Eucaristía, sacramento de caridad y de comunión: Comentario 18 de Abril del 2018

                                                     Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra, 
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles


Con la muerte de Esteban, comienza una gran persecución en contra de la Iglesia de Jerusalén. Esto fue providencial, pues gracias a ello, se comenzó a difundir el evangelio en otros lugares, y de ahí a todas partes. Entre los perseguidores de la Iglesia se encuentra Saulo, quien parece estar muy satisfecho de lo que está haciendo. No obstante, lo que veía en los apóstoles y demás cristianos, la convicción con que abrazaban la fe, hizo que poco a poco llegara a cuestionamientos profundos. Y es que, quien no ve los acontecimientos de la vida con profundidad, dejándose llevar por un ambiente superficial, corre el riesgo de derrumbar lo que Dios quiere construir en él y entre su pueblo.
Felipe, otro de los siete diáconos, era un hombre lleno del Espíritu Santo. En Samaria, donde fue a predicar, realizó grandes prodigios y sanó a numerosos enfermos. No cabe duda que cuando se pone toda la confianza en Dios, cuando el discípulo se abandona completamente en las manos del maestro se suscitan grandes milagros; lo único que el discípulo necesita es disponibilidad, y que su corazón arda en el amor de Dios para llevar adelante cualquier obra misionera. Esto le ganó la simpatía de muchos. Donde hay un verdadero cristiano lleno de fe, ahí se suscitan muchos milagros.
La fe de la Iglesia es la de que en el pan eucarístico se toma al Cristo glorioso, alimento y verdadero maná de su pueblo; no es un símbolo, un simple signo. Es Él mismo. De ahí se ha derivado el culto a Jesús sacramentado, es decir, presente en el pan que se ha consagrado, y que es digno de adoración. Quien quiere la vida tiene que alimentarse de Él; es una gran medicina y principio de consolación para el Espíritu humano. De igual manera, es una vía para entrar en comunión con el Dios amor que siempre sale al encuentro del hombre.

El don de la Eucaristía, es un don tan grande y, por ello, es tan importante ir a misa el domingo. Ir a misa no sólo para rezar, sino para recibir la comunión, este Pan que es el cuerpo de Jesucristo que nos salva, nos perdona, nos une al Padre. Y todos los domingos vamos a misa, porque es precisamente el día de la resurrección del Señor. Por ello el domingo es tan importante para nosotros. Y con la Eucaristía sentimos esta pertenencia a la Iglesia, al Pueblo de Dios, al cuerpo de Dios, a Jesucristo. No acabaremos nunca de entender todo su valor y riqueza. Pidámosle, entonces, que este sacramento siga manteniendo viva su presencia en la Iglesia y que plasme nuestras comunidades en la caridad y en la comunión, según el corazón del Padre. Y esto hemos de hacerlo durante toda la vida. María, Reina de los apóstoles, ruega por nosotros.

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