Mañana irá mejor.

No nos dejemos vencer por el desaliento sino pongamos nuestra confianza en Dios y en su Madre, diciendo a todos, y diciéndonos a nosotros mismos: “Mañana irá mejor”. Porque si confiamos en Dios, sabemos que Él no permite una prueba mayor a nuestras fuerzas, y nos proveerá de lo necesario para que salgamos victoriosos de cualquier contingencia. Dios es bueno y nos escucha, y ni una sola lágrima nuestra, ni un quejido ni un suspiro permanecen sin eco en el corazón divino. Dios intervendrá en nuestro favor y las cosas tendrán solución, quizás más rápido de lo que esperábamos y hasta de manera inesperada. Tengamos fe y confianza ilimitadas en el Señor, que nos ha dicho que todo se le concede a quien tiene fe. Si sabemos que Dios es todopoderoso y que los corazones de los hombres están en sus manos, entonces vayamos confiados al trono del Altísimo como mendigos para pedir la limosna de la curación de este ser querido, la conversión de aquel amigo, la salvación de un enemigo, el descanso eterno de aquel pariente, etc. Y tengamos por seguro que lo que está por venir será mejor de lo que estamos pasando ahora, porque Dios nos provee de todo lo necesario, y colma de bienes y gracias a quienes depositan su confianza en Él. Mañana irá mejor. Digamos esto convencidos de que efectivamente el futuro será mejor y al fin del camino nos esperan los brazos amorosos del Padre celestial que nos hará entrar en la Vida eterna donde seremos felices para siempre, bendiciendo las pruebas que tuvimos que soportar en la vida, ya que serán ellas quienes nos habrán merecido una eternidad de gloria, una felicidad sin fin. Aunque tengamos que sufrir un poco todavía, no desmayemos ni nos descorazonemos porque al fin el triunfo será eterno, y ya en esta vida el Señor nos dará el ciento por uno, como ha hecho, hace y hará con quienes depositan toda su confianza en Él. ¡Ánimo y adelante! Mañana irá mejor.