Comentario 03 de Enero del 2018: “Él es el Hijo de Dios”.

Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra, Parroquia Santa Marìa de los Ángeles



Dios nos ama tanto que nos da gratuitamente la vida. El se encarga, si le permitimos, de hacer caminar nuestra existencia por los caminos del amor. Somos un reflejo de Dios, somos su imagen, una imagen imperfecta porque nuestros sentidos no son capaces de describir cómo seremos en el futuro cuando le miremos cara a cara, tal como Él es.

Fuimos creados para estar con Dios, para gozar en Dios, para gozar haciendo lo bueno. Pero gracias a diferentes ideologías, pero sobre todo al tan famoso llamado “relativismo”, para muchos hacer lo malo no es pecado, es más, para ellos “el pecado no existe”. Sin embargo, en la liturgia de la Palabra de hoy encontramos qué no ve, precisamente aquél  que vive en el pecado y no practica la verdad y la justicia; el que no se ha dejado renovar por el Espíritu y no ha dejado que Jesucristo transforme su vida con la Gracia que confiere el Bautismo.

Todo el que permanece unido a él no sigue pecando”. Esto no quiere decir que los cristianos ya no cometamos pecados, no, sino que más bien lo que Juan trata de decirnos es que quien conoce a Cristo y lo acepta como al único Señor de su vida posee la fuerza de su Espíritu, que le permite levantarse de las caídas. El que sigue a Jesús debe tomar la firme decisión de no cometer faltas voluntarias luchando arduamente contra todo aquello que le aparte de la Gracia Divina y esforzándose por alcanzar la santidad. El santo no es aquél que nunca cometió una falta, sino el que cuando cayó, se levantó para seguir su camino de conversión detrás de Cristo.

Si bien, al Espíritu Santo lo recibimos en el Bautismo: “Aquél sobre quien veas que el Espíritu baja y reposa es el que bautiza con Espíritu Santo”. Los efectos que el Bautismo confiere son : 1º) “He ahí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1,29). Un efecto del Bautismo  es la purificación de los pecados, es decir, todos los pecados son perdonados, el pecado original y todos los pecados personales así como todas las penas del pecado. 2º) <<Baja el espíritu>>, <<Bautiza con Espíritu Santo>> (Jn 1,34): el bautismo nos hace una “nueva creación”, hijos adoptivos de Dios y partícipes de la naturaleza divina, miembros de Cristo, coherederos con él y templos del Espíritu Santo. (CEE n. 1262-1266).

Por lo tanto, si somos hijos de Dios debemos llevar adelante la empresa que nos ha confiado, participar en su obra de salvación. Como hijos de Dios debemos anunciar que Jesús es el que perdona los pecados y que verdaderamente él es el Hijo de Dios como lo hizo en su momento “Juan el Bautista”. Primero, a través de su condición de profeta, preparándole el camino al Señor, y poniendo la profecía del Antiguo Testamento en vistas a Jesús. Segundo, mediante el Bautismo que disponía a aceptar el Reino de Dios. Tercero, como testigo calificado de la misión de Jesús, pues había visto al Espíritu Santo descender sobre el esperado Mesías.

Como Juan, la misión más alta a la que todo cristiano bautizado está llamado es a la de ser testigo: “Yo ya lo he visto, y soy testigo de que es el Hijo de Dios”. Podemos ser testigos de que Jesús es el Hijo de Dios anunciando el Evangelio y con nuestra caridad, viviendo unidos a la comunidad, porque al estar unidos a la comunidad estamos unidos también a Cristo. Nadie puede decir que es testigo de Jesús viviendo sólo o llevando una espiritualidad aparte. No se puede creer y vivir aparte. No se puede decir que Jesús es el Hijo de Dios y vivir individualmente o que se es Hijo de Dios y seguir haciendo lo malo. Si se quiere ser testigo de Jesús es necesario que vivamos de acuerdo a la verdad, la caridad y la justicia.

Gracias al amor que Dios nos ha tenido hemos llegado a ser hijos suyos en Cristo Jesús y, cuando éste aparezca, seremos como él porque lo veremos tal como es. Pidamos al Espíritu Santo, Espíritu de amor y de unidad que siga derramando su gracia en cada uno de nosotros para que nos mantengamos fieles a la misión que Jesús nos ha encomendado hasta el día glorioso en el que se manifieste con todo su esplendor.


Comentarios

  1. Gracias Jesús por tanto amor, ayudame al levantarme en cada caída, y poder dar testimonio de tu gran Amor, y glorificarte por siempre.

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