Mudos y sordos espirituales: Comentario 15 de Febrero del 2019

                                                                   Padre Manuel de Jesús de los Santos
                                                                  Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
                 Parroquia Santa Marìa de los Ángeles


Los primeros hombres no supieron escuchar y obedecer la voz de Dios y por eso se dejaron engañar por la astucia de la serpiente que los indujo al pecado y a la muerte. Por eso, nosotros hemos de estar seguros de que Dios nos ama y que hace todo por nuestra felicidad, de que nos ha dejado su Palabra para que se convierta en la luz que nos guie e ilumine en medio de las tinieblas de este mundo; también debemos de estar conscientes de que el demonio nos odia y quiere destruir el plan de Dios en nuestra vida, él nos tiene envidia, tiene envidia de que seamos felices porque buscamos, seguimos y queremos estar con Jesús. Debemos estar muy atentos para no dejarnos engañar por su astucia como lo hizo con Adán y Eva que encontramos en el libro del Génesis; más bien, hemos de tener los oídos del corazón bien abiertos para escuchar y reconocer la voz de Dios que nos llama para seducirnos  y devolvernos la dignidad de ser sus hijos, para participar de su vida divina.
Si grande es la desgracia del sordomudo físico, mucho mayor es la del sordomudo espiritual, con la agravante de que es más fácil ser víctima de la sordera espiritual que de la corporal.
Sordos espirituales son todos aquellos que no quieren escuchar la voz de la razón, que en el fondo, su conciencia les dicta qué es lo que deben hacer y qué deben evitar.
Sordos espirituales son todos aquellos que no oyen y obedecen la Palabra de Dios, que les indica el recto sendero por donde deben caminar.
Sordos espirituales los que no reciben ni aceptan las inspiraciones de la gracia y las mociones del Espíritu Santo.
Sordos espirituales los que rechazan los consejos que se les dan, por más que les sean dados por personas autorizadas y que buscan su bien.
Mudos espirituales los que nunca o muy raras veces hablan con Dios por medio de la oración, aunque son muy expertos para hablar con las criaturas de las cosas temporales.
Mudos espirituales los que raramente reciben el sacramento de la penitencia en el que pueden manifestar sus pecados y pedir perdón de ellos.
Mudos espirituales los que no se preocupan de dar una palabra de aliento o de orientación.
Mudos los que dejan de predicar el Nombre de Jesucristo por vanos pretextos y falsas vergüenzas; porque si bien al sordomudo del evangelio Jesús le dijo “que no se lo contara a nadie, que no divulgara el milagro, para darnos con ello el ejemplo de modestia, ahora en la Nueva Alianza nos urge hacerle caso al precepto del Señor: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos… y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado” (Mt. 28, 19-20).

Y es que Dios todo lo que hace, lo hace bien, porque lo hace con amor y con sabiduría. Así se dijo del Maestro y así debe poder decirse del discípulo que eres tú: “todo lo ha hecho bien”. Hacer bien todo, no solamente las cosas más importantes de la vida, sino también las más sencillas; la perfección es el resultado de todas esas cosas sencillas y humildes que realizamos cada día; esas cosas son las que debemos “hacer bien”, a imitación de Jesús, nuestro salvador.

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