¿Cómo rezar bien el Ave María?
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Comenzar cualquier cosa con un Avemaría hace toda la diferencia. Iniciar la jornada con un Avemaría es como salir cada día del vientre materno y comenzar a vivir de nuevo lleno de ilusión. Comenzar con un Avemaría la primera clase del día en la universidad, las prisas de la vida familiar, la fatiga del trabajo… es sentir el beso materno que te asegura que hoy todo va a salir bien. Comenzar un rato de oración personal con un Avemaría es dejarse introducir por la misma Reina del Universo a la intimidad divina.
El Avemaría es probablemente la oración más repetida en todo el mundo. Nos ofrece palabras y actitudes adecuadas para venerar a María Santísima, invocarla, mostrarle amor y poner en sus manos toda necesidad y toda pena. Es una oración profunda y requiere calma y consciencia para rezarla adecuadamente. Las reflexiones que siguen pueden ayudarnos a ahondar en el sentido de esta oración para rezarla con más fruto y mayor provecho espiritual.
El Avemaría consta de dos partes: la primera es un saludo que se compone con el anuncio del ángel Gabriel a María: Dios te salve, llena de gracia, el Señor está contigo (Lc 1,28) y las palabras de Sta. Isabel: bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre (Lc 1,42). En esta parte sencillamente nos dedicamos a alabar a María.
La segunda parte consiste en una petición sentida y humilde en que, reconociéndonos pecadores, le suplicamos que ruegue por nosotros. Ante Ella podemos poner cualquier intención que llevemos en el corazón.
El Avemaría es un excelente medio para celebrar un encuentro filial con nuestra Madre del cielo, maravillarnos de las gracias y dones con que Dios la ha colmado y acudir a Ella con profunda confianza.
Un poco de historia sobre el Avemaría
Como se dijo anteriormente, la primera parte del Avemaría, que consiste en el saludo, ha sido tomada del Evangelio. Uniendo estas dos sencillas frases, se comenzó a invocar a María con los títulos que el arcángel Gabriel y su prima Santa Isabel habían pronunciado.
La segunda parte, que consiste en la petición, se comenzó a rezar hacia el s. XIV, pero fue el papa San Pío V que la incorporó en el Breviario Romano en 1568. Desde entonces la fórmula se ha mantenido y la han repetido millones de católicos en todo el mundo y en una innumerable variedad de lenguas.
Actitudes al rezar el Avemaría
Al iniciar el Avemaría, conviene fomentar en nosotros una actitud contemplativa, tratar de mirar a María desde la mirada de Dios. El que la creó para llamarla a ser Su Madre preservándola de todo pecado se complace en la belleza moral de su obra maestra. Nunca alcanzaremos a abarcar el abismo insondable de gracia y hermosura con que Dios colmó a su santísima Madre, pero complacemos al Creador con sólo contemplarla.
Una segunda actitud que conviene tener es la fe. Rezar el Avemaría es poner en acto la fe, el amor y la esperanza mientras estamos con la Virgen María. Sabemos que su intercesión es poderosa, como quedó demostrado en las bodas de Caná y como hemos comprobado miles de veces a lo largo de la historia.
Tercera actitud: poner amor, confianza y cariño filial. Ella es nuestra Madre y a Ella queremos ofrecerle nuestro afecto y gratitud. Recurrimos a Ella sabiendo que no puede ser insensible ante nuestras necesidades y que intercederá ante el Padre y nos alcanzará todas las gracias que le pidamos y sean a Sus ojos para el mayor bien.
Al rezar el Avemaría nunca debemos olvidar que estamos tratando con la Madre de Dios. Ella es la creatura que más perfectamente se conformó con la voluntad divina y, por ello, presentará al Señor lo que le pidamos según el querer de Dios. Ella nos alcanzará las gracias que Dios, en su infinita sabiduría, haya juzgado oportunas y convenientes para nuestro camino de santidad. Por ello, no tendría sentido ver a María como una puerta trasera que nos obtiene las gracias de contrabando o al margen de la voluntad de Dios. Es Dios quien nos quiere conceder las gracias y dones que contribuyan a nuestra santificación y, por su santa voluntad, ha querido que muchas de estas gracias nos vengan por las manos de María.
Partes del Avemaría
Dios te salve María: El saludo griego significa “alégrate”; pero probablemente las palabras del ángel fueron pronunciadas en la lengua natal de María y dicho saludo sería un deseo de paz. En cualquier caso, podemos acudir a María, saludarla y pronunciar su nombre con afecto, pues es un nombre dulce y bello de repetir.
