¿Por qué Dios no me escucha?: Comentario 08 de Agosto del 2018

                                                                  Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra, 
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles



Hay momentos en que los evangelios presentan un Cristo muy duro. Más que un médico delicado y comprensivo con el dolor, aparece como un cirujano despiadado al que le gusta abrir más las llagas.
Hoy encontramos un texto evangélico donde parece ser que a Jesús le interesa muy poco escuchar las plegarias de una mujer cananea que le solicita la bendición para su hija que está siendo atormentada por un demonio. Esta mujer está dispuesta a hacer todo con tal de ganar un bien, no le importa lo que tenga que hacer, mucho menos el qué dirán, está dispuesta a abajarse y desaparecer con tal de conseguir tan sólo algo de parte de Jesús para su más grande amor que es su hija, hasta ese momento. Y es que, qué madre no haría hasta lo imposible por salvar a su propia hijo (a), solamente una madre sin corazón y sin amor ni temor de Dios no haría nada al ver que el fruto de sus propias entrañas está sufriendo o se está viendo en peligro de muerte.
A pesar de que esta mujer es extranjera, rica, pagana y cananea (su pueblo no se llevaba bien con los Galileos), no dejó de insistirle a Jesús para suplicarle lo que tanto le preocupaba. Mientras tanto, Jesús no se ve muy dispuesto a ayudarla, ella, sin embargo, fue a arrodillarse delante de Él y le dijo: “¡Señor ayúdame!”; porque a pesar de no pertenecía al pueblo de la promesa, ella también necesitaba de Dios, de su amor, de su perdón y de su salvación.  La grandeza de esta mujer consistió en que jamás se dio por vencida, a pesar de que no pertenecía al pueblo escogido, cuya promesa había hecho Dios.
Esta mujer nos enseña que la fe debe mantenerse, debe ser constante, jamás desistir. Muchas veces podemos llegar a constatar también de que Jesús no nos escucha, o no atiende nuestras súplicas a pesar de que ya le hemos pedido. Decimos ¿por qué Dios no me escucha? Sin embargo, a pesar de las pruebas y dificultades de la vida no debemos desistir ni dar marcha atrás, mucho menos desanimarnos, sino que debemos aprender a mirar con ojos de fe en cada situación. No hemos de preguntarnos por qué, sino más bien para qué me permite esto el Señor, tal vez, lo único que quiere lograr es que purifique mi intención a la hora de pedirle, que crezca cada vez más en la confianza hacia Él y que termine por abandonarle y por poner en sus manos completamente la propia existencia.
En realidad, es una gran enseñanza la que dejan este tipo de textos, pues en ellos, las dificultades sirven para disponer a gustar mejor el regalo que el Señor se dispone hacer. Las pruebas no son para desesperarse, perdiendo la fe, sino para potenciar la oración y consolidar la confianza en el Señor.
¿En qué postura nos vemos reflejados hoy nosotros al contemplar el texto evangélico? ¿En la de la mujer cananea que a pesar de no ser escuchada a la primera, le siguió insistiendo a Jesús para que la ayudará? ¿En la de los apóstoles que no terminan por comprender qué significa verdaderamente extender el Reino de Dios? ¿O en la de Jesús que ofrece el perdón y la salvación a todos sin excluir a nadie?

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