No impidamos que los demás hagan lo bueno: Comentario 27 de Febrero del 2019
Padre Manuel de Jesús de los Santos
Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
Parroquia Santa Marìa de los Ángeles
En
la liturgia de la Palabra del día de hoy, se nos invita a vivir conforme a la
sabiduría que viene de Dios, a juzgar y obrar rectamente, amar la vida, y vivir
pensando en el bien de los demás. El hombre que se ha encontrado con Dios es el
hombre sabio, el que se deja instruir por Él, por su palabra, todo lo que hace
le sale bien y recoge los abundantes frutos de lo que con su vida ha podido
sembrar. El sabio es el hombre honesto, sencillo, que busca la paz y la
justicia.
Es
por eso que en el evangelio de hoy, se nos pone de manifiesto que todo hombre
que habla o hace milagros bajo el poderoso nombre de Jesús, no puede luego
hablar mal de Él o hacer lo malo. Para empezar, el hombre lleno de sabiduría es
el hombre que ha aceptado a Cristo en su vida, que logra configurar su vida con
la de Él, que sigue sus pasos y le entrega todo su ser y obrar. Como
bautizados, hemos de tomar conciencia que estamos unidos a Cristo, le
pertenecemos a Él, somos templos del Espíritu Santo, hemos sido transformados
en hombres nuevos, estamos incorporados a la comunidad (Iglesia) y estamos
llamados a permanecer en la gracia de Dios.
Por
eso, como bautizados, hemos de descubrir que no podemos dejar de seguir e
imitar a Jesús, fuimos comprados a un precio muy alto, con su cuerpo y su
sangre. Así, al estar unidos a Cristo Jesús por medio del bautismo compartimos
la misma misión, una misión que Él mismo nos ha encomendado: amar, hacer el
bien, evangelizar, hacer que todos los hombres conozcan la verdad y se salven,
anunciar el Reino de Dios, hacerlo presente aquí en la tierra.
Al
estar unidos a Cristo no podemos vivir de manera contraria a su evangelio, o
propagando cosas que Él nunca enseñó, pensamientos o ideas que se oponen a los
valores evangélicos, a la vida, a la familia y a la paz; porque “el que no está contra nosotros está a favor
nuestro”, dice Jesús en el evangelio de hoy.
Y
es que, como pregona un argumento de filosofía: Lo evidente no se demuestra,
solamente se muestra”. Es claro ver quien verdaderamente sigue y ama a Jesús:
aquél que busca agradarle, que ama y hace el bien a su prójimo, que cuida,
protege y respeta la vida, la familia y la paz. Sin embargo, también es
evidente ver quien no sigue y ama a Jesús: aquél que busca agradar solamente a
los hombres, que lleva una vida egoísta, que hace lo malo, que no respeta la fe
ni tiene temor de Dios y que promueve la cultura de la muerte y la violencia.
Sin
embargo, ante esto, no podemos impedir que los que verdaderamente siguen, aman
y temen a Dios hagan lo bueno y vivan con sabiduría y prudencia, porque
entonces si nos estaríamos convirtiendo en cómplices del mal. Antes bien, hemos
de procurar buscar que lo bueno se propague y llegue a tener efecto en los
ambientes más obscuros y enfermos de nuestra sociedad, no podemos luchar contra
Dios o tratar de frenar su plan de salvación.
Aprobemos,
promovamos e impulsemos a todo aquél que está siendo inspirado y movido por el
Espíritu Santo, al que tiene intenciones de hacer lo bueno, de vivir conforme a
la voluntad de Dios. No podemos ser excluyentes, y caer en la tentación de
suponer que solamente nosotros tenemos la verdad o que somos los únicos que
vivimos bien y que los demás no sirven o están mal. Bien dice Jesús en su
evangelio, que el árbol bueno se conoce por sus frutos. Dediquémonos a hacer la
voluntad de Dios y vivamos en comunión con aquellos que también mantienen el
mismo ideal: buscar la salvación del hombre.
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