San Pedro y San Pablo: Comentario 29 de Junio del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
El
día de hoy es para nosotros sagrado, porque en él celebramos el martirio de los
santos apóstoles Pedro y Pablo. Estos mártires en su predicación, daban
testimonio de lo que habían visto y, con un desinterés absoluto, dieron a
conocer la verdad hasta morir por ella.
Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy? (Mt
16,15). A Pedro y Pablo les llevó tiempo poder
comprender y conocer quién era Jesús verdaderamente, sin embargo, después de un
tiempo, pudieron dar la respuesta a esta interrogante con la entrega de la
propia vida hasta el final; desgastaron sus vidas mediante el servicio y el
testimonio para edificar la Iglesia hasta el punto de derramar la propia sangre
como prueba más grande del gran amor y celo que sentían por ella. Que magnifica forma de contestar a esa
pregunta hecha por Jesús: con hechos, con obras, con la propia vida y no
solamente con palabras, ideas o teorías. Sin lugar a dudas que a la fe hay que
estudiarla, razonarla, realizar investigaciones, conocer al Jesús histórico, el
contexto en el que vivió inmerso, iluminarnos con una buena cristología. Todo
esto es necesario. Pero a éste tipo de preguntas no se responde con las solas
palabras o reflexiones muy bien elaboradas, sino con el testimonio: con la
renuncia de sí mismo y la entrega de la propia vida.
Pedro
fue el único que confesó a Jesús como el Cristo e Hijo de Dios vivo, después lo
negó, más tarde le confesó tres veces su amor y fidelidad, y luego, se dedicó a
proclamar el evangelio al mundo judío aparte de hacerse responsable de cuidar y
apacentar al rebaño (la Iglesia) por Jesús encomendado. De Pedro debemos
aprender a confesar a Jesús en cada momento de nuestras vidas y aceptar con
humildad que en algún momento lo hemos negado.
Pablo,
antes de que Jesús lo alcanzara, se dedicaba a perseguir a los cristianos, a
los que creían en el Señor Jesús para llevarlos a la cárcel y apedrearlos. Sin
embargo, después de su resurrección, Jesús lo llamó y lo destinó a ser apóstol
de los no judíos para que les anunciara el evangelio de la salvación. De Pablo
debemos aprender a escuchar la voz de Dios para descubrir qué es lo que nos
pide a cada uno, para luego, anunciarla con valentía en todos los ambientes en
los que nos movamos sin excluir a nadie.
Cada
uno de los dos apóstoles experimentó sus debilidades y conoció sus propios
límites. Los dos tuvieron un pasado lleno de equivocaciones, errores y pecados.
Ninguno de los dos eran santos ya antes de conocer a Jesús. No obstante, fue a partir
del momento en que respondieron a su llamada cuando se fueron purificando y
capacitando para hacer que mediante el servicio y la evangelización, se
convirtieran en las dos grandes columnas en que se apoya la fe de la Iglesia.
En
un solo día celebramos el martirio de los dos apóstoles. Es que ambos en
realidad eran una sola cosa, aunque fueran martirizados en días diversos.
Primero lo fue Pedro, luego Pablo. Procuremos imitar su fe, su vida, sus
trabajos, sus sufrimientos, su testimonio y su doctrina. Pues si algo más nos
enseñan, es que el cristiano no es santo desde que nace, sino que se va
haciendo en la medida en que abre el corazón a la gracia y Misericordia
infinita de Dios.
<<En los procesos
de beatificación y canonización se tienen en cuenta los signos de heroicidad en
el ejercicio de las virtudes, la entrega de la vida en el martirio y también
los casos en que se haya verificado un ofrecimiento de la propia vida por los
demás, sostenido hasta la muerte. Esa ofrenda expresa una imitación ejemplar de
Cristo, y es digna de la admiración de los fieles>>. (Papa Francisco, Gaudete et Exultate n.5).
También nosotros queremos responder a la llamada del Señor
como lo hicieron estos grandes hombres de nuestra Iglesia, porque nuestra
vocación, como nos recuerda el Papa es la santidad, es decir, crecer en la
entrega y amor al Señor hasta darlo todo por Él, como hicieron San Pedro y San
Pablo. Que ellos intercedan por nosotros, por la misión de la Iglesia y por el
ministerio petrino del Papa Francisco, que el Señor lo siga alentando con su
amor y gracia.
Amén
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