¿Cuál es la mejor ofrenda?: Comentario 16 de Marzo del 2019
Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
La
fuente de toda bondad es Dios porque Dios es amor, es compasivo y
misericordioso; Él nunca se resiste para amar, cuando lo hace lo da todo, lo
entrega todo, sin caprichos y sin reservas; ama sin límites y perdona sin
límites al que verdaderamente lo reverencia y lo busca con sincero corazón.
Sin
embargo, somos nosotros los que no nos dejamos amar, no nos dejamos tocar por
su misericordia, y por eso, en algunas ocasiones preferimos caminar por la vida
con heridas, rencores, discordias, antipatías y resentimientos.
No
pensemos que es compatible asistir frecuentemente a misa y otros actos de culto
con la murmuración, crítica, odio, o rencor contra el prójimo. La virtud que
debe identificar a todo cristiano ha de ser la caridad, bondad, amabilidad,
perdón y alegría, no podemos fomentar en nosotros mismos sentimientos de
rechazo, odio o mala voluntad hacia alguien.
Si
bien, en algunas ocasiones quizás no podremos evitar esos malos sentimientos,
antipatías o aversiones hacia quienes nos han provocado algún tipo de daño, pero
si podremos evitar consentir aquello que estamos sintiendo y que roba la paz
interior; lo que nos hace daño y lo que ofende a Dios y al prójimo no es
aquello que sentimos sino lo que consentimos.
El Señor Jesús nos dice en su evangelio, que
el mejor sacrificio que podemos ofrecerle en esta cuaresma no sea solamente el
ayuno, la oración, la limosna o cualquier otro sacrificio, sino el sacrificio
de la Misericordia, de dejarnos perdonar por Él y reconciliarnos con nuestros
hermanos; que nos reconciliemos con aquellos con los que nos hemos distanciado
a causa de algún enojo, diferencia, ofensa o mal entendido. Que no dejemos
pasar más tiempo para volver a recuperar la paz del corazón, la paz que viene
de sentirnos sanados y liberados de toda clase de esclavitud.
Por
supuesto que está bien ofrecerle sacrificios a Dios, pero mucho mejor es que
logremos vencer el orgullo y la soberbia para salir al encuentro del otro que
es diferente a mí, pero no por eso es menos; para saberle reconocer como mi
hermano, aceptarle y comenzar a rezar por él; ya pedir con fe por él es ya
comenzar a amarlo y perdonarlo.
No
esperemos a que pase más tiempo, es ahora el día de la salvación, no esperemos
a que se llegue el último momento de nuestra vida para que pretender hacer las
paces con el otro, tomemos la iniciativa hoy, demos el primer paso, seamos
suficientemente humildes y valientes y dejemos que la misericordia de Jesús se
muestre en nuestras relaciones y toda nuestra forma de vivir.
La
mejor ofrenda a Dios es, entonces, un corazón sincero, arrepentido y lleno de
amor, que se manifiesta a través del perdón y servicio a los hermanos.
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