Tocar al Señor y dejarnos tocar por Él, Evangelio del 9 de julio
Santo Evangelio según San Mateo 9, 18-26. Lunes XIV de Tiempo Ordinario.
Por: H. Jesús Alberto Salazar Brenes, L.C. | Fuente: missionkits.org
Por: H. Jesús Alberto Salazar Brenes, L.C. | Fuente: missionkits.org
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Permíteme, Señor, poder tocarte con fe y humildad en este tiempo de oración.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 18-26
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se le acercó un jefe de la sinagoga, se postró ante él y le dijo: "Señor, mi hija acaba de morir; pero ven tú a imponerle las manos y volverá a vivir".
Jesús se levantó y lo siguió, acompañado de sus discípulos. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orilla del manto, pues pensaba: "Con sólo tocar su manto, me curaré". Jesús, volviéndose, la miró y le dijo: "Hija, ten confianza; tu fe te ha curado". Y en aquel mismo instante quedó curada la mujer.
Cuando llegó a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús a los flautistas, y el tumulto de la gente y les dijo: "Retírense de aquí. La niña no está muerta; está dormida". Y todos se burlaron de él. En cuanto hicieron salir a la gente, entró Jesús, tomó a la niña de la mano y ésta se levantó. La noticia se difundió por toda aquella región.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En el momento al que nos refiere el Evangelio de hoy, era extraño pensar que alguien no supiera quién era Jesús, porque al menos la gran mayoría habían escuchado alguna vez algo sobre Él. Cuando Jesús pasaba, muchos se sentían atraídos hacia Él, algunos quizás por curiosidad, otros para conocerlo, otros para ponerlo a prueba; pero aunque muchos estaban cerca de Él, pocos lo tocaron con fe. Ésa es la verdadera experiencia de Jesús a la que nos invita el Evangelio, tocar al Señor y dejarnos tocar por Él para ser sanados.
Muchas veces vamos a misa, oramos, asistimos a actividades de la Iglesia por costumbre y, aunque estamos cerca de Jesús, no nos damos la oportunidad de tocarlo verdaderamente. Comentarios como: "voy a misa y no me llena, todo sigue igual..." provienen de un corazón que se acostumbró a Dios y quizás no se ha dejado tocar por Él.
La invitación de la Palabra que meditamos hoy es muy clara, dejar de ser de "la multitud" y empezar a tocar a Jesús con fe real y la certeza que sólo Él puede hacer posibles nuestros imposibles. A la hemorroísa le bastó tocarlo para sanar, mientras que en la casa de Jairo, a pesar de que todos se burlaban de Jesús, Él calló y actuó. ¿Por cuál enfermedad física o espiritual necesitamos tocar a Jesús para ser sanados? ¿Por cuántos seres queridos podemos interceder hoy para que sean resucitados a una nueva vida?
Pidamos al Señor la gracia de que la alegría no nos impida creer, la gracia de tocar a Jesús resucitado: tocarlo en el encuentro mediante la oración; en el encuentro mediante los sacramentos; en el encuentro con su perdón que es la renovada juventud de la Iglesia; en el encuentro con los enfermos, cuando vamos a visitarles, con los presos, con los que están más necesitados, con los niños, con los ancianos. Si nosotros sentimos las ganas de hacer algo bueno, es Jesús resucitado quien nos empuja a esto. Y siempre la alegría, la alegría que nos hace jóvenes.
(Homilía de S.S. Francisco, 15 de abril de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy intentaré tener un verdadero rato de oración para hacer mi relación con Jesús más cercana.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Amén.
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