. Todos solemos empezar por
este primer paso.
El concepto bíblico de la conversión describe una
vuelta de Dios y un alejamiento de la idolatría, es decir, hacer a un lado lo
que roba la atención y que ha sido centro de nuestra vida, desplazando por
completo a Dios. Por eso, esta forma de la conversión es la primera que
vivimos.
Pero al avanzar el camino de fe, la conversión nos
pide ahora un progreso en la virtud, subir el nivel de nuestra experiencia de
la fe y ser más decididos y entregados a Dios. Dependerá de la situación
personal, inclusive, de las condiciones psico-espirituales que uno esté
viviendo, de tal suerte que la conversión llega a ser un estado de vida.
La actitud de
conversión es la que más favorece el espíritu misionero, pues es la que
mantiene el espíritu atento a Dios, en la búsqueda de su voluntad, y lo
mantiene preparado para hacer las correcciones necesarias, en su vida y en su
manera de proceder, para que todo se haga como Dios quiere.
El espíritu de conversión favorece la sensibilidad
del cristiano, de manera que es capaz de cuestionarse frente a las necesidades
y situaciones del prójimo, que requieren de su compromiso. Un cristiano en
actitud de conversión está más apto para vivir la caridad; está listo para
asumir compromisos fuertes en favor de los demás.
La conversión mantiene al cristiano en capacidad de
cuestionarse. Su grado de madurez y su sensibilidad hacen que identifique lo
que puede perjudicarle, y lo capacita para discernir actitudes y decisiones que
debe asumir. Es, por medio de la conversión, como purifica intenciones y
acciones, va creciendo en sinceridad y autenticidad, y se encamina hacia la
santidad. La conversión es algo así como el oído del espíritu, que logra
atender a la voz de Dios, y le obedece.
Esta es la razón por la que los profetas
privilegiaron siempre esta actitud y la promovieron mucho en el pueblo de
Israel. Es el primer mensaje con el que
se presentó Jesús al anunciar el Reino de Dios; y es el primer mensaje de los
discípulos de Jesús. La Iglesia sigue haciéndose eco de esa actitud que
enriquece y purifica el espíritu.
La conversión expresa una de las actitudes más
valiosas del espíritu cristiano, de modo que, con mayor razón, lo es para el
espíritu misionero. La conversión es una actitud que el espíritu misionero está
llamado a cultivar y a mantener toda la vida, pues de ella depende su fidelidad
y su salvación (Pbro. Moisés Vivar Mtz., superior
Gral. MSP).
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