Finalidad de una vida virtuosa: Comentario 13 de Febrero del 2019

                                                              Padre Manuel de Jesús de los Santos

                                                                  Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,

                 Parroquia Santa Marìa de los Ángeles

Es clara la importancia que Jesús destaca y presta al interior del hombre, pues de ello depende que pueda vivir conforme a la voluntad de Dios o se deje llevar por sus propios caprichos. Por ello, debemos a prender a descubrir cuáles son esas cosas que nos están alejando de Dios; el evangelio de hoy propone una lista de males que debe ser revisada con sumo cuidado en nuestra propia vida, puesto que son males que corrompen a todo hombre y le acarrean no solamente el propio sufrimiento sino también la muerte del alma, estas son: fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, avaricia, maldad, engaños, deshonestidades, envidia, difamación, orgullo, desatino, etc.

Cuando una persona se siente mal o está enferma en su cuerpo, necesita ser tratada y revisada por un médico para que de acuerdo a los síntomas pueda diagnosticarle y aplicarle la medicina, no obstante, tendrá que hacerse estudios, radiografías, análisis, ultrasonidos, etc. En muchas ocasiones no basta solo hacer una revisión externa, sino que es importante ver y saber qué está pasando por dentro, para que el medicamento surta un efecto favorable. Del mismo modo, a veces también tenemos que hacer en la parte espiritual, para saber si andamos bien o mal, no solamente necesitamos hacernos revisar superficialmente, sino que hace falta una revisión profunda, una revisión desde adentro del corazón para saber cuáles son nuestros males y cuáles los tratamientos que necesitamos para curarnos. No podemos ser negligentes, debemos comenzar a purificar nuestro corazón de todas esas enfermedades que nos causan tanto dolor y desesperación, pero sobre todo, que nos apartan de Dios y de los hermanos.

Lo que hace impuro al hombre, no es tanto lo que entra sino lo que sale del corazón. Debemos aprender a cuidar nuestras intenciones, nuestros pensamientos, los sentidos externos como también los internos. Nosotros juzgamos a los hombres por sus apariencias; por eso nos equivocamos en nuestros juicios. El mérito o la malicia proceden de la intención y de la voluntad Una cosa externamente mala puede no serlo por falta de conocimiento o por falta de voluntad. Una cosa externamente buena puede ser mala, por hacerse con intensión torcida o con mala voluntad.

La santidad es muy propia de todos los bautizados, por ello afirma el apóstol San Pablo: “La voluntad de Dios es que sean santos” ( 1 Tes. 4, 3).

“La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Ella permite a la persona, no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus energías sensibles y espirituales la persona virtuosa tiende al bien; lo busca y opta por él con acciones concretas” (Catecismo de la Iglesia Católica num. 1803).

Las virtudes cardinales son actitudes fundamentales que definen un proyecto cristiano de hombre y de mujer; ellas, a partir de San Ambrosio y luego de San Agustín y de Santo Tomás, delinean a la persona que obra conforme al evangelio. Las virtudes cardinales (templanza, prudencia, justicia y fortaleza), también llamadas humanas junto con las denominadas sobrenaturales o divinas: fe, esperanza y caridad, nos dan la figura perfecta del hombre santificado por Jesucristo, del hombre plenamente redimido.

Consideramos estas siete virtudes propias del cristiano que vigila, porque la plenitud humana a la cual tienden es la que cada uno de nosotros alcanzara  en la eternidad de Dios, en la resurrección de la carne, en la visión beatífica, donde nuestras capacidades tendrán una expansión completa. Por eso, las virtudes nos permiten vivir mejor, comprometernos a ser mejores, más justos, más verdaderos, porque nos apasionamos por el designio maravilloso que Dios tiene para nosotros, designio de expansión humana y divina. “La finalidad de una vida virtuosa –escribe San Gregorio de Nisa-  consiste en llegar a ser semejantes a Dios”.