Llamados a vivir desde el misterio de Cristo: Comentario 28 de Junio del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
La
Constitución Pastoral Gaudium et Spes,
elaborada en el Concilio Vaticano II, es el documento más largo y su temática
se desarrolla en torno a la reflexión sobre el papel de la Iglesia en el mundo
actual, como aquella que comparte los gozos y las alegrías, las penas y las
tristezas del mundo de hoy. Su temática se basa en dos puntos principales: Cristo y el ser humano, en general.
Así, Jesucristo es presentado como el fundamento del diálogo de la Iglesia con
el mundo de hoy, pues es Él en quien se realizan los designios de salvación de
Dios para con el género humano y es en Él, por tanto, en donde encuentra el
hombre moderno la respuesta a sus interrogantes más profundos.
Gaudium Et Spes
busca responder a la inquietudes del hombre de todos los tiempos, por lo cual,
a pesar de los 50 años de su promulgación y frente a los numerosos y drásticos
cambios actuales, aún tiene mucho que decir y a portar a la estructura de la
sociedad de hoy: <<El Concilio,
testigo y expositor de la fe (…), no puede dar prueba mayor de solidaridad,
respeto y amor a toda la familia humana que la de dialogar con ella acerca de
todos estos problemas, aclarárselos a la luz del evangelio y poner a
disposición del género humano el poder salvador que la Iglesia, conducida por
el espíritu Santo, ha recibido de su fundador…>> (GS 3).
El
hombre de hoy tendiente al sinsentido, al consumismo y a la despersonalización,
encuentra en Jesucristo el sentido de su existencia: <<El misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del
verbo encarnado. Porque Cristo, el nuevo Adán, (…) manifiesta plenamente el
hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación. (…) Él, que
es imagen de Dios invisible, (Col. 1, 15) es también el hombre perfecto, que ha
devuelto a la descendencia de Adán la semejanza divina, deformada por el primer
pecado>> (GS 22).
Por
tanto, se puede decir que el misterio del hombre está íntimamente unido al
misterio de Cristo y que es Él, por tanto, el que puede aclararlo, orientándolo
hacia el cumplimiento de la voluntad de Dios. Esta es la base también, de las
aportaciones de la Constitución acerca de la familia, de la cultura, del orden
económico y político, y de las relaciones internacionales.
Una
prioridad internacional debería de ser, precisamente el reconocimiento y el
respeto de la dignidad humana, enaltecida por la encarnación de Jesucristo,
mediante la creación y apoyo concreto a las iniciativas que promueven la vida,
la fe, la justicia y la paz; y el rechazo contundente a todo aquello que atenta
contra la dignidad humana desde su concepción hasta su muerte natural. Bajo la
luz de GS 22 es claro que el atentar contra la dignidad humana es un atentado
contra Jesucristo mismo, quien se ha solidarizado con todo el género humano y
es también contrario a la voluntad divina de salvación.
Asimismo,
la Constitución destaca el fin trascendente al cual está llamada toda la
humanidad: << (Jesucristo) a todos
libera, para que, con la abnegación propia y el empleo de todas las energías
terrenas en pro de la vida, se proyecten hacia las realidades futuras, cuando
la propia humanidad se convertirá en oblación acepta a Dios>> (GS
38). El ser humano en su apertura al don de Dios, es capaz de experimentar una
libertad auténtica y una plenitud en el amor que el hombre, por sí mismo, no es
capaz de obtener. Además, el hombre tiene un destino de eternidad que se
construye en el “día a día”, lo cual implica compromiso y constancia.
Por
tanto, a pesar de las problemáticas tan alarmantes en las que se vive, la
Iglesia se sigue mostrando abierta al diálogo con todas las culturas y sistemas
sociales, y optimista, pero sin traza de ingenuidad, porque confía en que la
verdad del hombre que le ha sido revelada en Cristo tiene la fuerza necesaria
para que cada ser humano descubra su vocación más honda a la libertad que nace
de la autodonación en el amor.
Así,
concluimos en que estamos llamado a ser imitadores de Cristo, a construir
nuestra casa en Él que es roca firme, duradera y segura; sólo así descubrimos,
desde Cristo, que estamos llamados a la libertad, a la unidad y a la felicidad
eterna.
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