Amar con generosidad porque el amor es de Dios: comentario 08 de enero del 2019
Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
La definición más
breve, profunda y dinámica que la Escritura ofrece sobre Dios es que ÉL es
amor. Este amor infinito llena a cuantos se abren a su acción y los transforma
en criaturas nuevas. Quien se dona a sí mismo, amando con el amor que viene de
Dios, experimenta el gusto por la vida.
En proporción del amor
que se tiene se está en grado de conocer a Dios. “Dame una persona que sepa amar y yo le diré quién es Dios”, afirmó
San Agustín. Y es que, más que una descripción filosófica, las palabras de Juan
expresan una realidad: Dios se ha revelado, desde siempre como el que ama. El
signo más evidente fue la entrega de su Hijo único. El amor de Dios para con
nosotros es el amor de un Padre que no tiene límites.
El amor de Dios, entonces, no se agota, es
generoso y se entrega sin reservas y sin límites. Las preguntas que deberíamos
formularnos al respecto, serían entonces: ¿yó de qué manera correspondo a tanto
amor de Dios?, ¿cómo muestro que el amor de Dios ha tocado mi propia vida?,
¿qué otras necesidades, a parte de las mías, siento que este amor de Dios
debería cubrir, alimentar y sanar?, ¿o es que acaso siento que el amor de Dios
debería de enfocarse solamente para mí?, ¿creo que el amor de Dios debe vivirse
en comunidad o solamente de manera individual?
Este domingo pasado que
celebrábamos la Epifanía del Señor, nos dábamos cuenta que Herodes quería
ocupar el primer puesto, que no toleraba que hubiera otro Rey, aparecía como un
hombre egocéntrico y, por ende, orgulloso y tirano. Muchas veces nos pasa
también como a Herodes, queremos ocupar siempre los primeros puestos, ser los
más populares y, más que compartir lo que tenemos con los demás, terminamos por
aprovecharnos de su inocencia y de su bondad. Herodes no quería vivir para los
demás, no quería servir, no quería dar de comer, al contrario, quería que los
demás vivieran para él, le sirvieran y le alimentaran.
Ante tanto amor de Dios
que se dona y se reparte, Él nos invita a que dejemos a un lado nuestros
egoísmos e individualismos, a que cumplamos nuestro propósito en esta vida, que
hagamos lo que tenemos que hacer por el bien de los demás, que consumamos
nuestra existencia y la ofrezcamos para alimentar a tantos hermanos necesitados
de amor, de esperanza y de consuelo.
No puedo decir que amo
a Dios, si no estoy buscando cómo socorrer a mi hermano. No se puede creer en
Dios, y no se puede llegar a ver tal como Él es, sino comienzo por contemplarlo
y socorrerlo en mis más próximos.
Cumplamos con nuestro
propósito de vida, nacimos para transmitir la luz de Dios, para compartir su
riqueza, para alimentar con el pan de Dios; nacimos para vivir junto a y para
los demás. Por lo menos, eso fue lo que hicieron los reyes magos, descubrieron
donde estaba Jesús y luego lo adoraron y le ofrecieron sus mejores dones y
regalos. Hagamos lo mismo también nosotros, busquemos a Jesús para adorarlo y
entregarle lo mejor de nuestros dones en cada hermano nuestro que sufre, padece
hambre o se siente solo y abandonado. Una prueba de que Dios vive en nosotros,
es la generosidad con la que vivimos para los demás.
<<Queridos
hermanos y hermanas, dejémonos envolver por la misericordia de Dios. Confiemos
en su paciencia que siempre nos concede tiempo; tengamos el valor de volver a
su casa…dejando que Él nos ame, de encontrar su misericordia en los
sacramentos. Sentiremos su ternura, sentiremos su abrazo, y seremos también
nosotros más capaces de misericordia, de paciencia, de perdón y de amor. La
fuerza que mueve al mundo, capaz de transformar y renovar a las criaturas es la
fuerza del amor de Cristo> (Papa Francisco).
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