El mérito de la fe.

A veces pensamos: ¿Por qué Dios no hace un milagro grandioso y evidente para que todo el mundo crea? Y la respuesta es que en este mundo es necesario hacer méritos para ganarnos el Paraíso. Efectivamente al tener fe y creer sin haber visto, nuestra fe merece un premio. Por eso el Señor dijo a Tomás apóstol: “Ahora crees porque me has visto. ¡Felices los que crean sin haber visto!”. Y esos tales somos nosotros, que creemos en Dios sin haberlo visto. También solemos pensar: ¿Y por qué Dios no se me manifiesta, y no se me aparecen Jesús o la Virgen o los Santos? Quizás es porque no somos dignos de ello. Pero tal vez es porque Dios quiere que nuestra fe sea completa y pura, tanto más meritoria cuando más oscura. Además, quienes tienen revelaciones y apariciones, suelen tener también una gran misión que cumplir en este mundo. Pero Dios es bueno y, sabiendo que necesitamos ver para creer, nos da algunos “regalos”, ya sean sueños o intuiciones, o hasta pequeñas casi apariciones, para que avancemos en la fe, para animarnos a creer cada vez más fuertemente. ¿Quién de nosotros no ha tenido algún detalle del Señor, que le ha demostrado su existencia? Para quien sabe ver las cosas, Dios se manifiesta en todas las cosas. Además, si Dios se mostrara a toda la humanidad, si su Rostro apareciera en el Cielo, quizás muchos todavía dudarían y se negarían a creer. Somos privilegiados porque podemos creer sin ver, y esta fe tiene mérito, tiene premio. Y si perseveramos en ella, nos espera la felicidad sin fin.