ES TIEMPO DE LUCHAR. Resistid firmes en la Fe
Dominus est
Hoy, no mañana, estamos llamados a resistir al mal desde la fe y con la caridad.
Por Guy Fawkeslein. Dominus Est. 22 de julio de 2019.
«Resistite fortes in fide» (1Pe 5,9). Estas palabras fueron escritas por el autor de la primera carta de san Pedro a los cristianos convertidos del paganismo que residían en diversas provincias del Imperio romano, son vivas y actuales para los que hoy guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús (cf. Ap 12, 17).
Tienen razón cuando se dice que ningún tiempo pasado fue mejor y que no podemos consolarnos mirando al pasado. Pero también es cierto que nuestro tiempo es ahora y lo que vivimos, lo vivimos en nuestro hoy temporal y, misteriosamente, en el eterno “hodie (= hoy)” de Dios.
Hoy, no mañana, estamos llamados a resistir al mal desde la fe y con la caridad.
Son muchos los ejemplos que la Escritura nos ofrece de combates y batallas de los hijos de Israel contra sus enemigos de las que solo salen victoriosos en cuanto se confían a Dios y Éste pelea a su lado. Veamos algunos ejemplos y saquemos sustanciosas enseñanzas:
Victoria de Josué contra los amalecitas (Ex 17, 8-16): oración
La batalla se salda con la victoria del pueblo de Israel gracias a la oración de Moisés, a quien vemos con los brazos elevados. Cuando éste los levantaba ganaban los hebreos, cuando los bajaba se cambiaban las tornas en favor de los amalecitas. Este pasaje es imagen y prefiguración de Jesucristo, sumo y eterno sacerdote, que levantando sus brazos en la cruz nos ganó la batalla contra el peor enemigo, el demonio. Hoy continúa elevando sus brazos y mostrando sus gloriosas llagas al Padre Eterno impetrando del solio divino, la misericordia para el mundo entero.
El combate espiritual personal de cada cristiano, parte, también, de su empeño en la oración. Esta es la fuente de donde hemos de beber para pertrecharnos a la lid. Una oración profunda y asidua que entre en contacto con la divinidad con la confianza de un niño. Los cristianos solo venceremos a los espíritus del aire (cf. Ef 6, 12) si estamos unidos a Jesucristo, pues sin Él no podemos hacer nada (cf. Jn 15, 5). Estos espíritus son los demonios que habitan en la tierra y pueblan el infierno. Son la estirpe de la serpiente que se manifiesta en los más variados vicios de la humanidad de ayer y de hoy: la codicia, la envidia, los celos, las maledicencias, los placeres sexuales descontrolados, los desafectos, los asesinatos, las maquinaciones, etc. Ante estos demonios, la imagen de Moisés con los brazos levantados nos recuerda que podemos vencerlos desde la relación íntima con Jesucristo.
Victoria de Gedeón contra los madianitas (Ju 7): profecía
En esta epopeya bíblica encontramos una batalla sin combate directo, tan solo hicieron falta un cuerno y un jarro de loza. Hicieron con ello, un poco de ruido y Dios hizo el resto. Esto es lo mismo que se nos exige a los cristianos en la sociedad de hoy: hacer resonar la voz de Dios en la profecía de su Iglesia para que el mundo se desconcierte y caiga por sí mismo. Aquella fue una guerra limpia que se basó en volver contra sí mismos a aquellos que estaban, antes unidos, contra el pueblo de Dios.
Queridos lectores, estamos ante un mundo que ha unido sus fuerzas e intereses para ir en contra del débil rebaño de Cristo en el mundo: los movimientos migratorios que pretenden subvertir el equilibrio mundial y la extensión del Islam, la irracional ideología de género, los movimientos nacionalistas y separatistas, la persecución cruenta contra las comunidades cristianas en los países donde son minoría, la persecución a la Iglesia en regímenes dictatoriales, la aprobación del aborto y la eutanasia para jugar a ser dios, etc.
Ante estos discursos que achican el valor y merman la esperanza, los soldados de Gedeón nos enseñan a no arredrarnos y seguir levantando las trompetas de nuestra voz y romper los jarros de nuestro miedo ante este mundo indolente e inhumano y en camino de autodestrucción y hablar, proclamar y gritar que Dios existe y que su ley tiene vigencia eterna.
El cristiano del s. XXI no se puede permitir callarse, porque si no serán las piedras las que griten (cf. Lc 19,40) y, lo que es peor, el Señor nos lo reprochará (cf. Ap 2,4.16.20-23; 3, 2-4.16).
Victoria del rey Josafat sobre Moab y Amón (2Cro 20): confianza
El rey Josafat, hombre piadoso y de paz, cuando tiene que entablar batalla contra los pueblos vecinos cuyos ejércitos superan en número a los israelitas, acude desesperadamente al Señor y Éste le llama a la confianza. También a los cristianos de hoy el Señor nos pide que antes de combatir contra el mal, hagamos un acto de fe y confianza en su amor y en su poder.
«Escuchadme, los de Judá y habitantes de Jerusalén: confiad en el Señor, vuestro Dios, y subsistiréis; confiad en sus profetas y triunfaréis» (2Cro 20,20). Estas palabras son una exhortación a los católicos que ahora tienen el deber de continuar la historia de la Iglesia según la Divina Providencia. Podría parafrasearse esta cita hoy tal que así:
“escuchadme, cristianos que mantenéis la fe en Jesucristo: confiad en el Señor, vuestro Dios, y subsistiréis; confiad en su Iglesia y triunfaréis”.
Muchos más podrían ser los ejemplos a exponer en este artículo pero por motivo de espacio y la necesidad de la brevedad hemos elegido estos tres como más conspicuos del Antiguo Testamento que engloban, a su manera, lo que debe ser el combate de la vida cristiana: oración, profecía y confianza en Dios, nuestro Señor.
En definitiva, todo se reduce a las palabras de san Pedro, ante los diversos rugidos del león nosotros solo podremos resistir haciéndonos fuertes en la fe del bautismo. El león rondará para tentarnos, y ahí podremos vencer si no secundamos sus malas seducciones (cf. Gn 4,7); el león podrá mordernos y ahí venceremos si, al darnos cuenta, pedimos a Dios que nos salve (cf. Mt 8, 25); y el león podrá rugir victorioso tras vencernos, pero ahí Cristo ya le ha vencido si volvemos al amor de Dios y no damos pábulo a los escrúpulos y al jansenismo moral que tanto daño hace, porque sabemos que «fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que nos acusaba ante nuestro Dios, día y noche» (cf. Ap 12, 10). La victoria es de nuestro Dios pero a nosotros nos toca luchar cada día con ánimo, oración y confianza.
Guy Fawkeslein
*permitida su reproducción mencionando a DominusEstBlog.wordpress.com
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