“La levadura que corrompe el corazón humano”: Comentario 19 de Febrero del 2019

                                                       Padre Manuel de Jesús de los Santos
                                                                  Fuente: Misioneros Servidores de la Palabra,
                 Parroquia Santa Marìa de los Ángeles


La levadura siempre es un elemento de corrupción por la fermentación que produce; por ello es que Jesús exhorta a alejarnos de la levadura de los fariseos. El apóstol Pablo también aconseja a los Corintios a que se despojen de la vieja levadura: “Despójense de la vieja levadura… celebremos nuestra Pascua, no con la vieja levadura de la malicia y perversidad…” (1-Cor. 5,8).
Pero San Marcos es el evangelista que va a hablar de una doble levadura: la de los fariseos y la de Herodes. Ambas son peligrosas, pero ambas se refieren a dos tipos de males:
La levadura farisaica es no aceptar la Palabra de Dios por medio de Jesús, así como que Él no es el Mesías; ellos se preocupaban por cumplir al pie de la letra la ley y se les olvidaba la parte más esencial; pero el mismo Jesús va a especificar en algún momento de su ministerio en qué consiste la levadura de los fariseos: “Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía” (Lc. 12,1).
Mientras que la levadura de Herodes, consistía en el escándalo que generaba con su vida libertina y sensual. También a nosotros, hoy, Jesús nos exige que nos purifiquemos de la vieja levadura, la del pecado que disfrazado de todo tipo de maldad corrompe la vida de cualquier hombre.
También nosotros, como discípulos de Jesús, debemos preservarnos de la hipocresía, de las dobles máscaras, de dejarnos llevar por las apariencias y la falsedad; como cristianos estamos llamados a dar testimonio de la verdad. La hipocresía se deja comprar por el cuidado de lo externo, olvidando la autenticidad y la libertad del corazón.
Cumplamos, sí, las obligaciones de nuestro ser religioso, pero prestemos especial atención a nuestra íntima unión con el Señor, por medio de su gracia y de su amor.
El Señor Jesús quiere que mantengamos los ojos bien abiertos y los oídos atentos para escucharle y saberle acoger en nuestro corazón. Muchas veces, su palabra se queda en mero sentimentalismo, en lógicas meramente humanas, en conceptos o ideas; Jesús nos invita a que le acojamos desde lo más profundo de nuestro corazón, que se convierta en la verdad de nuestra vida, y que desde esa verdad que nos muestra con humildad, nuestra vida pueda adquirir su mayor dignidad.
Dejemos que su Palabra nos transforme el corazón, que logre examinar lo más íntimo de nuestro ser para que solamente de esa manera podamos tener un sincero arrepentimiento y ser perdonados por Él. No dejemos que nuestra vieja levadura, nuestro mal, corrompa toda nuestra existencia y nos haga perder la libertad y dignidad de ser hijos de Dios.

No nos preocupemos solamente de lo material (del cuerpo, de la carne), atendamos por encima de todo las necesidades del espíritu, porque como va a decir el mismo Jesús: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de los labios de Dios”. 

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