Que todo sea por amor a Él: Comentario 28 de Febrero del 2019
Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
En
la liturgia de la Palabra del día de hoy, se nos invita a ser imitadores de
Cristo Jesús que paso toda su vida haciendo toda clase de bien, tanto de
palabra como de obra sin esperar nada a cambio. Jesús, siempre se preocupó y
ocupó por el hombre, sobre todo por el más necesitado, débil y enfermo. Esa
debe ser nuestra tarea también, ser bondadosos y caritativos para con los demás
sin esperar ninguna recompensa, porque la verdadera, la da el Señor.
Así,
todo aquél que de de beber un vaso de agua no quedará sin recompensa, todo
aquél que haga algo bueno por los demás, por más pequeño gesto que sea, Dios no
lo abandonará, sino que al contrario, lo bendecirá más y más y será agradable
siempre a sus ojos. Recordemos las recientes palabras del Papa Francisco que
nos decía que el más grande no es el que tiene, sino el que da, el que comparte
de corazón.
Pero
no se trata de un mero altruismo, o acto de bondad humano, sino que se trata de
cargar ese gesto de amor con la fe, con un sentido sobrenatural, por eso dice:
“por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo”. Hagamos, entonces, todo en
el nombre de Cristo. Que todo lo que hagamos el día de hoy lleve siempre ese
sello, el sello de Cristo. Hacerlo todo por Cristo y desde Cristo para que mis
actos no queden vacíos.
Permítele
a Jesús, el Cristo, que se convierta en tu Señor, el que gobierne tus
pensamientos, voluntad y todos tus actos; busca agradarle solamente a Él y deja
que se convierta en el centro de tus acciones vitales.
“La sal es una cosa, pero si se vuelve insípida,
¿con qué la volverán a salar?” En un segundo
plano, Jesús nos exhorta a que no caigamos en la vaciedad y sin sentido de la
vida que generan las preocupaciones de lo material y mundano, sino que más
bien, seamos capaces de mantenernos libres y firmes en la fe en Él. Que nuestra
vida no se vuelva insípida, sin sabor; por eso, será que ¿guardamos nuestra sal
porque no queremos que se acabe o la repartimos con generosidad a los demás? ¿Nuestras
relaciones y trato con los demás, van cargadas con la sal de la bondad, de la
alegría, del gusto apetecible o hemos perdido la limpieza de corazón, la
amabilidad, la capacidad de amar? Jesús, quiere hacernos hincapié en que no nos
dejemos llevar por nuestro egoísmo, sino que busquemos que nuestras acciones y
relaciones sean presentadas ante Dios como una ofrenda agradable, bañadas con
la sal de la paz.
“Si tu mano es para tí ocasión de pecado, córtala”.
No se trata de una interpretación literal, al pie de la letra, sino que más
bien, Jesús quiere decirnos que arranquemos de raíz todo aquello que nos esté
haciendo caer en el pecado, todo aquello que esté generando que nos apartemos
de la comunidad y de Dios mismo. Pues el mayor propósito del enemigo, del
diablo, es apartarnos de Nuestro Señor Jesús y de su Reino (que es lo único
absoluto) para que comencemos a buscar lo que es pasajero y terrenal y nos contentemos con lo que puedan llegar a
proporcionarnos. Por eso, suprimamos de raíz todo aquello que nos aparta de lo
único absoluto, sometamos constantemente nuestro corazón y nuestros pensamientos
a una especie de filtro o purificación para que no se nos vaya a estar colando
alguna especie de contaminación, y por esta alguna enfermedad que venga a arruinar
nuestra vida.
La
salvación de la vida es lo único que justifica la pérdida de una mano, pie u
ojo porque es lo único que es absoluto. Preguntémonos el día de hoy ¿qué es lo
que tengo que cortar en mi vida para que sea más limpia, más sincera, más luminosa?
¿Qué es lo que tengo que arrancar de mi corazón para que mi vida ya no sea tan
insípida sino que se vaya encaminando hacia la verdadera felicidad?
Así,
si queremos que en nuestra vida haya generosidad y alegría, necesitamos cortar
con el pecado, contra lo que nos esté robando la paz y nos esté alejando de
Dios y de los hermanos. Todo por amor a Él.
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