“Cristo recibió en su persona el Espíritu no para sí mismo”: Comentario 10 de Enero del 2019
Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
El amor verdadero nace
de Dios. Sólo quien está unido a Él se capacita para amar de verdad. El amor a
Dios y el amor a los hombres están de tal manera relacionados que no pueden
existir el uno sin el otro. Dios mora en el creyente por medio del Espíritu
Santo, provocando en él la permanencia de la caridad. Pero esto requiere la
apertura del hombre, pues Dios respeta la libertad de éste y no se da a la fuerza.
Dios, a través de su
Hijo que se hace hombre nos muestra su infinito amor que nos tiene. Jesús es la
prueba más palpable y visible de ese gran amor, en Él encontramos el mejor
ejemplo de amor al prójimo, veamos lo que comenta San Cirilo de Alejandría al
respecto:
<<Por
consiguiente, cuando llegó el tiempo de tan gran munificencia y liberalidad, -y
puso a nuestra disposición en el mundo al Unigénito hecho carne, es decir, a
aquél hombre nacido de mujer de que hablan las Escrituras-, nuestro Dios y Padre
nos dio también el Espíritu, y Cristo fue el primero en recibirlo, como
primicias de la naturaleza restaurada. Así lo atestigua Juan Bautista con
aquellas palabras: “Vi al Espíritu bajar del cielo y posarse sobre él”.
Se
afirma de Cristo que recibió el Espíritu en cuanto que se hizo hombre y en
cuanto que convenía que lo recibiera el hombre; y, del mismo modo –aunque es
Hijo de Dios Padre, engendrado de su misma substancia ya antes de la
encarnación, más aún desde toda la eternidad-, no pone objeción al escuchar a
Dios Padre que proclama, después que se ha hecho hombre: “Tú eres mi Hijo, yo
te he engendrado hoy”.
De
aquél que era Dios, engendrado por el Padre desde toda la eternidad, dice que
lo ha engendrado hoy, para significar que en su persona hemos sido adoptados
como hijos, ya que toda la naturaleza está incluida en la persona de Cristo, en
cuanto que es hombre; en el mismo sentido se afirma que el Padre comunica al
Hijo su propio Espíritu, ya que en Cristo alcanzamos nosotros la participación
del Espíritu. Precisamente por esto se hizo hijo de Abraham, como está escrito,
y fue semejante en todo a sus hermanos.
Por
lo tanto, el Unigénito recibe el Espíritu Santo no para sí mismo, ya que Él lo
posee como algo propio y en Él y por Él se comunica a los demás, como ya
dijimos antes, sino que lo recibe en cuanto que, al hacerse hombre, recapitula
en sí toda la naturaleza para restaurarla y restituirle su integridad primera.
Es fácil, pues, de comprender, por lógica natural y por el testimonio de la
Escritura, que Cristo recibió en su persona el Espíritu, no para sí mismo, sino
más bien para nosotros, ya que por Él nos vienen también todos los demás
bienes>> (San Cirilo de Alejandría).
Por eso, aceptemos al
Hijo, aceptemos a Jesús en nuestro corazón y comencemos a vivir como verdaderos
hijos de Dios movidos por el Espíritu Santo. No seamos indiferentes. El hombre
sin Dios vive como un ser errante que encuentra una decepción tras otra; no
teniendo fuerzas para dominar sus pasiones, queda esclavizado a ellas. Nadie
puede confesar a Jesús como Hijo de Dios, como Mesías enviado por el Padre,
como Salvador del mundo, si no es movido por el Espíritu de Dios, quien también
lo mueve a ser obediente y honesto.
Para quien no ama
suficientemente a Dios, sus mandamientos causan molestia, y los ve como una
pesada obligación imposible de cumplir. El hombre sólo puede vencer a las
fuerzas del mal si cuenta con la ayuda del Espíritu de Dios, que lo auxilia en
su debilidad. Dios da el gozo de la obediencia a quienes libremente aceptan
vivir como verdaderos hijos suyos.
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