Las primeras palabras del Santo Papa Juan Pablo II fueron: “No tengan miedo”. Y en la Sagrada Escritura se dice que hay unas 365 veces en que se nos invita a no tener miedo, a no temer, dándonos a entender con ello que cada día del año, cada día de nuestra vida debemos vivir sin miedo, sabiendo que Dios está presente y cuida de nosotros y de quienes amamos.
Si somos amigos de Dios, si vivimos en su gracia y amistad, entonces no debemos tener miedo, porque Dios está con nosotros, y ¿quién estará contra nosotros?
La Santísima Virgen también nos dice que no tengamos miedo, que junto a Ella no debemos temer nada. Hay que ser prudentes, pero no se debe tener miedo, porque María, que es la Madre del Omnipotente, logra todo del Señor, y nos obtiene los auxilios necesarios para nosotros.
Jesús, en la tormenta en el lago, les recrimina a los apóstoles el haber tenido miedo. Y por la falta de fe de ellos, el Señor les reprochó que tuvieran temor.
Sin embargo no era para bromear porque las tormentas del lago eran furiosas, y sacudía la barca hasta casi hacerla hundir y era natural que sintieran miedo. Pero el Señor les echó en cara su falta de fe y confianza, el tener miedo.
Y nosotros, a veces, nos encontramos en medio de una gran tormenta, porque estamos sumergidos en un problema, nos sentimos angustiados, asustados, desesperados, y entonces es cuando flaqueamos en la fe y confianza en Dios, y así nos entra el miedo, y no atinamos a acudir al Señor que es quien nos puede salvar completamente.
Para Dios no hay nada imposible, y tampoco hay imposibles para quien tiene fe.
Entonces en medio de la oscuridad del momento en que nos toque vivir, pongamos nuestra fe y confianza en Dios y en su Madre, y sin dudarlo, esperemos de Ellos la solución a nuestros problemas.
Antes fallarán el cielo y la tierra, pero no se podrá jamás decir que quien acudió a Dios y a la Virgen con fe y confianza, haya sido desoído por Ellos, o no haya sido convenientemente atendido y consolado.
Pidamos que se haga la voluntad de Dios, que es lo mejor para todos. Pidamos mucho en la oración y no tengamos miedo a nada, porque Dios está con nosotros, y nadie puede arrebatarnos de las manos del Padre eterno.
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