Llena eres de gracia; el Señor está contigo: con estas palabras celebramos las maravillas que el Poderoso obró en la humildad de su sierva. Ella no opuso ninguna barrera a la acción de la gracia, y de esta manera Dios pudo colmarla de su favor. Éste es el significado de las palabras “llena de gracia”. Asimismo, estas palabras nos recuerdan que María es de una belleza inestimable en virtud de la sobreabundancia de gracia de que Dios la quiso llenar.
Bendita eres entre todas las mujeres: estas palabras de Santa Isabel nos recuerdan que Dios la eligió con amor eterno y le dio un beneficio por encima de cualquier otra creatura.
Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús: María fue la tierra suave y fecunda donde el Espíritu Santo sembró la semilla y nació Jesús. El fruto de sus entrañas no es sólo un ser viviente, sino La Vida, el Verbo de Dios encarnado.
Santa María, Madre de Dios: se inicia la segunda parte de la petición alabando a María por los motivos que denotan su dignidad: su santidad y su maternidad divina.
Ruega por nosotros pecadores: María, como buena madre, no deja de rogar a Dios por nosotros, que somos sus hijos. Ella, como en las bodas de Caná, permanece siempre atenta a las necesidades de sus hijos. Como somos pecadores acudimos a Ella confiadamente y llenos de humildad sabiendo que Nuestra Madre sabe compadecerse de nuestra fragilidad.
Ahora y en la hora de nuestra muerte: con estas palabras encomendamos a María los dos momentos más importantes de nuestras vidas: el momento presente, que es el único en que podemos amar y agradar a Dios, y la hora de nuestra muerte, que es el momento del encuentro definitivo en que María nos recibirá con su abrazo lleno de ternura en el Cielo. Entonces veremos lo mucho que nos ama y lo mucho que nos ayudó para llegar a la patria definitiva y, a su lado, será nuestra alegría plena.
Llena eres de gracia; el Señor está contigo: con estas palabras celebramos las maravillas que el Poderoso obró en la humildad de su sierva. Ella no opuso ninguna barrera a la acción de la gracia, y de esta manera Dios pudo colmarla de su favor. Éste es el significado de las palabras “llena de gracia”. Asimismo, estas palabras nos recuerdan que María es de una belleza inestimable en virtud de la sobreabundancia de gracia de que Dios la quiso llenar.
Bendita eres entre todas las mujeres: estas palabras de Santa Isabel nos recuerdan que Dios la eligió con amor eterno y le dio un beneficio por encima de cualquier otra creatura.
Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús: María fue la tierra suave y fecunda donde el Espíritu Santo sembró la semilla y nació Jesús. El fruto de sus entrañas no es sólo un ser viviente, sino La Vida, el Verbo de Dios encarnado.
Santa María, Madre de Dios: se inicia la segunda parte de la petición alabando a María por los motivos que denotan su dignidad: su santidad y su maternidad divina.
Ruega por nosotros pecadores: María, como buena madre, no deja de rogar a Dios por nosotros, que somos sus hijos. Ella, como en las bodas de Caná, permanece siempre atenta a las necesidades de sus hijos. Como somos pecadores acudimos a Ella confiadamente y llenos de humildad sabiendo que Nuestra Madre sabe compadecerse de nuestra fragilidad.
Ahora y en la hora de nuestra muerte: con estas palabras encomendamos a María los dos momentos más importantes de nuestras vidas: el momento presente, que es el único en que podemos amar y agradar a Dios, y la hora de nuestra muerte, que es el momento del encuentro definitivo en que María nos recibirá con su abrazo lleno de ternura en el Cielo. Entonces veremos lo mucho que nos ama y lo mucho que nos ayudó para llegar a la patria definitiva y, a su lado, será nuestra alegría plena.
Sugerencias prácticas para rezar mejor el Avemaría
– Mientras rezas, tener a la vista una imagen de la Santísima Virgen: un icono de la Madre de Dios, una estampa, una figura. Las imágenes pintadas o esculpidas nos pueden ayudar, como sirve un retrato para tener presente a un ser querido: lo que buscamos es la presencia de la Madre de Dios y Madre nuestra que está en el cielo. No nos quedamos en la imagen, ésta es sólo la puerta que nos abre camino para entrar en Su presencia.
– Se recomienda meditar de vez en cuando las palabras que decimos, para que su sentido vaya empapando nuestro espíritu y que broten así las actitudes convenientes. Esta meditación nos librará del peligro de la rutina, que siempre asecha la vida espiritual y las relaciones interpersonales restándoles frescura, y nos ayudará a desempolvar el altar de nuestro corazón para que esté siempre adornado con las más bellas flores de la devoción y la práctica de las virtudes.
En otro artículo trato el tema del rezo del santo rosario en que pronunciamos cincuenta veces el Avemaría. Ahora sólo quisiera mencionar que más que la repetición mecánica de las palabras, importa la profundidad del afecto con que recemos esta oración.
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