Celebrar la Eucaristía es ir al encuentro de la salvación: Comentario 17 de Abril del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
Los ancianos y los maestros de la
ley, así como los acusadores de Esteban, enfurecidos, no soportaron que les
dijera: “ustedes siempre han sido tercos,
y tienen oídos y corazón paganos. Siempre están en contra del Espíritu Santo…
recibieron la ley por medio de los
ángeles, no la obedecen”. Esteban, por su parte, simplemente mira al cielo
y lleno del Espíritu Santo, les comunica lo que ve. A cambio recibe solo empujones,
gritos y pedradas que le quitarían la vida. Éste hombre es un verdadero
discípulo de Cristo, por tanto, no puede morir con odio ni resentimientos: “¡Señor no les tomes en cuenta este pecado!”
Así, descubrimos que se muere como se vive. No vale la pena perder el
tiempo en venganzas y resentimientos. Cuando se está lleno de amor no hay lugar
en el pensamiento para desquites ni malos deseos, sino únicamente para el
perdón y la oración para con todos sea quien sea, con la esperanza de ser
recibidos por Dios en cielo con los brazos abiertos.
El verdadero Pan del cielo es Él,
Jesucristo. La comparación con el maná da a entender el valor teológico de las
afirmaciones de Jesús. En este texto puede verse el principio teológico sobre
el que se apoya la tradición de la Iglesia, acerca del culto eucarístico.
Celebrar la eucaristía es ir al encuentro de la salvación ofrecida por el
sacrificio de Jesucristo, pero también es ir por el alimento que nutre la fe
del creyente. Jesús no habló de otra cosa sino de ofrecerse Él mismo, y, a
través de ellos, tener la vida y la resurrección.
De este sacramento del amor,
brota todo auténtico camino de fe, de comunión y de testimonio. La celebración
eucarística es mucho más que un simple banquete: es precisamente el memorial de
la Pascua de Jesús, el misterio central de la salvación. “Memorial” no
significa sólo un recuerdo, un simple recuerdo, sino que quiere decir que cada
vez que celebramos este sacramento participamos en el misterio de la pasión,
muerte y resurrección de Cristo.
La Eucaristía constituye la
cumbre de la acción de la salvación de Dios: el Señor Jesús, haciéndose Pan
partido por nosotros, vuelca, en efecto, sobre nosotros toda su misericordia y
su amor, de tal modo que renueva nuestro corazón, nuestra existencia y nuestro
modo de relacionarnos con Él y con los hermanos. Es por ello que comúnmente,
cuando nos acercamos a este sacramento, decimos “recibir la comunión”,
“comulgar”: esto significa que en el poder del espíritu Santo, la participación
en la mesa eucarística nos conforma de modo único y profundo a Cristo,
haciéndonos pregustar ya ahora la plena comunión con el Padre que cracterizará
el banquete celestial, donde con todos los santos tendremos la alegría de
contemplar a Dios cara a cara.
Que Jesús, Pan bajado del cielo,
sea nuestro alimento diario que nos de la fuerza y la valentía que necesitamos
para ser testigos fieles de Jesucristo. Que la eucaristía sacie nuestra hambre
del amor de Dios y que nos capacite para perdonar a nuestros enemigos o
verdugos. María, trono de sabiduría, ruega por nosotros.
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