Sobre la práctica evangélica del desapego
De mi padre, que era constructor, aprendí que para construir una casa de cemento armado hay que purificar bien todos los elementos: el hierro, la arena, las piedras, el cemento. La resistencia del edificio que se construye depende de este trabajo de purificación que elimina todo factor de contaminación. Algo parecido vale para la comunión entre nosotros. Saber ir contra el propio yo y mortificarse es indispensable. Existen varias prácticas a este fin, como el ayuno y otras. Pero la más evangélica y al mismo tiempo la más a mano, posible en todo momento, es la relación con el prójimo: acoger al otro, estar siempre disponibles, saber escuchar, tener paciencia, hacerse todo a todos, anteponer los intereses del otro a los propios es una continua renuncia al propio yo y nos pone en Dios – Breves reflexiones del Cardenal Van Thuan.
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