Santo Tomás Apóstol: Comentario 03 de Julio del 2018

                                                                 Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra, 
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles


La mayoría de nosotros ha comprobado que la fe se enriquece o se alimenta compartiéndola y transmitiéndola a los demás. La fe es un don que viene de parte de Dios, que él solamente nos da. Por eso, tener fe, es tener un encuentro profundo con Él, es dejar que su acción divina transforme nuestra vida: que Él hable, sane, perdone y salve. Es haberse encontrado cara a cara con su amor y Misericordia. Una fe que no se alimenta diariamente con el encuentro personal con Cristo tiende a desaparecer y a morir. Una fe sin Cristo, no es verdadera fe, es magia, superstición, etc.
Hoy, que celebramos a Santo Tomás apóstol, descubrimos que de la duda que tenía sobre la aparición de Jesús al resto de los discípulos, podemos aprender una reflexión positiva. No siempre la duda es un obstáculo para creer en el amor de Jesús, es buena cuando esta se deja esclarecer por la verdad y la certeza; pero hace daño, cuando se queda empañada por la ignorancia que lleva al error.
Cuando Jesús se aparece a sus discípulos, Tomás no estaba con ellos. Desde aquí podemos comprender que comienzan a extenderse las raíces de las duda en Tomás. Y es que justamente, cada vez que nos alejamos de la Iglesia, la comunidad o la familia somos incapaces de reconocer a Cristo y la fe se extingue o se debilita. A Jesús se le encuentra donde está la comunidad: “donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estaré yo en medio de ellos”.
Por eso, cómo queremos que nuestra fe sea grande, más aun, como queremos que nuestros frutos sean abundantes en nuestra vida o apostolados si a veces cometemos el error de querer vivir sin Dios o sin comunión con los demás. Da mucha tristeza escuchar a personas que dicen que creen en Dios pero no en la Iglesia, en la comunidad. En realidad, es muy difícil creer en Jesús y no en la comunidad, puesto que Jesús se encuentra y vive dentro de ella; Él la mueve, la impulsa, la renueva y la santifica con su Santo Espíritu. Estamos llamados a la Patria eterna en familia no individualmente.
Así, si no estoy presente, si trato de vivir mi fe sólo, sin comunión, apartado,  de quien me aíslo en realidad es de Jesús y por eso se me hace difícil creer en Él. No se puede superar cualquier duda de fe, si estoy sólo, si no me dejo ayudar e instruir por los demás, si trato de vivir sólo para mí con mis egoísmos e individualismos. Sólo Jesús que está presente en medio de los hermanos me ayudará a salir de mi mismo para darme, enriquecer y dejarme enriquecer por los demás.
Por eso es que Jesús, cuando a los ocho días se les vuelve a aparecer a sus discípulos, y esta vez Tomás si está presente, le va a decir a éste que meta su dedo en su costado y  que vea y toque sus llagas. Es ahí, en ese momento cuando Tomás lo reconoce: “Señor mío y Dios mío”. La Iglesia nace del costado de Cristo. Sin Cristo crucificado y resucitado vana sería nuestra fe porque no habría gracia ni iglesia a quien concederla ni confiarla. Por eso, si no somos capaces de comprender y valorar el sacrificio de Jesús no lo podremos reconocer en los más débiles y desprotegidos. Nos volvemos más indiferentes a Cristo si no somos capaces de contemplarlo y solidarizarnos con Él en la comunidad. <<La fe sin solidaridad es una fe sin Cristo, una fe sin Dios es una fe sin hermanos>> (Papa Francisco). Por eso, cada vez que me acerco a los hermanos conozco, comprendo y alimento mi fe y cada vez que me acerco a Dios soy capaz de crear y vivir la paz con mis hermanos. De tal modo que no hay paz si no hay fe en Jesús. Cristo es nuestra Paz.
Creer en Cristo resucitado no es una dicha solamente para los apóstoles, sino para todos los que, sin verlo con los ojos físicos, lo ven con los ojos de la fe. Estamos llamados a reconocer a Cristo con los ojos de la fe. <<Nos hemos acostumbrado al sufrimiento de los otros, no nos afecta, no nos interesa, no es cosa nuestra. La globalización de la indiferencia nos hace a todos innombrables, responsables sin nombre y sin casa. Pidamos al Señor que nos de la gracia de llorar por nuestra indiferencia, por la crueldad que hay en el mundo, en nosotros y en aquellos que en el anonimato toman decisiones socio-económicas a nivel mundial que abren el camino a dramas como éste>> (Papa Francisco, Lampedusa, Julio 8, 2013).
“Procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo” (Mt. 5, 16). Bien va a decir el apóstol Santiago a propósito de la fe: “una fe sin obras es una fe muerta”. Pidamos a Jesús que nos conceda la bendición de ser una bendición para los demás, que a través de nosotros, de nuestras obras, muchos hermanos nuestros puedan conocer y experimentar la verdadera vida.



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