El amigo fiel es un tesoro: Comentario 04 de Mayo del 2018

                                                                  Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra, 
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles



“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos… Ya no los llamo siervos… a ustedes los llamo amigos”, nos dice Jesús en el evangelio de la misa de hoy. Jesús es nuestro amigo. En Él encontraron los apóstoles su mejor amistad. Era Él quien les quería, con quien podían comunicar sus penas y alegrías, a quien podían preguntar con entera confianza. Sabían bien lo que deseaba expresar cuando les decía: amaos los unos a los otros…como yo los he amado. Las hermanas de Lázaro no encuentran mejor título que el de la amistad para solicitar su presencia: tu amigo está enfermo, le mandar decir. Es el mejor argumento que tienen para relacionarse con Jesús.
Jesús buscó y facilitó la amistad a todos aquellos que encontró por los caminos de palestina. Aprovechaba siempre el diálogo, para llegar al fondo de las almas y llenarlas de amor. Cristo resucitado es el compañero, el amigo. Un compañero que a veces se deja ver entre sombras, pero cuya realidad llena toda nuestra vida, y que nos hace desear su compañía definitiva. Él que ha compartido su vida con nosotros, quiere compartir también nuestras cargas: Yo los aliviaré nos dice a todos. Es el mismo que desea ardientemente que compartamos su gloria por toda la eternidad.
Jesucristo es el amigo que nunca traiciona, que cuando vamos a verle, a hablarle, está siempre disponible, que nos espera con el mismo calor de bienvenida, aunque por nuestra parte haya habido olvido y frialdad. Él ayuda siempre, anima siempre, consuela en toda ocasión.
La amistad con el Señor, que nace y se acrecienta en la oración y en la digna recepción de los sacramentos, nos hace entender mejor el significado de la amistad humana, que la Sagrada escritura califica como un tesoro: un amigo fiel (dice el Eclesiastés) es poderoso protector, el que lo encuentra haya un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel; su precio es incalculable. Los apóstoles aprendieron de Cristo el verdadero sentido de la amistad.
El trato diario y la amistad con Jesucristo nos llevan a una actitud abierta, comprensiva, que aumenta la capacidad de tener amigos. La oración afina el alma y la hace especialmente apta para comprender a los demás, aumenta la generosidad, el optimismo, la cordialidad en la convivencia, la gratitud…, virtudes que facilitan al cristiano el camino de la amistad.
La amistad verdadera es desinteresada, pues más consiste en dar que en recibir; no busca el provecho propio, sino el del amigo: “el amigo verdadero no puede tener, para su amigo, dos caras: la amistad, si ha de ser leal y sincera, exige renuncias, rectitud, intercambio de favores, de servicios nobles y lícitos. El amigo es fuerte y sincero, piensa generosamente en los demás, con personal sacrificio. Del amigo se espera la correspondencia al clima de confianza, que se establece con la verdadera amistad; se espera el reconocimiento de lo que somos y, cuando sea necesaria, también la defensa.
Para que haya verdadera amistad es necesario que exista correspondencia, es preciso que el afecto y la benevolencia sean mutuos. Si es verdadera, la amistad tiende siempre a hacerse más fuerte: no se deja corromper por la envidia, no se enfría por las sospechas, crece en la dificultad, hasta sentir al amigo como otro yo, por lo que dice San Agustín: bien dijo de su amigo el que le llamó la mitad de su alma. Entonces se comparten con naturalidad las alegrías y las penas. La amistad es un bien humano y, a su vez, ocasión para desarrollar muchas virtudes humanas, porque crea una armonía de sentimientos y gustos que prescinden del amor, pero, en cambio, desarrolla hasta grados muy elevados, e incluso hasta el heroísmo, la dedicación del amigo al amigo. La verdadera y sana amistad desarrolla grandes virtudes como lo son: la generosidad, el desinterés, la simpatía, la solidaridad y, especialmente, la posibilidad de mutuos sacrificios.
El buen amigo no abandona en las dificultades, no traiciona; nunca habla mal del amigo, ni permite que, ausente, sea criticado, porque sale en su defensa. Amistad es sinceridad, confianza, compartir penas y alegrías, animar, consolar, ayudar con el ejemplo.

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