Lo que se da de corazón, Dios nos lo devuelve: Comentario 25 de Junio del 2018
Autor: Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
El regalo que Dios nos da a cada uno no se debe
desperdiciar ni ignorar, sino que ha de usarse en el servicio a los demás. Es
muy fácil querer seguir a Dios de palabra pero sin ninguna acción que reafirme
nuestro compromiso, quizá queramos estar con él, pero también ir evadiendo
nuestras responsabilidades. Es muy fácil querer ser seguidores de Jesús, pero
puede suceder que en el momento que nos toque testimoniarlo con nuestra vida no
seamos lo suficientemente valientes y arriesgados para hacerlo. Puede suceder
que echamos en saco roto lo sagrado, lo que él nos da, su cuerpo y su sangre,
el Pan de su Palabra, el amor de Padre. Puede sucedernos que como cristianos
nos estemos formando muy bien espiritual e intelectualmente, pero que a la hora
de vivir no haya un poquito de coherencia, de orden y de verdad. Más aún, nos
puede suceder todavía que los dioses falsos pueden tomar el control, y hacer
que se pierda el rumbo de nuestra vida porque no supimos aprovechar las
riquezas de Dios ni decidir bien entre el bien y el mal. El evangelio nos
invita a tomar buenas decisiones, a saber invertir nuestra vida en los negocios
y asuntos del cielo y no dejarnos despedazar por los vicios que son como una
especie de polilla que devoran el alma.
Lo mejor que podemos hacer es elegir el camino del
bien, de la paz y de la justicia siempre, ser benévolos con los demás. Si se es
bueno y generoso con los demás, se encontrará bondad y generosidad en Dios
todas las veces que sean necesarias. “Hagan
ustedes con los demás como quieren que los demás hagan con ustedes” (Mt.
7,12a). La
regla de oro es tan desafiante porque es tan simple, de hecho, “esta es la Ley
y los profetas”. Nunca seremos capaces de vivirla totalmente, aunque es tan
razonable. Sin embargo, no es un estándar jurídico, sino uno de verdadero amor:
un poco antes, en el evangelio de Mateo, Jesús llama a amar a los otros como
nos amamos a nosotros mismos. Jesús nos pide un amor activo y comprometido. Lo
que se da de corazón a los demás, Dios nos lo devuelve; es como una especie de
inversión porque el Señor nos lo multiplica. El ser más rico, no significa ser
mejor en lo que realmente importa. Necesito buenos valores y virtudes, dejarme
amar por Dios, ser generoso y reconocerlo en los demás que se encuentran a mi
lado. Por tanto, esa buena decisión acerca de la generosidad jamás será
equivocada, más bien, será el camino correcto hacia la santidad.
La misericordia tiene dos aspectos: es dar,
ayudar, servir a los otros, y también perdonar, comprender. Mateo lo resume en
una regla de oro: «Todo lo que queráis que haga la gente con vosotros, hacedlo
vosotros con ella» (7,12). Dar y perdonar es intentar reproducir en nuestras
vidas un pequeño reflejo de la perfección de Dios, que da y perdona
sobreabundantemente. Por tal razón, en el evangelio de Lucas ya no escuchamos
el «sed perfectos» (Mt 5,48)
sino «sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y
no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis
perdonados; dad, y se os dará» (6,36-38). Y luego Lucas agrega algo que no
deberíamos ignorar: «Con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros» (6,38).
La medida que usemos para comprender y perdonar se aplicará a nosotros para
perdonarnos. La medida que apliquemos para dar, se nos aplicará en el cielo
para recompensarnos. No nos conviene olvidarlo. (Papa Francisco, Gaudete et Exultate).
Jesús es el camino que conduce a la
vida, pero tenemos que atravesar la puerta estrecha de negarnos a nosotros/as y
llevar la cruz de cada día. Es fácil estar a la deriva, seguir la ruta ancha y
fácil; pero ésa no nos dirige hacia la vida que deseamos. Jesús es el Camino a
la vida y Él es el punto de entrada. Muy sinceramente nos dijo: “yo soy la puerta para las ovejas: quien sea
que entre por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto”
(Juan 10: 7-9). Señor ayúdame a ser un buen seguidor tuyo.
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