Una vida fácil es una vida inútil: Comentario 31 de Octubre del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
¿Son
pocos los que se salvan? Esta es una pregunta muy común, y a veces la
curiosidad puede más que la preocupación por la verdad. Jesús recuerda al hombre que la salvación no es cosa de
suerte, ni cumplir con una cierta cantidad de normas. Se trata de esforzarse
por entrar por la puerta angosta, es decir, renunciando a una vida fácil,
puesto que una vida fácil se convierte en una vida inútil.
Para
muchos la religión consiste sólo en cumplir con determinados preceptos, para
quedar bien con un Dios que no exige nada y que tenga que conformarse con lo
que se le dé, pues, “son tantas las cosas que hay que hacer” y, a veces, hay
“cosas más importantes que hacer”.
El Señor quiere que haya un esfuerzo máximo al
seguirle. Los cristianos que sólo se contentan con la participación en algunas
ceremonias religiosas, creyendo que con esto ya cumplieron, se privan de la
gracia que el compromiso cristiano otorga a los creyentes de verdad.
Así
pues, la dificultad de la salvación se expresa con la imagen de la puerta
estrecha; dejando sin respuesta a la pregunta teórica, lo que a nosotros nos
interesa es el aspecto práctico del problema y en este aspecto podemos afirmar
que la salvación depende de nuestra voluntad, ya que Dios da a todo hombre las
gracias suficientes para que se salven, pero exige nuestra personal
cooperación; así, el que acoja la obra de la gracia se salvará.
Y
primeramente advierte el Señor que el camino que conduce a la salvación no es
nada fácil y que en consecuencia será preciso esforzarse, actuar con energía,
incluso hacerse violencia a sí mismo. Hay que competir, poner en tensión todas
las energías; en ninguna parte del evangelio se dice que el reino de Dios sea
para los cobardes o los cómodos, sino para los esforzados y valientes.
Luchar
contra las propias inclinaciones e instintos que son los que nos pueden apartar
del recto camino que conduce hasta Dios. Luchar contra los deseos inmoderados,
que pueden provocar que se pierda de vista la meta: instaurar el Reino de Dios.
Luchar contra la comodidad y la pereza, contra las pocas ganas y el desánimo,
pues para entrar en el Reino de Dios son necesarios los esfuerzos y las
negaciones de uno mismo.
El
Reino de Dios es el único lugar donde no hay acomodos o lugares reservados; hay
sí lugares de privilegio, pero esos lugares no están reservados para los que
los compren, sino para los que los ganen.
Los
lugares de privilegio en el Reino no se consiguen con el dinero; más bien son
los pobres y humildes de corazón los que con mayor facilidad tienen acceso a
ellos. No basta haber sido llamados a la fe, o haber recibido una vocación
especial, para tener la seguridad de conseguir el cielo, pues muchos que han
sido favorecidos se enfrían y muchos que han sido grandes pecadores se
convierten y se adelantan a los demás… El haber recibido la gracia de la fe o
la vocación al apostolado, a nadie puede dar la seguridad de su salvación.
“Los laicos… están llamados como miembros vivos, a
procurar con todas sus fuerzas… el crecimiento de la Iglesia y su continua
santificación. El apostolado de los laicos es la participación en la misma
misión salvífica de la Iglesia; a este apostolado todos están llamados por el
mismo Señor en razón del Bautismo y de la confirmación… están llamados
especialmente, a hacer que la Iglesia esté presente y operante en aquellos
lugares y circunstancias en los que sólo a través de ellos puede ser sal de la
tierra. Así pues, todo laico, por los dones mismos que le han sido conferidos,
se convierte en testigo, y al mismo tiempo en instrumento vivo, de la misión de
la misma Iglesia…” (Lumen Gentium n. 33).
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