“Ponte de pie”: Comentario 05 de Julio del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
Sabiendo
que Jesús tiene el poder de sanar a los enfermos, muchos corren a Él para
recibir el milagro; y Él sin rechazar a nadie manifiesta su poder de sanar las
heridas del corazón causadas por los pecados.
Al
decir al paralítico: “Ánimo, hijo, tus
pecados te quedan perdonados”, el Señor llama la atención de todos sobre la
necesidad de librar al hombre de sus pecados, que lo apartan de Dios.
Mientras
que los supercríticos se escandalizan y murmuran en contra de Jesús, los
sencillos alaban a Dios por la obra sanadora y salvadora de Cristo.
Está
claro que el perdón no lo recibe aquél que tiene un corazón autosuficiente y
orgulloso, no porque el perdón no esté hecho para él, sino porque se cierra a
su efecto liberador y sanador, es decir, porque no lo quiere recibir, cree que
no lo necesita.
Es
que el verdadero amor de Dios se llama perdón, él no lleva cuentas de nuestros
delitos, nos perdona porque nos ama, nos perdona porque quiere que nos
levantemos del pecado y de la miseria para devolvernos nuestra dignidad, para
que nos pongamos de pie y volvamos a la comunidad, donde tenemos un lugar,
donde pertenecemos, y donde tanto bien podemos hacer para con nuestros
hermanos.
Se
logra poner de pie aquél que ha sido perdonado por Dios, aquél que ha
experimentado el verdadero amor de Dios en su vida, y ése es aquél que, luego, agradecido
se pone a servir a sus hermanos, el que también siente la necesidad de
perdonar, el que no necesita que los demás le garanticen que ya no van a volver
a fallar o a equivocarse para que los perdone, porque antes Dios no le puso
condición para perdonarlo primero a él. A veces nosotros somos así, queremos
que Dios nos perdone tantas veces fallamos o nos equivocamos, pero cuando nos
toca a nosotros perdonar, queremos seguridad, queremos que los demás nos
aseguren que ya no van a volver a fallarnos o a traicionarnos. Por eso, el
verdadero amor de Dios se llama perdón, porque Él siempre está dispuesto a
perdonarnos siempre y cuando nosotros acudamos a Él con un corazón
verdaderamente arrepentido.
Hagamos
la experiencia de dejarnos, sentirnos y sabernos perdonados por el infinito
amor de Dios y, si ya la hemos hecho, pongámonos de pie y vivamos la vida con:
Entusiasmo:
el mundo representa actividad en tecnología, en medios de comunicación, en
arte, en música, en educación, etc. Preparémonos y con entusiasmo imprimamos
nuestra mejor huella en este mundo para dejarlo mucho mejor de cómo lo
encontramos.
Fortaleza:
tu poder te conducirá a encontrar un ideal, búscalo, fortifícalo, pero siempre
confiando y dejándose ayudar por Dios, nuestra mayor fortaleza.
Operante:
Somos personas completas: cuerpo y alma (creadas para amar y hacer toda clase
de bien), no máquinas que no funcionan si no son activadas. Hagamos que nuestra
vida produzca, que tenga un efecto; sentiremos, entonces, que tenemos una
misión que cumplir. Al principio, tal vez puede ser que sólo utilicemos el
razonamiento, pero después, poco a poco iremos descubriendo nuestros talentos,
y cómo Dios nos irá marcando el camino.
Ganas de vivir:
a partir de que somos perdonados por Dios, el vivir ya no alcanzará para
realizar lo que ambicionamos cumplir, hemos comenzado a entrar en otra
dimensión: la fe. Sólo Dios puede ofrecernos la vida eterna y, trabajamos para
conquistarla.
Ganas de trabajar:
Dios en seis días hizo el mundo, nos encarga a nosotros perfeccionarlo.
¿Cuántos hombres de ciencia se pasaron la vida con un invento? ¿Cuántos
misioneros buscaron llevar la Palabra a un país y el martirio, en su momento,
los sorprendió? ¿Cuánto tiempo invierte un santo para llegar a los altares? ¿Y
nosotros, qué estamos dispuestos a hacer?
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